Eterno Castigo

Capítulo 27: La verdad

Simplemente estoy cansado
De esperar por las esquinas
Simplemente estoy ahogado
De nadar a la deriva
Pero aún me quedan fuerzas
De ir volando hasta la cima

Todavía tengo algo
Para darte cada día
El abrigo de mi abrazo
La canción que merecías

Y es que voy dándome cuenta
Por la noche que algo brilla
Y aunque sea cámara lenta
Eras tú lo que quería

Si te esperé toda una vida
¿Qué más da un poco más?
Si te esperé toda una vida
Nunca dije jamás
Si te esperé toda una vida
Aún puedo un poco más
Te esperaré toda la vida

Simplemente te llamaba
Para ver si respondías
Sales a jugar un rato
Y curarnos las heridas

Y es que tienes en los labios
Una hoguera que encendida
Puede calentar mis manos
Si no encuentro la salida

Si te esperé toda una vida
¿Qué más da un poco más?
Si te esperé toda una vida
Nunca dije jamás
Si te esperé toda una vida
Aún puedo un poco más
Te esperaré toda la vida

Sabes bien que me tienes al lado
Y si el mundo se cae a pedazos
Volaremos afuera, despacio
Y quemar un cometa tú y yo
Y me quedo por siempre a tu lado
Cruzaré siete mares nadando
Que la luna nos pille bailando
Hasta que salga el sol
Te esperaré toda una vida

Si te esperé toda una vida
¿Qué más da un poco más?
Si te esperé toda una vida
Nunca dije jamás
Si te esperé toda una vida
Aún puedo un poco más
Te esperaré toda la vida

 

Ya habían pasado casi tres días desde que Raúl salió corriendo de mi casa y puso rumbo al hospital donde se encontraba su hermanastro. Claro que me preocupaba la salud de Rubén, él era el que corría peligro, pero mi corazón llevaba en vilo desde ese momento por conocer cómo Raúl estaba llevando esta dura situación. ¿Habría hecho bien el trayecto hasta el hospital? Su nerviosismo me tenía inquieta, sabía que no estaba en condiciones para conducir durante tanto tiempo pero no pude hacer otra cosa. Maldito castigo.


Esos días ocupé mi mente refrescando todo el temario estudiado. El lunes sería mi primer examen de recuperación y no quería que toda esta sacudida emocional que había revuelto mi mundo me pasara factura. Aunque no podía decir que no hubiese aprovechado todo ese tiempo, cada hora comprobaba con la mirada si había algún cambio en la casa de mis vecinos. Pero todo seguía igual, y eso aumentaba con creces mi preocupación.


— Mamá, ¿sabes algo de los vecinos? –pregunté como había tomado por costumbre cada día.


— Nada, cariño. Hablé con el vigilante de seguridad, pero dice que no los ha visto –contestó inquieta.


— Estoy muy preocupada, tanto tiempo... y si... –repuse con cierta agitación.


— Ni lo menciones, todo estará bien, confía en mí –se apresuró a decir mi madre.


— Espero que lleves razón –musité sin disimular que este tema me mantenía agitada.

 

★★★★★

 

Era viernes por la tarde, caí rendida de cansancio. Entre estudiar hasta pasada la madrugada y la angustia por no saber nada sobre mis vecinos, el insomnio se había apoderado de mí estos días atrás. Así que como era de esperar, todo tenía su final. Y no sólo me refería al sueño acumulado que me llevó a dormir la siesta durante dos largas horas, sino a la incertidumbre que últimamente me tenía abducida:


— ¡Sofía! ¡Sofía! –me llamó mi madre a fin de despertarme–. Acaba de avisarme el segurata, ya han vuelto.


Ese "han vuelto" me hizo despertar al segundo, eso significaba que Rubén estaba bien y que Raúl debía haberlo acompañado de regreso a casa. Bueno, era una posibilidad. Pero al igual que en el amor, prefería agarrarme a ella por pequeña que fuese.


De modo que me preparé y me encaminé a la casa de enfrente. Mi madre me dió permiso para ello. Por el camino pensé en que lo mismo era demasiado precipitado visitarles nada más llegar, que estarían cansados del largo viaje y que aún no se habrían acomodado. No obstante, no aguantaría ni un segundo más sin conocer todo lo sucedido.


Nada más llegar, toqué el timbre un par de veces sin obtener respuesta alguna. Cuando estaba a punto de desistir, la puerta del rellano al fin se abrió. Mi sorpresa fue encontrarme a un Rubén con magulladuras visibles en la cara y en los brazos. Mi primera impresión fue de desilusión, por no encontrarme con Raúl. Seguidamente, me reprendí por no alegrarme de que su hermano estuviese bien.


— Hola Rubén, ¿qué tal estás? –pregunté mostrándome interesada en su salud.


— Hola Sofía, ya estoy mejor... Casi no la cuento –comentó demostrando que lo que había sufrido debía ser realmente importante.


— ¿Qué te ha pasado? –proseguí educadamente.


— Pasa, por favor. No puedo estar mucho tiempo de pie, me mareo –explicó él invitándome a entrar. 


— Está bien –acepté su ofrecimiento.


Se dirigió a su habitación, y mi vista se fijó en un primer momento en la puerta cerrada de su hermano; después preguntaría por él, ahora no era el momento. Por otro lado, recordé ciertas sensaciones cuando atravesé el umbral de la habitación de Rubén. Pensé en que eso significaría abrir de nuevo ese capítulo de mi vida, pero no con el mismo matiz amoroso de antes, sino como una relación cordial de futuro cuñado.


— He estado ingresado estos días en el hospital, haciéndome pruebas para descubrir si había algún hematoma intracraneal, pero por suerte todo ha ido bien –detalló él amablemente.




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