Eterno renacer

En los arboles se mezclaban

Al finalizar el evento de su madre, observó el coche morado de su amiga estacionado en la entrada de la empresa, se dirigió hacía ella y se ubicó en el asiento del copiloto mientras Carla encendía la radio pulsando algunos botones hasta encontrar una canción que le gustara. La melodía empezó a sonar y su amiga arrancó el auto acomodando sus lentes oscuros.

—¿Lentes de sol? ¿Amaneció y no me entere? —Ara sacó la cabeza por la ventana para confirmar que seguía de noche.

—¡Es parte del outfit! —chillo su amiga—, la clave para lucir bien está en usar accesorios —se soltó el cabello sin despegar la mirada del trayecto.

Mientras tanto, ella danzaba en un vaivén de pensamientos, desde las palabras de la mujer en la clínica, hasta la mirada de aquella chica que no podía sacar de su mente.

Apoyada en la ventana del coche, observaba la luna perdiéndose en sus recuerdos, analizando y tratando de darle sentido alguno a las cosas que sucedían en su vida últimamente.

—... yo no soy quién para decir que cosas existen y que cosas no —Carla miró a su amiga de reojo por encima de sus lentes—. De hecho, creo en todo eso del universo y la astrología, Por algo existe, ¿no?

—La astrología ya es otra cosa, incluso hay muchas coincidencias con lo que se dice y la realidad. ¿Pero la magia?

Para ella, la magia eran esos pequeños detalles que nadie podía ver pero que siempre están ahí, como ver un cachorro jugar en un charco de agua, un niño recibiendo su primer regalo de navidad o hasta la sonrisa de esa persona especial que le hace chillar el corazón. Eso era para ella la magia.

—Ay no lo sé Birki, yo elijo creer, ¡Mira si después nos hechizan por no creer en eso! —dijo haciendo una maniobra para estacionar el automóvil.

Entre risas bajaron del coche frente a un edificio extravagante, se podía leer en letras color neón la palabra "fémina" que como su nombre lo indicaba, era un bar exclusivo de mujeres: uno de los clubes más populares y escandalosos del pueblo, donde todos los fines de semana estallaba en mujeres que esperaban poder entrar.

Su amiga la guió a la pista de baile a la par de la música que sonaba por todo el lugar, alguien junto a ellas gritaba, otras se reían, una chica se tambaleo y empujo a Ara, pero ella fue más rápida y piso firme para no perder el equilibrio.

—¡Te dije que sería divertido! —gritó su amiga sin dejar de moverse —, ¡No hay nada mejor que un bar solo para mujeres! —Carla rió mientras movía su cabeza al son de la música.

— ¡Te hare caso más seguido! —exclamó ella siguiéndole el ritmo.

Ara sentía la mirada penetrante de alguien sobre su espalda que la tentaba a voltearse, trató de ignorarla, pero la sensación cada vez se volvía más intensa. Cuando finalmente se volteó, observó una cabellera rojiza que caía en cascada sobre los hombros de una joven que sonreía y la miraba de reojo cerca de la escalera.

Su vista se detuvo una fracción de segundos al ver a la mujer a su lado; era la misma chica del evento y en ese instante, la música comenzó a escucharse como si fuera un eco.

La bruja la miraba mientras llevaba la copa a sus labios, su piel desprendía un brillo pálido y su mirada era tan oscura como una noche nublada. Un intento de sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios cuando se metió nuevamente dentro de la mente de la castaña.

Había caído en la trampa.

Ara sentía como todo a su alrededor se detenía en cámara lenta, su corazón se agitaba y repiqueteaba con intensidad cuando la mirada de la bruja se encontró con la de ella.

Sus pies comenzaron a caminar decididamente en dirección de la joven de mirada oscura, pero una vez más, había desaparecido.

El bullicio dentro de fémina volvió a estallar cuando despego su mirada de ella.

—Birki, ¿te sientes bien? —volvió la atención hacia su amiga que había dejado de bailar, Ara asintió con la cabeza y le susurró entre la música que no se preocupara.

—¡Saldré a tomar un poco de aire! —exclamó para que Carla la escuchara entre la música.

El cambio repentino de clima y el frío helado de la noche la hicieron temblar una vez fuera del lugar. En la entrada había varias mujeres hablando divertidamente, pero entre el gentío, pudo ver el cabello color azabache de alguien que ya conocía bien; era la chica del accidente, la misma del evento, la que volvió a ver en fémina y la que la atormentaba a un punto de volverla loca.

Una punzada de un sentimiento que no logró identificar la recorrió de pies a cabeza.

La bruja se encontraba con la espalda apoyada sobre la pared, observando como en el cielo destellaban las estrellas, con sus manos metidas en los bolsillos dirigió su mirada por unos segundos hacía la joven.

—El plan volvió a fracasar —le dijo a su acompañante viendo como Ara se mezclaba entre la gente.

—¿Cómo supo que estábamos ahí? —preguntó Freya abrazándose a sí misma por el frio.

—Recuerda que también es una bruja, seguro su intuición la guió hasta nosotras.

—Lo sé, pero aún es muy pronto para hablar con ella. ¿Pudiste indagar en su mente?

—Si —hizo una mueca—, pero no pude averiguar nada, no estoy segura de que este al tanto sobre la magia —dijo Becca buscando a la joven con la mirada —. Hay algo raro en ella.

—¿Por qué es tan difícil dar con ella? —la pelirroja froto el puente de su nariz frustradamente—, ni siquiera con Luna fue tan difícil.

—Es algo... especial.

Ambas brujas sabían que el poder que tenía la joven era algo que no habían visto nunca, incluso más potente que el de ellas, podían sentirlo fluyendo por el aire sin tener conciencia de ello.

—Guíala hasta la mansión —ordenó Freya viéndola de reojo a unos centímetros de ellas, Ara se tambaleaba mientras jugaba con sus pies. Parecía distraída, pero estaba pendiente de la conversación—, quizás teniéndola a tu lado puedas entrar en su mente más fácilmente. Pero recuerda, no debes decirle aun sobre nosotras. No hasta saber a qué nos estamos enfrentando —la pelinegra asintió y comenzó a caminar siguiendo el plan.




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