—¿Sombras tenebrosas? ¿Acaso no es una película de Tim Burton? —indagó Carla mientras tomaba asiento frente a ella en la cafetería—¡Espera! —exclamó casi en un chillido haciendo saltar a Ara de su asiento—¿Estuviste viendo sus películas sin mí?
—¡Carla no me estas escuchando! —exclamó frustradamente.
—Birki linda, es que no tiene sentido lo que me estás diciendo.
—Es que ni yo sé cómo explicarlo, solo vi eso, unas sombras extrañas —dijo avergonzada. Seguro su amiga pensaría que se habría vuelto loca e incluso ella misma comenzaba a pensarlo.
—Eso no existe birki —negó con la cabeza—, tengo que irme —depósito un beso sobre la mejilla de su amiga para luego tomar su bolso y colocarlo sobre su hombro—. ¡Deja de mirar películas de terror! —comentó Carla antes de abandonar el lugar. La muchacha revolvía su café mientras cerraba el libro que estaba leyendo.
Apoyó su cabeza sobre su mano izquierda mirando pensativa hacía la mesa.
Todo lo que le estaba ocurriendo últimamente no tenía sentido, nada tenía sentido, su vida se había vuelto parte de una película de misterio donde las pistas que se cruzaban en su camino no la llevaban a ningún lado. Ella sentía que su existencia era una gran incógnita viviendo dentro de un oscuro mundo repleto de secretos.
Pasaba de un pensamiento a otro, intentando entender ese laberinto de sucesos cuando unas voces eufóricas bajando por las escaleras del lugar lograron llamar su atención. Ara levantó su vista y tragó saliva instantáneamente al sentir la voz de Becca acariciar sus oídos.
La bruja hizo contacto con su mirada y algo se encogió dentro de su estómago. Junto a ella, distinguió los ojos verdes de la chica del accidente, luego la seguía Sabrina y por último una joven de cabello rojo que la miraba con cierto destello de confusión. Ara desde su lugar, divisó que todas llevaban el mismo tatuaje de un dragón tradicional en diferentes partes del cuerpo.
Becca le susurró a las de su grupo que ella se encargaría, ya era hora de que la castaña descubriera la verdad de su mundo. Las Tiamat se dirigieron a la salida mientras que la pelinegra se encaminó hacía la mesa donde se encontraba.
Cuando Ara observó a la bruja caminando hacía ella se removió nerviosa en el lugar, solo Becca podía hacerla sentir como si le faltara el oxígeno.
—¿Se puede? —señaló el lugar vacío junto a ella.
—¿Ahora invades también mi lugar favorito? —preguntó mientras observaba lentamente como ocupaba el lugar en donde había estado Carla minutos antes.
—Pensé que querías respuestas.
—No te hagas la misteriosa y comienza —hizo un ademán con su mano para que continuará, aunque ella no estaba segura de estar lo suficientemente preparada para escuchar lo que la bruja tenía para decirle, pero aun así, anhelaba saber que era lo que estaba sucediendo.
—La sombra que te perseguía el otro día eran los Marduk —acotó la bruja.
—¿Marduk?
—Si —afirmó como si supiera de qué estaba hablando —. Los Marduk son una especie de guardianes del orden, su factor es vigilar específicamente a las brujas.
—¿Y por qué me acechan a mí? —preguntó con un nudo en la garganta.
Becca se encogió de hombros.
—Es lo que tratamos de averiguar.
La bruja se levantó de su lugar y rebuscó entre las estanterías de libros que se encontraban en la cafetería, pasó sus dedos por cada uno de ellos. La muchacha solo la miraba con atención desde su asiento sin poder descifrar lo que ella buscaba.
De una de las estanterías extrajo un libro color bordó el cual se titulaba "la batalla". Observó como Becca fruncía el ceño mientras pasaba las hojas del mismo. La bruja levantó la mirada y se encontró con la de Ara mirándola con atención y detenimiento.
—Aquí —su voz inundó sus oídos. La joven apartó su vista de ella para dirigirla a lo que le señalaba dentro del libro. La imágen de una mujer se hizo presente en las páginas que le señalaba, vestía unas telas color rojo y junto a ella se encontraban dos dragones de escamas moradas—, Según la leyenda, ella es Tiamat, la diosa del caos. Y él —señaló a un hombre con barba en la otra página—, es el Dios Marduk. Durante décadas estuvieron enfrentados y a partir de eso, se formaron asociaciones de magia designadas a cada uno. Básicamente, llevamos el poder de la diosa en nuestras venas —explicó.
—¿Entonces estás diciendo que la magia existe? —preguntó Ara mirándola atónita cuando todo comenzaba a tener sentido en su mente.
La bruja asintió.
—Yo soy una Tiamat —en un rápido movimiento apartó su cabello y le mostró aquel tatuaje de dragón que tanto le llamaba la atención —, En nuestro aquelarre, hay brujas, hechiceros, y druidas.
—Ajá, supongamos que te creo —comentó Ara con el ceño fruncido y Becca rodó los ojos debido a su desinterés—, Pero entonces, los Marduk y los Tiamat ¿Tienen algún tipo de rivalidad?
—Exacto, somos diferentes en todo sentido. Ellos honran al orden, y nosotras honramos el caos.
—Ya... y ustedes las brujas ¿ya nacen siéndolo? Quiero decir, ¿nacen con poderes? —Becca asintió.
—Existimos porque, cada tanto, nace un ser humano con un don: una dimensión especial en su mente que le permite hacer lo que para otros no sería más que un sueño —la muchacha la miró sorprendida— yo tengo el don de la telepatía. Las formas en las que se manifiestan los poderes de las Tiamat son muchas y variadas— dijo finalmente para levantarse de su lugar— Hay muchas cosas que no te puedo explicar aquí —miró de reojo a la gente que se encontraba en la cafetería.
Becca sacó de su bolsillo una pequeña tarjeta color negro, la joven prestó atención a lo que tenía escrito en la parte de adelante: Tiamat. En color rojo luminoso. Ara volteó la misma esperando que en la parte trasera tenga algún número de contacto, pero estaba vacía.
La miro confusa mientras la bruja se levantaba de la mesa.
—El número aparecerá cuando tu intuición lo indiqué —le guiñó un ojo y Ara se sonrojo.