Eterno renacer

En una noche hiriente

pueblo?

Ara estaba a punto de descubrir toda la verdad así que no podía evitar sentirse nerviosa.

Tomó asiento frente a la computadora y frotó las palmas de sus manos sudadas en el frío jean de sus pantalones. No lo dudo más, entró al buscador de Google y escribió: "Tiamat" Las mismas imágenes que le mostró Becca aparecieron en la pantalla, seguido de eso buscó "Marduk". Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, aún no sabía lo que querían de ella.

Volcó su atención en un texto en particular:

"Durante un tiempo domina el caos, y cuando Marduk vence, domina el orden. Cuando esto pasa es cuando Marduk (el orden) reina; pero llegará el día en que Tiamat dominará nuevamente para que todo regrese al caos..."

La joven jugaba con la pequeña tarjeta negra en sus manos mientras mordía su labio que comenzó a temblar de los nervios. La luz de la pantalla hacía que su mirada se reflejara en el brillo de las letras color rojo.

Al voltear la tarjeta se sorprendió al descubrir los números que se hacían visibles con cada segundo. La adrenalina se apoderó de su cuerpo, tomó su celular entre sus manos temblorosas y marcó los dígitos que anunciaban en la tarjeta.

—¿Hola? Ya tomé una decisión, quiero saber más de su mundo —dijo segura.

Al otro lado de la llamada se escuchaba una respiración pesada junto con unos sonidos de interferencia.

—¿Ara...? —pudo interpretar a través de los sonidos la voz de Sabrina. Su tono de voz mostraba preocupación y la intuición de Ara le decía que había algo extraño que hacía que su pecho se contraiga —. Becca fue atacada por los Marduk.

Entonces, toda la sangre se drenó de su rostro. Trató de repetirse a sí misma que no debía entrar en pánico, pero la opresión en su pecho cada vez se hacía más fuerte. Apretó los puños con tanto vigor que lastimó la palma de su mano al sentir el contacto de sus uñas contra su piel.

Colgó inmediatamente la llamada y se encamino preocupada siguiendo las indicaciones del lugar en donde se encontraba. Conocía el camino, era la casa a la cual siguió a la bruja la otra noche, la mansión que se encontraba en medio del bosque siguiendo por el camino de piedras.

El miedo se arraigó en lo más profundo de su pecho una vez que estaba frente a la puerta. Ni siquiera le hizo falta tocar cuando está se abrió dejando ver la melena rubia de Sabrina.

El ambiente dentro de la casa era bastante preocupante, Becca dolorida tumbada en el sillón, Freya a su lado intentando calmarla, Luna caminando nerviosa por todos lados mientras tomaba su cabeza entre sus manos y finalmente Sabrina que no sabía como reaccionar, tenía los brazos cruzados sobre su pecho con una mano sobre su barbilla y la vista perdida en la madera del suelo.

Ara concentró su atención en Becca quien estaba recostada en el sillón retorciéndose de dolor. El corazón de la castaña se detuvo una fracción de segundos al observar un moretón reciente en sus costillas.

Freya se acercó y posicionó ambas manos sobre la herida de Becca. Cerró los ojos, inhaló profundamente y una luz transparente descendió de sus palmas: en cuestión de segundos la herida comenzó a desaparecer.

—Luna, ya, cálmate —le dijo Sabrina a la morena que caminaba con movimientos bruscos por todo el salón sin parar—. Frey sabe lo que hace —dijo la rubia en un intento de calmarla.

—¡Es todo culpa de ella! —exclamó Luna furiosa acercándose a pasos pesados hacía Ara.

La joven dio unos pasos en reversa asustada al ver el color rojo fuego chispar en su mirada, pero se detuvo en seco cuando sintió que había chocado contra la puerta de la mansión.

—¡Desde que apareció lo único que hizo es traer problemas! ¡Es su culpa que los Marduk nos estén amenazando! —la señaló y la oscuridad revolotea en el verde vegetal de sus ojos, fruto de la aflicción o de la culpa, antes de que la rabia la haga desaparecer de nuevo.

—¡Basta! No es culpa de nadie —Sabrina se interpuso en su camino defendiendo a la joven de la rabia de Luna.

Becca se levantó del sillón para encaminarse hacía ellas. Ara miró con preocupación su abdomen donde su herida había persistido, pero ya no estaba. Se curó en lo que tardó en pestañear.

—Arantxa no tiene la culpa. Yo le dije que viniera —todas dirigieron su mirada hacía ella—, necesita respuestas al igual que nosotras.

Había dicho su nombre con tanta intimidad, que el solo escucharlo salir de su boca le provoco un cierto hormigueo en el estómago.

Luego de un rato, se sentaron en la sala y las tensiones comenzaron a disiparse.

La mansión de las Tiamat, era bastante hogareña, el aroma a canela se le pegaba al cuerpo con solo poner un pie adentro. Olía silvestre y dulce, a tierra y carbonilla como la magia antigua. Sin embargo, por fuera parecía salido de un cuento de hadas. Árboles, arbustos y demás hierbas se encontraban en el patio del lugar junto a los columpios pintados de blanco donde tranquilamente podría sentarse a leer, entre aquellos aromas de rosas silvestres que florecían en las profundidades de la tierra.

Ara recorrió con sus manos la estantería con libros que se encontraba en la sala, estaba cubierta por hiedras y flores que colgaban de ella dándole un aspecto más tétrico al lugar. A su lado había una estantería con características similares, pero a diferencia de la anterior, está contenía frascos etiquetados y acomodados que supuso que serían ingredientes para sus hechizos. También habían cristales ordenados por color, sahumerios, velas y un libro en el centro apoyado sobre un pentagrama que llamó su atención.

—No te conviene despertarlo —hablo Becca con las manos en sus bolsillos, apoyada en la esquina de la estantería.

—¿Por qué?

—Es un libro importante para las brujas, contiene mucha información —se acercó hasta ella y tomó su mano con delicadeza viendo con atención la marca de sus uñas—. Además, tiene vida propia y puede llegar a ser muy poderoso —acercó el rostro hacía la palma de su mano y en ella dio un fugaz soplido llevándose con su cálido aliento toda herida que hubiese en la mano de Ara.




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