Eterno renacer

clavada en su mente

La muchacha caminaba por el bosque bajo la iluminación de la luna que se reflejaba en el color Alba de sus ojos. Se oía el crujir de las hojas secas debajo de sus zapatos junto a la corriente que se llevaba sus penas a través del río.

Vio un rastro de sangre que formaba un camino de pequeñas gotas que la dirigían hacía un lugar en específico entre la oscuridad de los árboles que parecían inclinarse.

El viento soplaba en la misma dirección, incluso la luna parpadeaba alumbrando el sendero. No obstante, una bandada de cuervos graznaron y se detuvieron sobre la copa de un árbol donde empezaron a remolinar, como si toda la naturaleza se hubiera alineado para llevarla hasta allí.

Con precaución comenzó a encaminarse por el camino indicado llegando hasta el final del sendero de sangre. Observó a su alrededor, pero lo único que encontró fue un trozo de tela tirado en el suelo. Una, dos, hasta tres gotas de sangre cayeron sobre el rostro de Ara haciéndola mirar hacía arriba.

Su gritó inundó el silencio del bosque cuando una escena escalofriante se presentó frente a ella. Hasta las aves nocturnas que reposaban en las ramas del árbol se espantaron ante su chillido. En él, colgaba el cuerpo de una mujer: llevaba la soga rodeando su cuello y el pelo cubriendo su rostro, las telas que arropaban su cuerpo se encontraban destrozadas y cubiertas de gélida sangre. En el tronco del árbol, se podía leer la palabra "bruja" escrita terroríficamente.

Ara cerró sus ojos con fuerza intentando escapar de ese tétrico sueño y cuando abrió sus párpados, se encontró nuevamente en la comodidad de su habitación.

—Que buena manera de comenzar Halloween —murmuró vacilante intentando calmar su agitada respiración mientras abría las cortinas de su ventana. El cielo de la mañana se abrió repentinamente dejando a la vista una franja de azul claro, era una mañana fresca, se podía escuchar las conversaciones matutinas de las aves invadir el silencio de su hogar.

—«Ven más tarde a la casa Tiamat»— la muchacha saltó en su lugar cuando escuchó una voz en su mente.

—«¿Acaso no sabes usar los mensajes de texto?»—respondió de la misma manera.

—«La telepatía es más romántica»

—«La telepatía no es como las cartas, Becca. ¿A eso le llamas romanticismo? Parece más bien invasión»

—«Es que tu no entiendes mi romanticismo. Solo ven»

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Ara ante su insistencia.

—¿Será demasiado cliché si me disfrazo de bruja? —indagó con una mano en su mentón.

—«Debes venir con una prenda de color blanco. Honraremos a nuestras ancestras»

—«¿Puedes dejar de invadir mi mente?»

—«Lo intentaré.»

Cuando el reloj marcó las ocho de la noche, la muchacha comenzó a caminar por las calles de Abaddon. Fantasmas, murciélagos y telas de araña colgaban de los árboles, muchas casas incluso habían puesto calderos o lápidas en sus jardines. Grupos de niños disfrazados corrían de una puerta a otra gritando "¡truco o trato!". Princesas, esqueletos, superhéroes, animales... todos estaban en la calle.

Los habitantes del pueblo se lucían al decorar sus casas, siempre competían por cual se veía más tenebrosa y a decir verdad, todas ganaban. La casa Tiamat, era una de ellas, de por sí ya se veía como una mansión embrujada, pero sumándole los adornos y algo de magia, parecía salida de una película de terror antigua.

Cuando llamó a la puerta, una animada Sabrina la recibió.

—Entra, llegas justo a tiempo —dijo la rubia mientras la tomaba de la muñeca arrastrándola hacía dentro. Minutos antes, ella se había encargado de preparar una bruma de protección y decidió hacerla ni más ni menos que en un amuleto mágico—. Ya casi están— musitó emocionada deteniéndose frente a una pequeña caldera, de la cuál salía una humeante nube color verde.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Ara cuando distinguió el aroma a menta que se desprendía por todo el hogar.

—Un talismán de protección, hoy es un día donde andan más entidades de lo normal. En especial, los Marduk —respondió la rubia.

Aún así, Ara creía ingenuamente que el hecho de haber sido iniciada la ponía en una posición menos vulnerable ante los espíritus, los Marduk y la gente normal, cuando en realidad debía tener más cuidado que nunca.

La caldera comenzó a temblar generando un fuerte estruendo que hizo retroceder a la muchacha. Sabrina ayudándose de unas pinzas, retiro lentamente una delicada pieza de plata que dibujaba en ella la figura de un dragón y en el centro, se encontraba un ojo de color gris. La rubia miraba al amuleto con un brillo en su mirada, orgullosa de su creación, con sus dedos lo sacudió en el aire y este comenzó a levitar en dirección a Ara, donde finalmente se aferró al rededor de su cuello.

Mientras Sabrina se encargaba de retirar los demás talismanes, Ara se concentró en apreciar su nuevo amuleto, el collar con ojo de dragón sería lo que la protegería el resto de su vida.

La muchacha se sorprendió cuando el ojo comenzó a pestañear mirando en su dirección, pero una sonrisa se dibujó en su rostro cuando su iris se empezó a tornar de un color morado.

—¿Qué te parece? El color indica tu energía, el mío es color rojo —Sabrina sonrió señalando su amuleto, que también pestañeó reiteradamente cuando hablaban de él.

—Es precioso —admitió la castaña con una sonrisa, se sentía feliz de su nuevo compañero, porque para ella no era solo un objeto, era algo que estaría ahí con ella en todo momento protegiéndola de todo mal que se interponga en su camino—, creo que me ayudará a convertirme en una bruja de verdad.

—Convertir no es el término correcto, más bien estás aceptando una parte tuya que nunca supiste que tenías —la corrigió Sabrina mientras la invitaba a tomar asiento en el sillón —. ¿Sabes porqué se dice que está fecha es la noche de las brujas? Porqué los orígenes de la tradición se perdieron en el tiempo y se mezclaron con la nostalgia—Ara la miró con atención — . Hace más de trescientos años, nuestras antepasadas se reunían durante la luna llena en la plaza central de Abaddon donde le proclamaban a la diosa lunar por la salvación del pueblo. Era una época difícil, donde sus hijas morían debido a una peste que invadía las calles, comenzaron a realizar ofrendas y rituales para que la luna las iluminará con la luz de la esperanza. Hasta que un día, los rumores llegaron a los hombres de poder que gobernaban en ese momento —Sabrina agitó su mano en el aire y una hoja voló hasta sus dedos. Era una carta, por su apariencia, bastante antigua, escrita en tinta negra.




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