Eterno renacer

Rojos se tornaron mis labios

"Bienvenidos a Teivel"

Después del largo viaje, las palabras escritas sobre un letrero de madera les dieron la bienvenida a un pueblo que a simple vista se podía notar la belleza medieval. Viejos asentamientos nacidos en otra época que conservaban su esencia más genuina hasta la actualidad. Las viejas casas de madera y las calles adoquinadas rodeadas de plantas parecían el escenario de un cuento, donde los tejados eran rojizos, rematados con anchas chimeneas de piedra caliza, y las gruesas paredes presumían de un blanco casi impoluto, roto únicamente por el inescrutable paso del tiempo.

Era una tierra de colinas ondulantes, de bosques cargados de vida y de lagos claros sin fondo, donde allí crecía la magia.

De pronto, Freya estacionó la camioneta frente a una infinita porción de agua que llevaba un potente color azul mezclado de verde por las algas que habían dentro del mismo. Detrás de aquel lago, se encontraba una casa tal cuál la imaginaba Ara: perdida en el medio del bosque, cubierta de una vegetación verde que la hacía pasar casi desapercibida.

Era un paisaje indescriptiblemente brillante para los ojos de la castaña. Siendo influenciada por los pergaminos del pueblo, ella creyó que Teivel sería un pueblo oscuro y lleno de inquietantes criaturas, pero lo que tenía frente a ella, no se asimilaba en absoluto.

El puente de madera que cubría el lago crujía bajo sus pies cuando las brujas cruzaron hacía el otro lado. Al llegar frente aquella misteriosa casa, Freya llamó a la puerta dando tres golpecitos.

—No estés nerviosa, las brujas madres son solo ancianas amigables —le sonrió Luna mientras esperaban detrás de la puerta a ser recibidas.

—¿Quién dijo que soy una anciana? —se escuchó el crujido de la puerta abriéndose con lentitud mientras asomaba de ella una señora que Ara reconoció al instante: "Soy una bruja, en tu interior lo sabes a la perfección porque tú también lo eres. Y recuerda: muy pronto descubrirás la verdad"

Recordó la muchacha las palabras de la primer bruja que le mostró el poder de la magia.

—Yo.. no quise decir eso. Lo lamento señora Jones, no me refería a usted —habló Luna en un hilo de voz moviendo sus pies en el césped con vergüenza.

—Tranquila, después de todo, soy una anciana amigable —le guiñó un ojo la mujer de cabello rojo mientras invitaba a las brujas a su hogar.

El interior era todavía más acogedor de lo que parecía. El lugar estaba decorado con plantas aromáticas donde sus ramas se extendían por la habitación enredándose a través de las paredes. Una luz cálida provenía de una gran lámpara en el techo que fue iluminando el camino según se acercaban.

Becca notó la inquietud de Ara a su lado, por lo que tomó su mano dándole un cálido apretón.

—La señora Jones es la madre de Freya, su don es mover objetos con la mente —le susurró la pelinegra cuando la mujer se alejó.

—Lo sé, ya la conocí antes —admitió Ara sonriéndole a la bruja que se encontraba junto a ella incapaz de contener el calor que fluía en su corazón. El sentimiento que las enlazaba se hacía más indestructible con cada segundo que ellas compartían —. Meses atrás, fui al hospital de Abaddon por una quemadura en mi mano. En la sala médica, me atendió esa señora, la señora Jones —comenzó a explicar la muchacha cuando Becca la miró confundida —. Ese día, ella me mostró su don. Pero en ese momento yo solo pensé que era una tomadura de pelo, nunca imaginé terminar siendo una bruja —sonrió cabizbaja.

—No te preocupes —la tranquilizó la bruja pasando su mano por el rostro de Ara, acomodó su cabello para luego acariciarla con delicadeza—, todas pasamos por un momento así, la magia apareció en nosotras de manera inesperada —finalizó cuando la señora Jones apareció nuevamente en su campo de visión, pero esta vez, seguida de otras dos mujeres.

—Madre, quiero presentarte a una nueva bruja de nuestro aquelarre —le indicó Freya cuando la mujer se detuvo frente a ellas.

—Arantxa, por fin podemos presentarnos de la manera indicada. Sabía que llegarías al lugar correcto —le guiñó un ojo a la castaña y con un chasquido encendió la chimenea que se encontraba en el centro de la sala, haciendo que un aire abrasador envolviera la sala —. Tomen asiento, por favor —les señaló y las brujas se sentaron en el sillón detrás de ellas—. Déjenme que las presente, ella es Penelope, Sierra y Analise. Falta Roxane, pero como saben, ella siempre está en su altar —dijo la mujer señalando a sus compañeras con una risita.

La señora Jones, la cuál se hacía llamar Rosalie, era una mujer elegante y delgada que no demostraba en lo absoluto sus 40 años bien vívidos. A diferencia de ella, Penélope debía de haber visto pasar más de cincuenta primaveras, tenía unos ojos pequeños y seguros que soportaban unos párpados hinchados y arrugados.

Por otro lado, sierra tenía la nariz ancha y las mejillas rechonchas enmarcadas con espesos cabellos grises recogidos en un moño. Finalmente, Analise parecía ser más joven que las demás mujeres, llevaba unos labios carnosos y el pelo corto.

—Roxane es vidente —explicó Becca a su lado—, es una adivina mística con poderes sobrenaturales que puede responder preguntas sobre el destino, el pasado y el futuro. Es algo asombroso. Quizás ella te pueda ayudar a descubrir tu don.

—¿Y por qué no sale de su altar? —indagó Ara al no ver su presencia en la sala.

—Su altar, es su refugio. Tiene una anomalía bastante extraña en su rostro, eso es lo que la hace poderosa. La mujer nació sin ojos, en su lugar solo hay infinidad de piel que simulan ser escamas. Ella no tiene vista, aún así, se dice que cuando lee el futuro, percibe imágenes del momento.

Ara se sorprendió ante sus palabras y se removió algo nerviosa en su lugar.

—¿Cómo va tu estadía con las Tiamat, Arantxa? —se dirigió Rosalie hacía ella.

—Asombroso. Cada día aprendo algo nuevo sobre este mundo —respondió tímidamente dada su reacción en su último encuentro—. Quería pedirle disculpas señora Jones... ese día, en el hospital, no sabía que era ser una bruja, incluso a veces sigo preguntándomelo. Pero ahora me alegra haber encontrado mi lugar —respondió inquieta jugando con sus pies.




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