Eterno renacer

Cuando nos besabamos

"Al principio de los tiempos, el hombre y la mujer fueron creados iguales. Del mismo barro y la misma saliva crearon a Lilith y Adán, la primera bruja y el primer cazador. Pero la mujer, viéndose su igual, se rebeló un día ante sus constantes exigencias y lo abandonó, fue la primera mujer liberada de la historia de la humanidad.

De esa manera creció la furia del cazador, hasta que apareció Eva. Un día, la segunda mujer de Adán se encontró a Lilith cerca de un lago, y descubrió que no era la demoníaca que todos contaban. Sino una persona igual a ella, ambas creadas para el mismo hombre.

Eva, admirada por el acto de rebeldía de Lilith, comenzó a conocerla, cada una contó su historia, entre risas y llantos, descubrieron que son compatibles. Se enamoraron, Eva al igual que Lilith, se rebeló contra Adán. Ambas se negaron a seguir su destino.

Es por eso que la elegida, fue creada para salvar a las mujeres: Rebelde como Lilith y apasionada como Eva, iniciará la revolución"

Dictaba la profecía escrita en las páginas del libro de las sombras que pertenecía a las brujas antiguas. Las páginas de aquel libro estaban amarillentas y se habían vuelto más gruesas, saturadas por la humedad de los años.

Como de costumbre, las brujas madres se habían congregado en el jardín secreto donde la luz brillante del sol iluminaba el pequeño altar de piedra sobre el que reposaba el libro.

Analise y Sierra fueron las primeras en llegar y ubicarse delante del altar. No tuvieron que esperar mucho a que llegara Rosalie quién se situó en medio del círculo, detrás del altar, a poca distancia del libro vetusto.

—Esta mañana, Roxane me dio a conocer una información valiosa —dijo la mujer de cabello rojo, observando firmemente a sus compañeras. Ella sabía que lo que diría a continuación haría explotar una bomba en la mente de las brujas.

—¿Cuál será esa información, Rosalie?

—Su más reciente presagio determinó el paradero de la elegida —dijo en un susurro, tan despacio que las otras brujas tuvieron que acercar su rostro para escuchar las palabras que salían de su boca —. Roxane la visualizó caminando por el castillo de la reina demoníaca. Es alguien que se encuentra cerca de nosotras, pero aún tan ingenua que temo de su capacidad.

—¿Arantxa, verdad? —preguntó Sierra a su lado —. También lo pensé. Desde el principio me extrañó la rareza del asunto —dijo con una mano en su barbilla, pensativa —, no es casualidad que haya aparecido en este momento y que consigo haya traído solo desgracias a las jóvenes Tiamat.

—¿Pero, por qué esas caras largas? —Analise, entusiasmada encendió con la punta de sus dedos las antorchas que las rodeaban —. ¿Acaso soy la única que ve lo que está sucediendo aquí? ¡Tenemos a la elegida frente a nuestros ojos! Debemos aprovechar la oportunidad —exclamó levantando el libro en el aire, para luego dejarlo en su lugar.

—Es solo una niña, Analise...

—Rosalie tiene razón, es una aprendiz de la brujería. No sería muy inteligente mandarla a la boca del lobo. La pobre niña ni siquiera sabría que hacer... —Sierra chasqueó la lengua, estando de acuerdo con Rosalie —. Es muy peligroso, no solo para ella. Sino también para nosotras, porque si algo sale mal, si el más mínimo hechizo termina saliendo mal. Estaremos acabadas.

—Estamos hablando de la elegida —insistió Analise, enfatizando en la última palabra. Rosalie simplemente parpadeó. Ella no presionó, no le pidió que se explicara, porqué sabía a qué se refería —. La hija de Lilith, con sangre de bruja. Una hija que no nos devolverá la fuerza, sino la capacidad de reconocerla, y que nos enseñará a utilizarla contra los que nos hicieron daño durante todo este tiempo.

—Quizás tengas razón.... Esa muchacha, así como la vemos, tiene una potencia que nos sacará a todas de este calabozo.

Las tres brujas se encaminaron hacía la cabaña, ocultando detrás de sus miradas cómplices el secreto que podría llegar a salvarlas. Se detuvieron ante la puerta de madera desvencijada al escuchar unos pasos detrás de ellas que las hizo ponerse en alerta, pero se relajaron al escuchar las risas enamoradas de las jóvenes brujas. A sus espaldas, aparecieron Ara y Becca, sonriendose una a la otra. Las brujas madres voltearon con sorpresa.

—¡Muchachas! ¿Qué hacen por aquí? No las había visto salir —Rosalie rompió el silencio.

—Salimos temprano, señora Jones. Nos quedamos viendo el amanecer frente a la laguna —respondió Ara con tranquilidad.

—A donde el corazón se inclina, el pie camina —Sierra les guiñó un ojo y Becca sonrió tímidamente.

—¿Entramos? Hay cosas que debemos hablar —Rosalie giró sobre sus talones y empujó la puerta, se deslizó hacía la entrada con su capa roja ondeando detrás de ella. Sus pasos repiqueteaban a través del piso de madera, y las lámparas proyectaban sombras interminables a través de su expresión determinada.

Una vez en la sala, se encontraron con las otras Tiamat. Sabrina llevaba unos lentes con borde de alambre sobre el puente de la nariz, mientras que en sus manos, yacía un libro titulado "Hechizos de luna". Al percatarse de las demás brujas, les dedicó una sonrisa mientras bajaba sus gafas y las colocaba sobre la mesa. Por otro lado, Freya se encontraba a su lado, concentrada, escribiendo unas notas en su diario.

—Luna... ¿Qué llevas ahí? —preguntó Ara, un tanto asqueada al ver como la morena sostenía en sus manos un frasco repleto de insectos.

—¿Qué? ¿Esto? —señaló el frasco con las criaturas dentro—. Es para los hechizos, resulta que en Teivel, los insectos tienen un líquido mágico en ellos —Ara hizo una mueca y Luna rio con diversión— ¿Te pensabas que las brujas solo usábamos hierbas y velas para realizar nuestros hechizos? No, no , no —la bruja de ojos verdes, se acercó hasta el oído de la muchacha —. Hay rituales poderosos que se necesitan más que eso, ingredientes que ni te imaginas.




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