Eterno renacer

Cayendo en el hueco

«Crack Crack Crack».

Se escuchó. El esqueleto gimió, traqueteando y tintineando mientras se levantaba. A pesar del hueco que reemplazaba sus ojos, las brujas sintieron como si la mirada de aquel fenómeno hubiera conectado con la de ellas. Freya tiró de Sabrina para que reaccionara. Estaba demasiado asustada para protestar por el dolor que le recorrió el brazo ante el tirón.

—Está bien, ahora escúchame —dijo Becca cuando la muchacha a su lado comenzó a temblar. Su voz estaba tan tranquila que apenas era un susurro—. Voy a necesitar que mantengas la calma.

—Creo que ya superamos eso —Ara había cerrado los ojos con fuerza con la esperanza de contener las lágrimas que le hacían cosquillas en los bordes. Nunca había visto algo tan horrible. Una persona sin piel, con nada más que el duro interior que le daba forma, ya no era un humano. Era un monstruo—. ¿Qué haremos ahora? Me parece un buen momento para comenzar a correr —los ojos de la castaña parpadearon a través del bosque oscuro, observando el esqueleto a unos cuantos centímetros de ella.

Al oír los susurros, el esquelético sujeto que tenían ante ellas levantó la cabeza, absorto. El aire vibraba con el crujido y el estrépito de los huesos moverse, las brujas comenzaron a retroceder, pero el interminable chasquido de las hojas bajo sus pies hicieron resonar el aire vacío.

Ara se había vuelto blanca como una sábana cuando el esqueleto comenzó a caminar con movimientos espasmódicos hacía ellas.

—Vamos. —Sin pensarlo, Becca tomó su mano. Los árboles que las rodeaban eran enjutos y delgados, apenas lo bastante grandes para darles cobertura. Pero Becca quería mantenerse oculta, quería proteger a la muchacha. Se ocultaron detrás del tronco más grande que pudieron encontrar, con los hombros apretados y las manos aún entrelazadas.

—¿Qué se supone que es eso? —susurró Ara en voz baja. Intentando mantener la calma, incluso cuando el crack se hizo más fuerte. Incluso cuando sabía que su tranquilidad era una mentira.

—Probablemente sea una bruja que intentó cruzar el bosque y no lo logró. O también algún humano que le ganó su curiosidad y quedó atrapado en el hechizo de la bruja antigua. No lo sabremos hasta encontrar la cabaña —respondió Becca a su lado.

Freya y Luna, se encontraban ocultas detrás de un arbusto, escuchando como los pasos del esqueleto se hacían cada vez más fuertes. Sabrina por otro lado, intentada luchar contra el fenómeno. De sus manos salían disparados hechizos color escarlata que impactaban contra la dureza de los huesos que crujían y se volvían a unir.

—¡Ya no sé qué hacer! —exclamó exhausta. Sus hechizos estallaban contra el esqueleto, pero nada lo detenía, porqué no existía ¡nada! que hubiera resultado eficaz contra él—. El plan de Ara de escapar corriendo, no me parece tan mala idea después de todo... —dijo la rubia dando unos cuántos pasos hacía atrás cuando el fenómeno amenazó con abalanzarse sobre ella.

Las brujas se miraron entre sí, y comenzaron a correr, siendo perseguidas aún por el esqueleto blanco que tintineaba con cada paso que daba, Luna volteaba de a ratos y con su mano libre, tiraba algunos destellos verdes hacía atrás, levantando grietas y rocas que el esqueleto debía esquivar para ganar algo de tiempo.

Ara casi lloró de alegría cuando los árboles se abrieron al fin a una cabaña oculta en el fondo del bosque, corrieron hasta llegar a salvo.

Una vez frente a la vieja cabaña de roble, sintió que de a poco podía volver a respirar. Agachada, con sus manos apoyadas sobre sus rodillas, intentó recuperar el aliento mientras observaba a una anciana con una amplia sonrisa aparecer a través del marco de la puerta de madera.

—Hace años que no veía a nadie pasar el bosque con tanto valor. Deben tener una importante razón para haber venido hasta aquí —habló la mujer y sus ojos se arrugaron delicadamente en las esquinas cuando sonrió—. Gracias Lilura, puedes volver al bosque —
apoyada en su bastón, le hizo señas al esqueleto que se tambaleaba detrás de las brujas—. Es una gran guardiana, ella no tuvo el coraje para llegar hasta aquí como ustedes. Se perdió en el bosque hasta que su cuerpo se comenzó a descomponer, es una pena, parecía una buena muchacha —chasqueó la lengua, mirando como el esqueleto se retiraba nuevamente por los árboles—. Tuvieron suerte de encontrarse solo con ella, ahí afuera hay cosas peores —dijo la mujer de figura bajita y de pelo cano—. Pasen, por favor.

Tanteó la puerta, abriéndola lo suficiente para que las brujas pudieran entrar. Ara suspiró de nuevo, esta vez a todo volumen. Había sido una noche particularmente desagradable.

—Quién diría que una señora tan amable como ella sería la encargada de manejar a esas horribles criaturas —admitió Sabrina, mientras se deslizaba rápidamente dentro de la cabaña para luego cerrar la puerta detrás de ella.

—Lo sé... quizás se sentía sola en este escalofriante lugar, y decidió adoptar los esqueletos —Luna se encogió de hombros.

—Luna... ¿De donde sacas esas ideas tan extrañas? —la reprimió Freya, caminando por delante de ellas—. Elvira utiliza los esqueletos a su disposición, son guardianes del bosque. Esas cosas están muertas, por eso es tan difícil enfrentarse a ellas, ningún hechizo puede matarlas más de lo que ya están.

Las primeras luces de sol entraron por la ventana de la cabaña, el aire olía a lavanda recién cortada, el aroma flotaba a través de la mañana en una neblina púrpura. Una ligera lluvia comenzó a caer, golpeando un ritmo constante contra el techo, golpeando suavemente las puertas de madera que cerraban la ventana.

Elvira cruzó una cortina, y detrás de ella, se abría paso a la cálida sala. Ara se sentó, estoica y silenciosa frente a la mesa. Una vez, el sonido de la lluvia había sido reconfortante, le había dado una mente clara y una sensación de paz. Pero ahora solo era agua, cayendo del cielo, golpeando el lugar. Un sonido y nada más.




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