Eterno renacer

Rompió las cadenas

—¿Ara? —sentía la voz de la bruja como si fuera un eco dentro de su cabeza, se escuchaba lejos y distorsionada.

La joven no entendía lo que sucedía en ese momento, ella sentía como sus párpados se movían con rapidez intentando abrir sus ojos, pero había algo que lo impedía.

—¡Ara! ¡Despierta! —esta vez, escuchó la voz de Freya quien sonaba preocupada. Ara reconocía sus voces, sin embargo no podía responder a ellas. Sentía como su garganta quemaba y sus oídos pitaban con intensidad. Estaba fuera de sí.

Percibió unas fuertes manos que se aferraban a su cintura guiandola a descender. Era una sensación extraña, por alguna razón, ella sentía que flotaba. Hasta que de repente, cayó como peso muerto al suelo y en ese momento las imágenes se volvieron más nítidas. Lo primero que vio al abrir sus ojos fue el rostro de Becca, en su mirada reconoció una mezcla de miedo y preocupación que hizo acelerar su corazón.

—¿Qué sucedió? —preguntó mientras se ponía de pie con la ayuda de Luna. La joven bruja sintió como su pierna ardía, y notó que un hilo de sangre caía por sus muslos producto de la reciente caída.

—Entraste como en una especie de trance. Estuviste así durante unos cuantos segundos —comenzó a hablar Sabrina. Las demás no se habían percatado de aquella situación, seguían realizando sus diversos rituales lejos de lo que ocurría.

—Estábamos hablando de lo más bien, cuando tus ojos se volvieron completamente blancos. Como si hubieras sido poseída por algo —respondió Becca, con su pulso acelerado. Por un momento sintió como si su corazón fuera a salirse de su pecho, pero ahora que su amante volvió a la realidad pudo suspirar con tranquilidad—, y de repente, comenzaste a levitar. Me asusté tanto... nunca había visto algo como eso —dijo acunando con sus manos el rostro de Ara.

Entonces, ella recordó lo que había visualizado. Cerró sus ojos y el aire se detuvo en su pecho, el corazón dejó de latirle. El cuerpo entero se le paralizó con un temblor repentino. Las paredes de su garganta colapsaron sobre sí mismas hasta asfixiarla. Las imágenes se sucedían ante sus ojos cerrados. Los Marduk, la muerte repentina de las brujas, la destrucción, el advenimiento de la magia. Se sintió tan real como si lo hubiera vivido en carne propia, como si se hubiera teletransportado a la desgracia que iba a ocurrir.

—Fue un presagio —murmuró— .Estoy casi segura. Fue demasiado real —dijo masajeando su sien cuando las imágenes espeluznantes la volvían a asechar.

—¿Estás segura? —preguntó la morena, algo inquieta—. Es la primera vez que te vemos de esa manera. Debió ser algo tenebroso, ¿verdad? —dijo mordiendo sus uñas con nerviosismo.

—¿Que viste, Ara? —indagó Freya mientras le daba un leve apretón a Luna en el hombro, intentando tranquilizarla.

—Los cazadores... sí, eran ellos. Estaban aquí mismo, en la reunión —Ara cerró sus ojos con fuerza ante la jaqueca, era un intenso calor que le quemaba en el fondo de su mente, y las piernas, que hasta ese momento estaban estables y firmes, se transformaron en briznas de hierba que se levantaron con el mínimo soplo de viento.

Ara perdió el equilibrio, estaba demasiado mareada para mantenerse de pie. La pobre hubiera caído nuevamente sobre el chichón de su pierna si las Tiamat no la hubieran sujetado con fuerza de sus brazos. Esa sensación se parecía a lo que sintió el día que con su mejor amiga robaron un frasco de licor de la reserva secreta de su madre y se lo bebió todo de un trago.

—¿Estás diciendo que algo ocurrirá aquí mismo? —preguntó Becca, sujetándola de la cintura.

—¡Sí! —exclamó con desesperación en sus ojos—. ¡Deben avisarles, hay que salir de aquí! ¡No hay tiempo! —las brujas decidieron seguir la intuición de la castaña, y comenzaron a separarse para darle advertencia a las expectantes que se encontraban en la reunión.

—Quédate aquí, aún estás débil.

—Becca, por favor... tienes que advertirles —suplicó Ara, sujetándose del brazo de la bruja mientras apoyaba con delicadeza su espalda contra la corteza de un árbol.

—Nosotras nos encargaremos de sacar a todas del lugar, no te preocupes bonita —Becca le dedicó una sonrisa melancólica. Ella podía percibir a través de la mente de la muchacha como sus emociones estaban alborotadas, era un temor tan feroz que no podía controlar.

—Ten cuidado.

Ara observó a la bruja mezclarse con las paganas. Una vez que se alejó, el miedo asciendó otra vez trepando su columna como una hiedra. Ella intentaba volver en sí y alejarse del deseo de abandonar aquel temor que le nublaba la mente. Pero no había caso, sabía lo que iba a ocurrir y no podía mantenerse tranquila.

El mensaje comenzó a dispersarse a través de las mujeres que esperaban ansiosas a ver lo que sucedía. Muchas desaparecieron entre las penumbras del bosque, otras no sabían como reaccionar, y otras simplemente esperaban atentas. Pero no todas lograron salir a tiempo.

Porque entonces las copas de vidrio comenzaron a estallar, y el fuego de la hoguera que aún ardía rugió con magnitud. Los Marduk las habían encontrado, era la oportunidad perfecta para ellos de atacar: una reunión de brujas, donde la elegida, su pérfida enemiga se encontraba.

El poder del fuego, infundido con la magia, era tan brillante que nublaba todos los sentidos de Ara. Con dificultad y arrastrándose en el árbol se pusó de pie, aún seguía débil pero necesitaba encontrar a las Tiamat. Recorrió el bosque con su mirada, con la esperanza de encontrarse a Becca, pero en su lugar se encontró con la muchedumbre intentando escapar, con los gritos ahogados de quienes fueron capturadas por los cazadores y los destellos de magia volando por sobre las sombras.

Ara esquivo los hechizos aterrada. Desesperada, no sabía hacia dónde huir. No había rastro de Becca, ni de las demás. Estaba sola, atrapada en un interminable bosque con seres oscuros que querían atentar contra ella. Se hinchó de coraje y continuó su camino, debía salir de ese lugar. Pero le costaba despegar los pies del suelo, parecían de  plomo, su pierna aún le dolía. Estaba perdiendo visión, las piernas le flaqueaban y las manos le sudaban.




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