Eterno renacer

Dejando barrerte

—Tu sopor de luciérnagas es lenta astronomía...—escuchó el susurrar de las luciérnagas que se encontraban en el bosque—, que gira en mi susurro de follaje en el viento —Ara giró en sus talones. Esta vez, escuchó el murmuro del viento—, y alas da a los suspiros de las almas que escondes...

Se encontraba en un bosque, diferente y mágico. No sabía si era producto de su mente o si estaba soñando despierta, pero conocía ese lugar. Soñaba con él de pequeña, cuando los problemas la agobian, antes de dormir le rogaba al universo escapar aunque sea un momento de la lóbrega realidad, y este se lo concedía, llevándola a un lugar mágico dentro de su mente. Ese bosque encantado donde los insectos hablaban y el viento susurraba, siempre fue su escape.

Ella pudo construir un mundo lleno de un realismo único e incomparable como también pudo fabricar otro decorado de fantasía, en el cuál, podía vivir sin preocupación alguna de todo aquello que le aquejaba y le rodeaba.

—¿Murió aquí el cazador, al pie de las orquídeas, el cazador nostálgico por tu magia embriagado? —sintió el cantar de las flores, como una melodía aguda—. Oh, bosque: tú que sabes vivir de soledades, ¿a dónde va en la noche el hondo suspirar?

Ara siguió recorriendo aquel espacio de color verde brillante que cegaba su mirada, las flores cantaban y se movían con el suspiro del viento, escuchaba a los insectos como un interminable siseo e incluso también escuchaba el respirar de los árboles. Era extraño, el calor que se deslizaba por su piel, el deseo que tenía de inclinar su rostro hacía el cielo.

¿Es un juego de su mente, o era real?

—Eso solo lo sabes tú —Ara volteó, buscando de donde provenía esa extraña voz. Y se dio cuenta, que quién le hablaba, era una pequeña roca en el suelo, o eso creyó—. El sueño desde cierto punto es parte de la realidad, son un reflejo de tu conciencia. Piénsalo, este bosque fantástico lo creaste tu misma —dijo la roca mágica pero Ara decidió ignorar su inútil consejo.

La muchacha se acurrucó en un árbol, el cuál con voz grave le permitió descansar sobre su corteza. Ya no sabía a donde más ir, aquel lugar fantástico era un laberinto sin salida. Vio a las hormigas pasar en hilera frente a ella y en ese momento sonrió al recordar a Rebeca.

Apoyó su cabeza sobre la corteza del árbol y cerró sus ojos. Si de verdad era un sueño, quizás esa sea la manera de escapar. Pero cuando sintió que su táctica estaba funcionando, un sonido proveniente de un arbusto la hizo volver a abrir sus ojos. Ara se puso de pie, y agarró una roca para defenderse de lo que sea que la asechaba. Ignoró el quejido de la piedra y se acercó al arbusto, pero lo que vio a continuación llenó de lágrimas sus ojos.

—¿Madre? —preguntó. La mujer estaba allí, parada frente a ella con su singular sonrisa.

—Ara... —respondió ella con tristeza en su mirada—. ¿Porqué huiste?

—No lo entenderías mamá —se lamentaba, las palabras se atascaron en su garganta—. Soy mágica, mamá. Soy una bruja —Ara se mordió el labio con tanta fuerza que sangró. Se concentró en el dolor, el olor brillante y oxidado en su lengua. No lloraría. No podía llorar.

Su madre la miró, desde la lejanía.

—La magia mató a tu padre, ¿sabías?

—¿De qué hablas? Papá nos abandonó —dijo intentando acercarse a ella, pero una fuerza sobrenatural le impedía caminar más allá—. Nos dejó solas, a ti, a mi.

—Te mentí, Arantxa. Temía que supieras la verdad, tenía miedo de perderte de la misma forma que a él —Ara se estremeció y apretó la mano en un puño al escuchar las palabras de su madre—. Cuando naciste, tuve un sueño. Sabía que eras especial, que serías importante en el futuro. Es por eso que siempre intentamos protegerte, hasta que un día... —dijo su madre, con su voz ronca y aguda—. Unas sombras invadieron nuestro hogar, ahí supimos que estabas en verdadero peligro. Tu padre se adelantó y nos ocultó en el granero para mantenernos a salvo, pero él nunca llegó.

Las lágrimas comenzaron a caer por sus ojos. Siempre tuvo la respuesta, siempre estuvo ahí, oculta en el cuerpo de su madre. Ella lo sabía y le mintió desde su niñez, sobre su padre, sobre su esencia. En su momento tener conciencia sobre quién era, la habría salvado en muchas ocasiones, hubiera buscado ayuda para entender quién era realmente. Pero no saber, hizo que se lanzara a ese mundo como una recién nacida; sin conocimiento, sin consciencia. Enfrentando todo por si sola.

Se sentía dolida, traicionada.

—¿Por qué me dices todo esto ahora? —las lágrimas se pegaban a las pestañas de Ara como moscas a una telaraña. Quería evadirse de toda esa locura, despertar de esa pesadilla que la torturaba.

—Porqué no quiero que termines como él. Sálvate, Arantxa —dijo su madre. Pero no era su madre, en realidad no. Quizás era su imágen, pero no su corazón.

Ara sintió como su pecho se contraía una y otra vez ante la confesión de la mujer. Sea ella o no, tenía sentido. Contuvo el nudo que le subía a la garganta y vio como su madre se convertía en miles de luciérnagas hasta desaparecer por completo.

—¡Esto no es real! ¡nada es real! —sollozó cansada, con sus rodillas en el suelo.

Su cuerpo gritó que se levantara, que debía salir de ese lugar. Se lo debía a ella misma, a su padre, a Becca. Estaba tan cerca de salvarlas a todas, y, sin embargo, incluso mientras lo pensaba, la luz comenzó a desvanecerse. Estaba tan, tan cansada. Cansada de intentarlo y cansada de fracasar, cansada de las mentiras y cansada de aquel mundo.

Quizás sería mejor rendirse.

—Ara, tienes que despertar —la joven levantó los ojos de donde estaban fijos en la hierba y jadeó al reconocer la voz de la bruja.

—¿Becca? —preguntó al cielo, barriendo con el dorso de su mano las lágrimas que caían sin cesar por su rostro. Su voz parecía cercana, sin embargo la bruja no estaba ahí.

—Los Marduk están jugando con tu mente. Te mantienen encerrada en ella y te torturan con tus inseguridades. Debes escapar.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.