Epilogo.
El destino existía..., porque el destino le había dicho a Becca que la chica fría, empecinada, que ella había arrastrado a la mansión sería la que rompería el hechizo de la magia oscura, porque el destino la había mantenido con vida solo para llegar a ese punto, solo para ver si ella podía con todo.
Y así fue, ella logró acabar con los cazadores, logró terminar el propósito de la diosa Tiamat. No podía apartar la mirada de la verdad que sonaba en su cabeza. Ella los había matado. Los había asesinado.
Pero esa era su misión. Dejó salir sus miedos hasta poder enfrentarlos. Se volvió valiente, fuerte, decidida. Se convirtió en alguien que jamás pensó que sería. Una bruja. Una mujer que jamás podría ser dominada, ni eliminada, ni manipulada, porque pertenece fiel a su propia verdad: El amor por sí misma y las demás, la naturaleza y los animales.
Ella no creía en la magia, hasta que finalmente, la vio con sus propios ojos. Porque la magia era un puente que permitía ir del mundo visible hacía el invisible. Y aprender las lecciones de ambos mundos. Gracias a eso, conoció también el amor, la sanación, la libertad.
Ara veía está historia perfectamente, los momentos cortaban cristal en su mente. Recordaba esta historia, cómo un gran cuenco transparente que llevaba un mar de emociones: la culpa, la soledad, el anhelo, la mentira.
Recordaba pequeñas ráfagas de alegría, la calidez del amor de su madre y como la traición la había alejado de ella. Recordaba a Carla y todos los momentos vividos lejos del mundo mágico. Eran historias que llevaría siempre con ella, memorias que quedarían en el pasado y formarían parte de quien fue en algún momento de su vida. Esa misma que le había enseñado que había que elegir muy atentamente a las personas en las que depositar la confianza. Y ahora debía despedirse de cada recuerdo que alguna vez disfrutó, sintió y vivió en el mundo humano.
Becca por un momento pensó que todo había sido en vano, que no volvería a ver a la muchacha después de todo lo que luchó para vencer. Sin embargo, ahí estaba ella. De pie, salvaje y emancipada.
Porque descubrió que podía contra todo, y que no moriría de aquella manera cuando aún le faltaba tanto por recorrer, por descubrir. Principalmente con la bruja, quién se encontraba junto a ella observando el crepúsculo en una colina empinada.
Ara se escurrío entre los brazos de Rebeca y la besó con suavidad. Sus bocas rozandose y no podía pensar más que en la sensación de ser sostenida y acariciada por su alma gemela.
—Gracias por hacerme feliz. Eres mejor que un té de manzanilla —dijo la bruja, sobre su rostro.
—¿Podrías acostumbrarte? —preguntó Ara con una mezcla de desafío y miedo.
Becca la miró a los ojos. Eran los mismos ojos color alba y profundos de los que se había enamorado hacía unos meses.
—¿Te refieres al hechizo que lanzaste sobre mi? Por supuesto.
La muchacha sonrió. Lo que las unió fue un amor absoluto, auténtico, fuerte. Tan fuerte que eclipsaba todo el mal que habían tenido que afrontar. Rebeca Carlson le enseñó sobre el amor, no hay amor más grande y puro que aquel que nace en libertad.
—Me parece justo.
Ara se sentía féliz. Ya no debía preocuparse de nada. Todo ese torbellino de emociones que bullía en su interior había cobrado sentido cuando emergieron los colores. Estaba enamorada.
—Vamos a casa —dijo la bruja. Mientras la daba la mano para acompañarla hasta la mansión.
FIN.
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¡WOW! Finalmente está historia llegó a su fin. Debo admitir que fue todo un desafío para mi. Si llegaron hasta acá déjenme agradecerles y espero que la hayan disfrutado tanto como yo disfrute escribirla.
Besos mágicos, brujis✨❤🐉