Apenas empezó el amanecer, Liam se puso de pie. Había dormido muy poco, pero ya estaba acostumbrado.
Caminó lentamente hacia la cocina y, aunque odióaceptarlo, se sorprendió por lo que vio: un delicioso desayuno lo esperaba en la mesa.
Miró hacia la cocina y allí estaba Aurora, terminando delavar los platos.
Liam se detuvo en seco. No estaba acostumbrado a que invadieran su espacio, menos aun con tanta naturalidad.
— ¿Qué es todo esto? — preguntó, sin disimular la desconfianza.
— Desayuno. Espero que no te moleste. — respondió ella con ligereza, secándose las manos en un paño.
La sonrisa de Aurora parecía fuera de lugar en medio de la tensión que aún pesaba entre ambos, pero había algo en ella que desarmaba cualquier intento de frialdad.
— ¿Cómo sé que no tiene drogas o veneno?
Ella no respondió, solo se dirigió a la mesa y agarró un sándwich junto a un vaso con jugo. Comenzó a comer al frente de él.
Liam asintió, entendiendo a lo que se refería. Entonces,empezó a comer sin preocupaciones.
— Esto está… delicioso.
Liam odió admitirlo. Odiaba aún más la chispa que se encendió en su pecho. Una pizca de calidez, mínima, apenas perceptible, pero suficiente para incomodarlo. No estaba acostumbrado a sentirse así, y detestaba que viniera de alguien que… no conocía.
— Sé que piensas que estoy loca, pero necesito que al menos escuches. Anoche estuve pensando en pruebas para que me creas y… — sacó un dispositivo de su bolsillo. —este… es un celular de mi línea de tiempo…
Liam lo tomó y le echó un vistazo.
— ¿Eso se supone que es un celular?
Aurora lo activó con apenas un roce de su dedo. El cristal se iluminó, y un haz de luz se elevó proyectando un holograma en el aire: una interfaz flotante y nítida.
— Funciona con bioseñales. — explicó ella, sin apartar la vista de él. — Lee impulsos eléctricos, emociones… incluso pensamientos. No necesita satélites, se conecta por red cuántica. La comunicación es inmediata, aunque estés al otro lado del planeta.
Liam se inclinó hacia adelante, observando con un gesto neutral, aunque sus ojos no ocultaban la tensión.
— Eso no existe. — replicó, cortante.
— Tócalo. — dijo ella.
Él extendió la mano con cuidado, como si se tratara de un espejismo. El cristal vibró, cálido, respondiendo a su contacto.
Liam retrocedió de inmediato, serio, sin volver a mencionar una palabra.
— No puedo conectarme a nada aquí. Tu época no tiene las redes necesarias, pero este dispositivo guarda memorias, imágenes, registros… no necesita señal para mostrarlos. Estos modelos salieron en el 2060, así que lo más probable es que aún no los conozcas.
Al principio, Liam no dijo nada, solo se quedó mirando las imágenes que desfilaban en esa pantalla imposible. No parecían montajes, no tenían ese brillo artificial de las ediciones baratas. Eran demasiado reales.
— Esto… no debería existir aquí. — murmuró al fin, con una voz demasiado baja para su gusto. — No sé cómo lo estás haciendo, pero… si esto es un truco, es el más extraño que he visto en mi vida.
Y en ese momento, Liam tuvo que admitirlo, aunque solo para sí mismo: había una parte de él, diminuta y rebelde, que empezaba a creerle.
— Traté de recordar lo poco que sabía del 2025, y… lo que sé es que el dos de noviembre ocurrió, o va a ocurrir, un terremoto en Perú. Será devastador. No puedes comprobarlo ahora, pero cuando ocurra… sabrás que no mentía.
Liam se quedó inmóvil, observándola con atención.
— ¿Perú? — repitió con incredulidad.
— Sí. Cuando yo nací ya no existía, pero no está tan lejos, ¿verdad? — preguntó ella, con ingenuidad.
Él apretó la mandíbula y soltó una risa breve, insípida.
— No, Aurora. No entiendes. Todo esto… es Perú.Estamos en Perú.
El silencio cayó sobre ella como un golpe.
— Y lo que dices no es ninguna tontería. Perú está asentado sobre el Cinturón de Fuego del Pacífico, una de las zonas más sísmicas del mundo. Aquí las placas de Nazca y Sudamericana chocan constantemente. La energía se acumula durante décadas… hasta que libera todo en un solo instante.
La miró fijamente.
Sus ojos reflejaban algo más que curiosidad: miedo disfrazado de ciencia.
Aurora retrocedió un paso, incapaz de articular palabra.
Todo lo que creía lejano estaba, de pronto, bajo sus pies.
— No, escúchame. No es posible. Yo no soy de Perú. Mi país se llama Nueva Andesia.
Liam frunció el ceño, cruzó los brazos y la estudió con frialdad.
— Aurora… no existe ningún país llamado así. Aquí estás, en Perú. Punto.
Ella cerró los ojos un instante, intentando ordenar sus recuerdos. Y, entonces, vino el golpe: imágenes fragmentadas de libros de historia de su tiempo. Los nombres cambiados, las fronteras borradas… y la verdad se aclaró ante ella como un relámpago.
— ¡La Tercera Guerra Mundial! — soltó con espanto. — Claro… los mapas fueron reescritos, los países absorbidos.No lo relacioné. Olvidé que Perú siempre fue parte de Nueva Andesia. ¡El terremoto fue aquí!
Liam la miró un instante, arqueando una ceja, y luego soltó un suspiro contenido.
— Genial. — su voz era áspera, casi un murmullo. — Y ahora me confirmas que va a haber una Tercera Guerra Mundial.
Aurora se sintió sorprendida por su reacción, pero continuó.
— No, no entiendes. Todo esto... todo este desastre... ya había ocurrido en mi época. Pero tú... tú estás aquí antes de que eso suceda.
Él negó con la cabeza, cruzando los brazos, intentando procesar la información con la frialdad que lo caracterizaba.
— Hasta que yo no lo pueda probar… entonces puedes quedarte. Pero no esperes que crea en nada más que en lo que vea con mis propios ojos. El dos de noviembre es en un par de semanas.
Aurora soltó un leve suspiro, aliviada por la aceptación.
La noche había llegado sin previo aviso, envolviendo la casa en una sensación extraña de calma.
Editado: 21.12.2025