Me dejó esperándolo
Namjoon abrazó con fuerza el cuerpo del azabache, que temblaba con cada respiración y lloraba en silenció.
El mayor supo que la mañana anterior tuvo que haber sido más insistente pues el alfa realmente no estaba bien.
—Lo dejé ir por segunda vez — murmuró entre sollozos
— ¿Segunda vez? — cuestionó Namjoon
El azabache asintió alejándose mientras caminaba a su sillón, donde había pasado los últimos días, viviendo una fantasía. El azabache se sentó y escondió su rostro entre sus manos.
— La primera vez que lo dejé ir fue el ocho de diciembre y hace tan solo unas horas sucedió de nuevo. Nunca debí dejarlo solo — se culpo
Aquello era incómodo, el mayor quería ayudar, pero no encontraba las palabras correctas para socorrerlo.
Había situaciones completamente delicadas que podían romperse hasta con el soplido de alguna palabra.
— Algunas cosas no pueden cambiar. Algunas están destinadas a ser y nada puede evitarlo
El corazón de Namjoon golpeaba con fuerza recordando a la pareja del alfa, el castaño era un hermoso recuerdo.
— Si tanto lo amas no dejes que muera y has que otros lo conozcan, tampoco te dejes morir. Tienes demasiado por hacer, has de su ausencia una forma de tenerlo presente
Jungkook no comentó nada.
No podría verlo nuevamente.
No podría besarlo una última vez.
No podría verlo feliz al pedirle matrimonio.
No podrían formar una familia.
No podrían viajar y conocer cada rincón del mundo.
No podría despertar a su lado.
No podría percibir nunca más aquel aroma tan único.
Ese era el problema de las cosas únicas, al perderlas ya no habrá remplazo y un gran vacío se instala en la vida de las personas.
Era maravilloso y doloroso.
— ¡Lo quiero a él! — le gritó poniéndose de pie.
— ¡Quiero tenerlo entre mis brazos y ser capaz de cuidarlo! ¡No lo quiero bajo tierra! — gritó pasando sus manos por su cabello
Era desesperante saber que nunca habría una nueva posibilidad y a él solo le quedaba superarlo.
— ¿Cuándo lo volveré a encontrar? Ni siquiera tenemos una segunda vida asegurada, es muy probable que nunca lo vuelva a ver — explicó el azabache llorando — Esta vez lo perdí para siempre — susurró
Namjoon trató de controlar el nudo en su garganta, pero le fue imposible al entender que ya no habría más del castaño en sus vidas y quizá nunca más volverían a encontrarlo.
Era una completa incertidumbre, una demasiado dolorosa.
— Aprecia lo que tuvieron
Jungkook negó con la cabeza.
— ¿Y qué hago con todo lo que quedó en pausa? ¿Cómo puedo valorar lo que tuve si cada vez que intento hacerlo me siento miserable? ¿Cómo mierda me piensas explicar algo así cuando me quedé con ganas de amarlo aún más?
La voz del azabache se quebró en la última pregunta. La desesperación consumía al azabache, el castaño tenía demasiado que hacer en aquella vida y no podía simplemente perder la oportunidad por un asqueroso hombre al que siempre llamó papá.
Si tan solo la señora hubiera confiado en su hijo, si tan solo Jungkook hubiera corrido, si tan solo Taehyung no hubiera necesitado la atención de su padre... si tan solo.
No importaba. Ya nada importaba, no había remedio para la muerte, no había medio para viajar al pasado y no había escapatoria del sufrimiento.
La tarde era fresca, era un día con un suave sol y un fuerte aire.
La mano del pequeño niño dejaba pequeñas caricias sobre los oscuros cabellos del mayor que lo llevaba en sus brazos. Cada tarde ambos salían a jugar al gran jardín que la casa de Jungkook tenía.
El azabache reclamó su herencia y se mudó tan rápido como pudo, mientras reconstruía aquella casa, también parecía reconstruir cada parte de su ser.
"Podemos ver una película" cuestionó el niño
Jungkook sonrió y asistió.
"Entonces ve por otro abrigo, iremos a comprar algunos dulces"
Jungkook era un padre demasiado consentidor, pero nadie podía juzgarlo. El azabache amaba ver la brillante sonrisa del niño que le recordaba a la persona que una vez amó con todo lo que la vida le permitió.
El niño bajó de los brazos de su padre adoptivo y corrió al interior de la casa. Jungkook por su parte se sentó frente a la puerta observando aquel árbol de cerezo que le trasmitía tanta paz.
"Sigues haciendo de la tuyas" comentó viendo al frondoso árbol.
Una parte de Taehyung seguía presente entre la vida de aquel árbol que una vez sembraron juntos y románticamente prometieron amarse toda una vida.
"¡Estoy listo!" gritó el menor corriendo de vuelta.
Jungkook se giró y sonrió al verlo correr torpemente mientas uno de sus zapatos salía volando. El niño se rio al recordar como su zapato había volado.
La risa, aquella diversión y melodioso sonido hicieron falta en la vida de Jungkook por un par de años y ahora que lo tenía se sentía nuevamente realizado.
Pero aún le faltaba algo, aún añoraba sentir por última vez el aroma del castaño.
"No sabes escoger zapatos" afirmó el niño
Jungkook por alguna razón no podía comprarle zapatos adecuados al niño o eran muy grandes o muy pequeños.
"Es tu culpa por decirme que esos están bien" afirmó tomando al niño para elevarlo y lanzarlo al aire un par de veces viéndolo reír mientras el niño disfrutaba el cosquilleo en su estómago y la seguridad de siempre ser sostenido por su padre.
"¡Más alto!" gritó entre risas.
Jungkook hizo lo que aquel pequeño niño le ordenó.
El azabache solo tuvo dos debilidades. La primera fue Taehyung y ahora el pequeño niño que juraba que también sería omega.
Jungkook tuvo que esperar cuatro años, para poder adoptar a Taeyang un niño con energía desbordante, brillante sonrisa, cabellos oscuros y demasiado amor para dar.