Como un accidente se encontraron y como dos almas perdidas se sostuvieron, sedientos cual deseo de consumirse mutuamente era para nada vago, consumiéndose como llamaradas en brazas ardientes.
Esos besos calientes que dejaban un camino, marcando el recorrido como mapa de tesoro perdido, como barco de tránsito navegando entre pieles mientras fogosos marcaban su destino.
El agua recorría sus pieles como marca personal y cuando no siguieron amándose más, se detuvieron, sin soltarse por miedo a que otro desapareciese, mirándose, frotándose, saciando sus ansias.
Mientras aquel fuego ardía, sus almas se consumían.
Sin saber que se destruían, continuaban, una y otra vez. Cada día.
Y cuando solo quedó un hilo de alma, se sostuvieron y amándose mutuamente desaparecieron, sin dejar rastro, cómo un náufrago que quedó en tragedia.