Muy tarde en la noche desperté y no estabas ahí. Sigo sin saber lo que hubiera sido, pensando y recordando el día que te besé, también el que te fuiste.
Como cuando te miré fijamente, tus ojos eran estrellas, grandes e interminables, que me miraban fijarmente con amor.
Eras un ángel, tan brillante como el sol, sin embargo, tan misteriosa como la luna.
Única a tu manera, especial como esperando que te descubriera solo para dejarme sedienta de ti, al final, sin poder saciar mi sed.
Aquellos besos cálidos que nos dábamos, que eran como brasas ardientes.
O aquellos besos fríos que congelaban nuestra ardiente pasión, cómo un sello irrompible.
Esos besos fríos, que sin saber, acabaron conmigo.