Sam formó una mueca de impotencia en su rostro. ¿Cómo debía sentirse en ese momento? ¿Feliz? ¿Triste? ¿Aliviado? ¿Enojado? Desde que Bucky había quedado tendido en aquella camilla, sabía que existía la enorme posibilidad de que él estuviese sufriendo al no poder despertar.
Había luchado día y noche contra sí mismo, intentando autoconvencerse de que no era la persona más malditamente egoísta del mundo por retenerlo a su lado. Después de todo, Bucky no era el único que sufría estando en aquella situación; Sam también compartía su dolor.
- No... - Susurró él, dejando caer las dos bolsas que traía consigo. El doctor lo miró con empatía, lo que hizo rabiar un poco más a Sam. ¡Él no podía entenderlo! - No pueden hacerlo... aún hay esperanzas, él está vivo...
- Las posibilidades de que despierte son de una en un millón, prácticamente inexistentes. - Contestó el doctor, suspirando. Nunca se estaba completamente listo para dar ese tipo de noticias. - Su padre y su hermano aceptaron desconectarlo.
- Joder... ¡joder! - Gritó al borde de las lágrimas. Su voz sonaba tan desesperada, como si lo estuviesen matando. Y era así, iba a perder a la persona que más amaba en todo el mundo; sus promesas, sus planes, todo le estaba siendo arrebatado.
A tropezones corrió hasta Bucky, colocándose a su lado.
- No puedes hacerme esto, Bucky. - Dijo tomándolo por los hombros y sacudiéndolo bruscamente. Las lágrimas, como cada día, comenzaron a correr por sus mejillas, pero está vez era diferente; Sam lo sentía como una despedida... - ¡No pueden hacerle esto! - Se recargó en el pecho de su novio, aún podía escuchar los lentos latidos de su corazón...
El doctor lo miró con lástima.
- Lo siento, pero ya está decidido. - Murmuró, intentando consolarlo, pero... ¿qué clase de consuelo era ese? - Existe una gran posibilidad de que esté sufriendo en este sueño eterno. ¿No crees que deberías dejarlo ir?
Sam se desmoronó sobre el cuerpo del ojiazul; él sabía perfectamente que esta vez no podía hacer nada, no importaba lo mucho que amara al pequeño Bucky, esta vez no podía salvarlo.
- Despierta, bebé... - Suplicó llorando mientras acariciaba su mejilla. - Despierta ahora, Bucky... hazlo por mí, por nosotros... aún tenemos muchas cosas que vivir juntos...
Pero no reaccionaba, ni siquiera un movimiento.
Se dió la vuelta, esperando encontrarse con el doctor para poder suplicarle una vez más, pero ya no habían rastros de él. Sólo estaban Bucky, él y un profundo dolor en su pecho.
Las calientes lágrimas no dejaban de rodar por sus mejillas, sin duda no podría soportarlo. El simple hecho de imaginar su vida sin verlo... no podía tolerarlo.
- No podré vivir sin ti. - Le dijo antes de salir de la habitación.
Esa noche fue a su departamento. Sabía que estaría desperdiciando una de sus últimas noches con Bucky, pero realmente no quería desmoronarse una vez más frente a él. ¿Qué ganaría con aquello? Si era verdad y él podía oírlo, sólo sería más dolor para ambos.
Para Sam los días parecían ir cada vez más rápido y su tiempo con Bucky cada vez era menor...
Esa semana había optado por no ir a trabajar porque, sinceramente, era lo que menos le importaba en ese momento. Quería estar con Bucky hasta que dejase de respirar, hasta que su corazón palpitara por última vez... quería verlo con sus propios ojos, porque sí, era un masoquista de mierda.
Se las había ingeniado para dormir en el sofá de la habitación cada día, comer en el hospital y cenar allí mismo en compañía de Bucky. Steve sabía que el comportamiento de Sam no era normal; cualquier otra persona no habría soportado mantener una relación con alguien que, prácticamente, ya no tenía vida.
Y es que mierda... jamás había estado tan malditamente enamorado, y todos a su alrededor estaban conscientes de aquello. Quería poder vivir eternamente en la compañía de Bucky y sus planes estaban siendo destrozados.
¿Qué sería de él después? ¿Qué haría? No lo sabía. Su vida giraba en torno a ese pequeño lapso de una semana.
Cada día intentaba algo diferente, teniendo la esperanza de que Bucky reaccionara al menos un poco, pero todo parecía ser en vano.
Esa tarde le cantó Waste It On Me, su canción. Aunque no sabía exactamente por qué lo hacía si era Bucky el que siempre solía cantar para él; podía presumir que su Bucky cantaba como los mismos ángeles...
Pero sólo se volvió su canción cuando Sam agregó letras especialmente para él. Desde ese día, la cantaban el uno para el otro cuando uno de ellos estaba enojado, celoso, triste e incluso cuando derrochaban alegría.
- ¿Otra vez, Sam? - Escuchó la voz de Tony, quien entraba a la habitación acompañado de otras cuatro personas.
- ¿Qué fueron esos ladridos? - Preguntó Natasha quién, claramente, sólo estaba bromeando.
- ¿Qué hacen aquí? - Preguntó Sam, levantándose del lado de Bucky para poder mirarlos
- Te recuerdo que somos tus amigos. - Protestó Wanda. - Tuyos y de Buck...
- Lo siento... - Murmuró Sam, encogiéndose de hombros. A veces solía olvidar que existían más personas además de Bucky.
Sam se levantó de la camilla y se acercó a sus amigos quienes miraban a Bucky con anhelo.
- Parece tranquilo. - Murmuró Clint, acercándose hasta la camilla y tomando la mano izquierda de Bucky. - Extraño verlo por ahí riéndose, también llorando por ver a Sam tan cerca de Natasha...
Sam tragó pesado y abrió la boca para intentar decirles la desgarradora noticia.
- Lo van a desconectar en dos días... - Confesó Sam, conteniendo las lágrimas. - Mi Bucky se va... se va de mi lado para siempre.
Las miradas de todos sus amigos se centraron únicamente en él cuando sus fuertes sollozos se hicieron presentes en la habitación.
¿Qué haría sin su pequeño Buck...?