Eutanasia (sambucky)

CUATRO

La mirada de Sam no se despegaba de Bucky ni por un segundo. La noche le estaba jugando una mala pasada, pues no lograba conciliar el sueño de ninguna manera existente. Había perdido cualquier esperanza de dormir aquella noche; la única opción que le quedaba era esperar el amanecer... y con él, el adiós de Bucky.

Optó por levantarse del incómodo sofá que, prácticamente, era su cama. Se dirigió a pasos lentos a la camilla de Bucky con una manta entre sus manos.

Normalmente no dormía con él, pero esa noche quería hacerlo más que nunca; quería permitirse abrazarlo hasta que llegara el momento de decir adiós. Se detuvo al tenerlo frente a él, su triste e impotente mirada lo decía todo; tenía miedo, miedo de vivir en un mundo donde no estuviese Bucky. Después de todo, ¿quién podría hacerlo sentir como el ojiazul? ¿Quién le daría razones para ser feliz?

Abrió la boca intentando formular alguna frase coherente para Bucky, pero lo único que quería era suplicar que despertara; gritarle que lo necesitaba y que estaba siendo un jodido egoísta de mierda por no hacerlo y dejarlo solo con todos sus planes y promesas.

- Bucky... - Susurró subiendo lentamente a la camilla y acurrucándose a su lado. - No seas un maldito hijo de puta... no me dejes...

Esa noche fue la última en la que Sam pudo observar a Bucky sin decir ni una palabra. No quería despedirse.

A la mañana siguiente, el padre de Bucky y Steve encontraron una hermosa escena digna de enmarcarse: Sam aferrado a Bucky con una manta que cubría el cuerpo de ambos chicos. Decidieron no despertarlo; estaban completamente seguros de que el pobre chico no había dormido en toda la noche.

Sam les guardaba cierto rencor; después de todo, ellos habían aceptado que desconectaran a Bucky sin pensar en él. Aunque, efectivamente, sabía que no había sido una decisión facil de tomar para ninguno de ellos.

"¿Bucky querrá esto?" se preguntó cuando despertó.

- Sam, ¿podrías dejarnos solos con Bucky un momento? - Pidió Steve, conteniendo las lágrimas que advertían con salir en cualquier momento.

- Sí... - Asintió levantándose de la camilla con pesadez.

Lo que menos hubiera querido en ese momento era separarse de él. Miró por última vez a su novio, que ahora estaba en los brazos de su padre, y salió de la habitación. En cuanto Sam cerró la puerta detrás de sí, el llanto pudo escucharse hasta dos pasillos más.

No se percató de cuánto tiempo estuvo ahí afuera, sentado en el frío suelo frente a la habitación de Bucky, observando a las personas; algunas caminaban felices, esperanzadas; otras eran exactamente como él... un alma sin vida vagando por los blancos pasillos del hospital. Sam podía comprenderlos.

Miró fijamente hacia el techo... a veces detestaba pensar, detestaba recordar, detestaba sentir.

Caminaba rápidamente por los pasillos, no podía estar más malditamente enojado por lo que había escuchado; Sharon se había atrevido a poner sus sucios y asquerosos labios en los de su Bucky.

- ¡Sam! - Escuchó detrás de sí y conocía perfectamente aquella voz. Era Bucky, quien corría detrás de él intentando explicarle algo que, claramente, no tenía que explicar. - ¡Puedo explicarlo!

Sam se detuvo a mitad del desolado pasillo. Bucky, quien corría a toda velocidad, se estrelló contra él; inmediatamente su amigo se giró, haciéndolo retroceder.

- No tienes nada que explicar, tú y yo... - Dijo Sam, siendo interrumpido por los labios de Bucky, quien los había posado sobre los suyos delicadamente.

- Me gustas tú. - Susurró Bucky, alejándose lentamente de él. - Sólo... piensa en eso; me gustas tú, nadie más...

Y en ese instante Bucky salió corriendo.

Sam no pudo evitar reír al recordar a Bucky huyendo de la situación; y había sido así... lo había enamorado con cosas tan pequeñas e insignificantes que, para él, significaban todo.

Su sonrisa se desvaneció inmediatamente cuando recordó que ya no serían más que eso: simples recuerdos.

- Wilson... - Escuchó por el pasillo. Sus pensamientos se alejaron lentamente y giró un poco la cabeza, encontrándose con sus amigos, quienes se acercaban con sonrisas de ánimo totalmente falsas.

Ellos también estaban muriendo por dentro. ¡Se trataba de Bucky!

Sabía perfectamente que ellos no lo dejarían afrontarlo sólo. Hizo una seña para que lo acompañasen y ellos aceptaron gustosos al no recibir alguna maldición como respuesta.

- ¿Qué hacen aquí? - Preguntó, a pesar de que ya conocía la respuesta.

- ¿Creíste que te dejaríamos solo? - Respondió Wanda.

Miró a Wanda, quien estaba entre Clint y Natasha. Quizá ella podía comprenderlo un poco... ella también había perdido a la persona que amaba.

- No realmente. - Aceptó, mostrando una pequeña sonrisa que era más bien para intentar ocultar lo roto que estaba. - Chicos, yo... yo lamento lo de ayer...

- No, está bien. - Murmuró Bruce, rodeándolo con sus brazos. - Para eso estamos los hermanos, Sam.

Cada uno de sus amigos habían gozado de un tiempo a solas con Bucky y, de cierta forma, eso lograba irritarlo un poco; quería ser el único ahí adentro con él. Era un jodido egoísta y su conciencia no dejaba de reprochárselo día y noche.

- Sam, debes entrar ahora... - Pidió Steve. - El doctor vendrá pronto...

Sam tragó pesado, asintiendo.

- Sí... - Murmuró. Wanda, quien estaba a su lado, le dió unas palmaditas en el hombro. Se levantó del frío suelo donde los seis estaban sentados y caminó hasta la puerta de la habitación. Tomó la perilla, armándose de valor.

Durante cinco años, jamás pensó que entraría en aquella habitación para despedirse de la persona que más amaba.

Giró la perilla lentamente y entró a la habitación, cerrando la puerta detrás de sí con la mirada de todos los presentes sobre él.




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