Los primeros días fueron los más desastrosos de todos, Sam no recordaba haber sentido tanto dolor en su vida; ni siquiera podía describir su sufrimiento, era como quedarse vacío, perderlo todo... era como, simplemente, morir en vida. No salía de su departamento, ni siquiera sé aseaba o comía. En su pequeño y desmoronando mundo no existía mejor salvación que Bucky, ¿y dónde estaba él...? Muerto.
Pasaron los meses, pero él seguía deseando desaparecer. Y si aún no lo había hecho, en gran parte se debía a sus amigos que estaban constantemente cuidando de él. Estaba un poco cansado de escuchar los "por favor, Sam, no hagas ninguna tontería" de Bruce, o los "¿cómo te sientes?" de todo el mundo.
- Estoy bien, chicos.
Decía cada mañana para tranquilizar a sus amigos. Sin embargo, cuando llegaba la noche, no había rastro del Sam que comenzaba a superar la ausencia de Bucky, era todo lo contrario... podía revivir aquel momento, torturándose. Únicamente así, porque ya no podía llorar, y eso era peor que hacerlo.
Solía recorrer la ciudad pensando en Bucky, repitiendo una y otra vez lo mierda que era su vida sin tenerlo y preguntándose qué había hecho mal. Hasta que, inconscientemente, se veía a sí mismo frente al hospital donde su novio había perdido la vida, terminando por correr hasta su departamento con lágrimas en sus ojos, lágrimas que al llegar a casa... simplemente no podían salir.
Llegó un punto en su vida en el que realmente lo aceptó; aunque su amor por Bucky seguía ahí intacto e igual de inmenso, sus extrañas manías parecían haber desaparecido completamente. Sin embargo, Sam Wilson jamás había vuelto a ser el mismo desde entonces. Eran pocas las veces en las que se veía con alguien más que no fuese su pequeño círculo de amigos; no estaba interesado en forjar alguna relación amorosa, ni siquiera amistosa.
Las ingenuas chicas y los pobres chicos que habían depositado falsas esperanzas en tenerlo, sólo terminaban con el corazón hecho pedazos; Sam se encargaba perfectamente de tomar su corazón y echarlo a la basura sin culpa alguna. Después de todo, no era su culpa que se enamoraran de la falsa idea que tenían de él.
- Nunca podré amarte como amé a Bucky, ni aunque así lo quisiera. Ahora, ¿podrías, por favor, dejarme en paz? No me interesas.
Era la típica frase que utilizaba para ahuyentar el amor.
Y justo ahora se encontraba ahí, sentado frente a la lápida del amor de su vida, hablando como si este pudiese escucharle. Sabía que, efectivamente, él no lo hacía... pero había descubierto hace algunos años que esto era mejor que nada.
- Los chicos te extrañan, cariño... - Murmuró, soltando un largo suspiro. - Pero yo te extraño muchísimo más, lo sabes, ¿verdad? Sí, lo sabes. - Se contestó a sí mismo; era algo que solía hacer para no sentirse completamente ignorado. Acarició suavemente la fría piedra en donde, a varios metros bajo tierra, se encontraban los restos de Bucky. - Cada vez falta menos para vernos... no sabes las enormes ganas que tengo de abrazarte y de verte, Buck, ni siquiera podrías imaginarlo... - Guardó silencio por unos minutos. Normalmente cuando iba a visitarlo, le contaba un par de anécdotas que había vivido obligado por sus locos amigos, y ese día no era la excepción, tenía un par de cosas que contar. - No me vas a creer esto... pero Natasha y Bruce se van a casar. Es una linda noticia, ¿no? - La nostalgia lo invadió repentinamente, él tenía todos aquellos planes con su difunto amor... él había deseado casarse con Bucky, tener fastidiosos niños brincando de un lado a otro y vivir por siempre a su lado. Tragó pesado, intentando deshacerse del inmenso nudo que tenía en la garganta. - ¿Sabes... sabes qué es lo más jodido de todo esto, cariño? Que nunca podremos cumplirlo, lo siento tanto... - El silencio invadió todo, ni siquiera se lograba escuchar el sonido de los árboles, los cuales eran la única compañía en su soledad. Una suave brisa acarició su rostro, haciéndolo sonreír levemente, pues le gustaba creer que era él. - Te amo y siempre te amaré, Barnes.
Dicho aquello, se levantó con algo de dificultad del pasto, no sin antes acariciar por última vez la lápida de su ex novio, dándose media vuelta con las manos en los bolsillos.
Sí, su vida podía ser una jodida mierda, pero sentía que venía algo mejor.