Evarb

Cap. IX

Aleskander.
 

Vuelvo a trepar el muro tratando pasar desapercibido como un civil cualquiera mientras escucho el choque del metal a cada paso que los soldados de Kratos dan a mi dirección. Están persiguiéndome y estoy seguro que en este momento mi cabeza vale más que todo el pueblo completo de Esparta, si es que contamos su riqueza, aunque siendo honestos, ni así se le llegaría al precio. 
 

No van a conseguir mi rendición y no voy a dejar que me cacen como un simple animal.
 

Soy más que eso. Soy Aleskander Krathous, semi Dios, hijo del Dios de los Mares y el único linaje dentro del Olimpo, se necesita más que Esparta para acabar conmigo.

Desde que entré a este estúpido pueblo los problemas se vinieron a mi como si de un imán se tratara. Perdí a mi tropa hace unos días con la finalidad de que buscaran refuerzos o algún tipo de alianza para poder combatir Esparta. Mi cabeza piensa en soluciones que puedan reparar el hecho, pero no encuentro ninguna por ningún lado, solo una sola respuesta clara:

Esa bruja me hechizó y no me iré de aquí hasta que lo confiese y pague por ello.

 

-Cuatro días antes. Cuatro días fuera de Evarb.

Teníamos días deambulando sobre las demás tierras que hay sobre el territorio. Describiendo los pueblos y la comunidad dentro de ellas con la finalidad de tener el conocimiento del como se manejan los demás pueblos fuera de Evarb.

Arcadia, Macedonia, Epiras, Jocrios, Cretenses, Lirpa, Rodios y por último Esparta.

En los cuatro pueblos primeros todo se movía con naturalidad. Cuando pasé por ellos pude acceder fácilmente sin problema alguno, no había gran guardia y los pueblos eran verdaderamente tranquilos. Mi misión se basaba en observar si en los pueblos había algún tipo de amenaza, como era que gobernaban y el tipo de convivencia que tenían entre sí.

Para el Olimpo era una rutina cualquiera, pero para Ares y para mi padre no era así.

Desde hace un par de años, Poseidón ha estado interesado en unos jeroglíficos que, según él, es herencia de Rhea. Los jeroglíficos eran una especie de grabados sagrados que contenían palabras escritas de la misma Diosa de los Cielos y tengo entendido contiene información bastante importante.

Lo que hacía aún más difícil mi tarea era no saber con exactitud cómo identificarlos o como eran en cuanto a su diseño. El Olimpo solo tiene conocimiento de ellos por palabras dichas de su madre, pero ningún tipo de jeroglífico han encontrado o les pertenece. Eso causa una cierta desesperación por parte del Dios de los Mares al no saber con exactitud lo que contienen.

Y bueno, para Ares este visiteo se enfocaba un poco más en encontrar alguna pista de Hades.

No entiendo su interés por él cuándo nunca ayudó ni fué necesario en Evarb.

Después de pasar por los pueblos y realizar el reporte y las anotaciones que se me pedían, durante las noches acampábamos dentro de los bosques mientras unos se encargaban de la vigilancia.

En los tres primeros pueblos todo fue bien.

Pero en cuento recorrimos los últimos cuatro, las cosas se volvían y se sentían cada vez más tensas.

Como si fuéramos vigilados por alguien o estuvieran esperando nuestra llegada. 



 

-Día seis fuera de Evarb.

Había algo. Sentía algo. A cierta medida, no había nada que alterara mis sentidos al grado de estar seguro que una amenaza nos rodeara. Pero había algo que me inquietaba y no sabía con exactitud de que se trataba.

Recorrimos Cretenses, Lirpa y Rodios con naturalidad. Simplemente nos limitábamos a observar. Ni yo, ni ningún miembro de mi tropa íbamos con plan de ataque, ni a crear algún tipo de conflicto. Alrededor de 45 solados había acarreado conmigo y justo en este momento había lamentado no haber traído a Theo, mi mejor amigo. Él estaría contándonos historias y en menos de cinco segundos nos habría hecho distraernos de todo por un momento.

El último pueblo que faltaba por recorrer era Esparta y ante las advertencias de Ares no quería arriesgar a todo un ejército a ver si Esparta nos recibía con los brazos abiertos o no, por lo que optamos descansar en un bosque entre Rodios y Esparta.

Mi plan era solamente dirigirme a Esparta yo mismo, revisarlo como un civil cualquiera y regresar en un par de minutos dando fin a la misión. Para ello, tenía que esperar a que todos durmieran y la luna estuviese en su punto más alto para poder salir sin ninguna preocupación.

Justo ahora nos encontrábamos en medio de una fogata preparando algo de comida para nuestra cena, mientras la tropa se encontraba platicando animadamente yo los observaba desde lejos. Nunca fui pegado a ellos y en realidad hacia nada, solamente a Theo porque prácticamente nos conocemos desde pequeños.
 

—Pero bueno, creo que mi tipo de mujer perfecta sería alguna reina de otro pueblo —comentó uno de ellos—alguien que viniera hacia mí cuando se sintiera amenazada y claro que sin problema yo iría a su rescate.

—Ser el héroe de alguien y que te vea como su príncipe querrás decir Carlos—le contestó otro—aunque como lo dices, no suena tan mal.

—No todas las mujeres esperan que las salven, caballeros —logro decir ganándome su atención sin siquiera tener mi vista en ellos.

—¿Y qué tipo de mujer es de su agrado joven Aleskander? A parte de la señorita Arline, por supuesto—me pregunta.

—El tipo de mujer que es de mi agrado solo la he visto una sola vez y estoy muy seguro que no volveré a verla otra vez—mi mente evoca los recuerdos y el tiempo que pasé buscando a una persona que al parecer nunca existió porqué no volví a verla jamás— aunque, no sé con exactitud el tipo de mujer que podría escoger, porque si fuera de esa manera, me sería difícil escoger solo una—hago una pausa al escuchar las risas de ellos—Y solo a modo de aclaración, Arline solo es algo secundario y solo es diversión.




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