Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cuatro

― ¿Cómo te sientes? ― pregunta el vampiro recostando su cabeza sobre las piernas de la pelinegra quien no ha dejado de ver la pared desde que llegó, como si hubiera algo sumamente interesante allí.

― Bien, mejor al menos ― suspira viéndolo con cariño, sabe que se preocupa por ella ― ¿Qué tal todo en el consejo?

― Pues, tranquilo, los nuevos miembros están ansiosos por comenzar con sus tareas y he visto muchas nuevas ideas de parte de ellos que creo tendrán un buen avance ― le sonríe gustoso, adora estos momentos en los que solo son ellos dos en el mundo.

― Me alegra saberlo... ― lo ve curiosa ― ¿Qué es lo que te preocupa entonces? Te siento... extraño.

― No lo sé, tengo una sensación que no logro identificar del todo ― se incorpora pensativo.

― ¿Estás así por nuestro compromiso? Porque si es así podemos posponerlo, si no estás seguro o... ― no puede terminar de hablar ya que el muchacho ha reclamado sus labios como de su propiedad.

― No te atrevas a volver a decir algo como eso porque no es así, nada ni nadie va a impedir que te cases conmigo, Evelyn ― susurra contra sus labios suspirando lentamente ― Aun no has bebido sangre ― le tiende su brazo con la camisa arremangada hasta arriba en una clara señal de que debe hacerlo y no aceptará un "no" como respuesta.

La mestiza toma con cuidado el brazo observando la piel, rápidamente se saborea ansiosa para posteriormente deslizar su lengua por la extensión de la misma al tiempo que sus colmillos asoman lentamente para clavarse en la carne y beber el líquido tan ansiado que su compañero le otorga. Por su parte, Ivoh se dedica a observarla casi como si estuviera adorándola, pensar que hace un año estuvo a punto de perderla, que descubrieron juntos su verdadero origen y acabaron con quien amenazaba su vida hace que se plantee realmente lo frágil que ella había sido y que aun así se plantó ante todo y todos demostrando que su humanidad no iba a detenerla en su objetivo y que lo enorgullece de sobremanera.

 

Calendra bebe una copa de sangre mientras sus sirvientes Sibil y Cecil reportan el avance de sus nuevos servidores los cuales han sido elegidos con el fin de volverse cazadores para ella, orgullosa de sus chicas –ya que todas y cada una de las siete vampiras que la sirven son excepcionales gracias al entrenamiento y dedicación que les ha brindado- decidió agregar a su "equipo" dos muchachitos de tan solo dieciséis años –quienes habían sido sentenciados a muerte por hurto entre los humanos y ella logró ver cierto potencial escondido- a los cuales somete al duro entrenamiento de habilidades y conducta que solo ella sabe dar.

― Estoy orgullosa del avance, pueden descansar y recrearse de la manera que deseen hoy ― las observa con cariño, las aprecia de demasía.

― Pero, debemos protegerla ― responde Cecil decidida.

― Hoy no, descansen ― les agradece con un asentimiento de cabeza y se dirige a la enorme sala de estar donde los catálogos para la boda de Evelyn reposan flamantes.

― ¿Descansando? ― Aléh la sobresalta.

― Algo así, mis niñas necesitan un receso y yo no soy tan frágil como aparento ― sonríe.

― Eso me ha quedado claro ― asiente tomando la muñeca de la vampiresa con la copa para llevarla hasta su boca y beber sin dejar de verla. ― Delicioso.

― Me alegra que te guste ― responde mientras no dejan de verse.

― ¿Saben? Destilan tanta tensión sexual que no sé qué carajos hago aquí ― Draco sonríe divertido desde el umbral de la entrada.

― Podrías irte entonces ― Aléh voltea a verlo molesto. ― ¿Por qué espías a las personas?

― Me divierte, me da perspectiva y suelo ser el que nota lo que los demás no ― se encoge de hombros ― Ustedes, tortolos, deben salir una de estas noches y apagar el fuego que los consume.

― No hay ningún fuego ― rueda los ojos Calendra. ― Deja de decir estupideces. ― Su hermano se marcha carcajeándose por los pasillos de la casa.

― Que chico ― niega suspirando su acompañante.

― Ignóralo, mi hermano a veces dice lo primero que le viene a la cabeza y cosas que realmente que no son ― la vampira deja de lado la copa para observar los libros. Aléh se acerca aún más a ella cerrando el ejemplar con rapidez quedando prácticamente a unos dos o tres centímetros de distancia de la mujer, justo apenas unos centíemtros entre sus bocas. ― ¿Qué haces?

― ¿En verdad crees que no hay nada entre nosotros? ― pregunta serio.

― ¿Cómo podría haberlo? Ambos hemos perdido lo que más amábamos ― responde con un deje de amargura, culpa y debilidad, como si ya no tuviera eso que la hacía sentir poderosa y confiada ante todos.




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