Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Ocho

Ivoh suspira, no ha visto a su pelinegra en toda la noche y está seguro que la pobre muchachita debe estar consumida por los nervios y la preocupación pero debe resolver el problema antes de volver a verla. Los pasos se escuchan fuertes detrás de él, el hombre lo observa esperando que voltee pero el inmortal no tiene intenciones de hacerlo, al menos no de buena gana; sin embargo, se siente obligado a llevar a cabo tal acción encontrándose con los azules ojos de su perseguidor.

― Admito que me tomó por sorpresa encontrarte con vida ― habla el ojiazul.

― ¿De qué hablas? No te he visto nunca, esta es la primera vez ― Ivoh observa confundido.

― Que no me recuerdes es otro tema, pero recuerdo claramente haberte visto caminar por el pueblo en el que vivías, ida y vuelta al mercado de la mano de tu preciosa madre ― sonríe recordando ― Era una mujer encantadora pero no había hombre que pudiera atrapar su atención, incluso se negó siquiera a darme la oportunidad de probar suerte. Me molestó, lo admito, pero cuando te vi correr hacia ella supe que tú eras la maldita razón; francamente no entiendo a los humanos y su infame deseo de procrear.

― ¿Mi madre? ¿Qué tienes que ver conmigo? ― frunce el ceño aún más.

― Cuando volvías a casa te seguí, escucharla llamarte con tanta devoción abrió mi pecho en dos, supe que tenía que deshacerme de ti porque tenías lo que yo quería ― ríe sarcástico ― Y resulta que ahora sigues teniendo lo que yo quiero.

― Mi madre murió ― agrega el vampiro.

― Lo sé, mis planes no salieron como lo esperaba. Te seguí, te mordí y bebí cuanta sangre se me antojó hasta que te dejé caer al suelo esperando que murieras lentamente para poder consolar a tu pobre madre, pero la cuestión fue que el veneno no te mató sino que te brindó vida eterna y fuiste a alimentarte de la persona que yo deseaba tener.

Los ojos de Ivoh se empañan, su rostro se descompone en dolor y culpa, no hay manera en que pase el tiempo y él se perdone ni olvide el crimen que cometió con aquella dulce mujer que se esmeró lo más que pudo en darle una vida feliz y apacible, no hay manera en que olvide esa terrible noche, ese terrible momento que lo tortura día tras día, siempre.

― Ahora tienes nuevamente algo que yo quiero y no puedo tenerlo por tu mera existencia, lo primero que se me ocurrió fue asesinarte pero si no pude hacerlo cuando eras un mugroso humano ahora menos y no quiero arriesgarme a consecuencias indeseadas ― chasquea los dedos ― Asique vas a dármelo, por voluntad propia y sin poder negarte, creo que serás uno de los peones más interesantes que podía tener.

Espera paciente junto a la ventana, a cada momento que pasa se pone de pie buscando encontrar el auto de Alfred pero eso no sucede y una y otra vez se ve decepcionada. Lo que ocurrió la noche anterior la dejó totalmente desencajada, sin explicación alguna y sin poder comprender como es que la situación se tornó de esa manera; Calendra y Draco la hicieron desaparecer prácticamente de la mansión de Erosh sin explicar nada, tampoco han vuelto a ponerse en contacto y la única compañía de la joven además de la servidumbre es Aléh.

― No lo comprendo ― susurra suspirando.

― No hay mucho que puedas comprender Ev, simplemente es algo que pasó ― responde el joven viéndola, sabe que está inquieta y preocupada.

― Pero las cosas no suceden así porque sí, debe haber una razón, una explicación ― agrega molesta.

― Desde hace un tiempo lo he notado cansado, con incesantes punzadas en el pecho ― el chico se pone de pie buscando una copa para el Brandy.

― ¿Qué? ¿Por qué no me ha dicho nada al respecto? ¿Cómo es que tú no nos has puesto al tanto? ― pregunta molesta.

― Me hizo prometer que no iba a decir nada a nadie hasta que él lo decidiera ― se encoge de hombros ― No quería darte mas problemas de los que ya tienes. Además, he estado estudiando su caso en busca de alguna solución, no me he mantenido de brazos cruzados.

La mestiza voltea nuevamente a ver por la ventana, frustrada, molesta consigo misma por no ser más observadora, por perderse en sus propios asuntos sin darle la importancia que merece su compañero; no pudiendo seguir allí sin hacer nada sale de la casa dando fuertes pasos, los guardias la observan en silencio sabiendo que algo pasa –pero siendo ajenos a qué exactamente- y se mantiene al margen a la espera del llamado de sus amos.

Apenas la nieve se cuela bajo sus pies emprende una rápida carrera por el bosque, golpeando todo lo que se atraviesa en su camino, haciendo que al menos pueda descargar algo del estrés que lleva encima; al haber recorrido un buen tramo se detiene abruptamente escuchando a su alrededor, si no se equivoca se oyen pasos a la distancia, no estando dispuesta a ser tomada a la ligera de un ágil salto se encuentra sobre un árbol, agazapada cual depredador que espera por su presa. Al cabo de los minutos puede ver a un hombre entrar en su campo de visión y sin dudar un instante se lanza sobre él tomándolo por sorpresa –cosa que revela su rostro, sus ojos abiertos como platos-.




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