Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Trece

― Señorita Sophie, despierte, por favor ― un niño toma la mano de la joven mientras su madre prepara algo de comer.

― Déjala descansar, Jeremía, ella estará bien ― sonríe la mujer.

La mestiza mueve los ojos de un lado a otro sin poder abrirlos completamente, los siente pesados, cansados y aun así se obliga a hacerlos, la luz le incomoda de primer momento pero tras varios pestañeos veloces desaparece tal sensación; lo único que puede ver es el techo de una habitación celeste –lo que deduce al ver la pintura un poco desgastada-, lentamente se incorpora dejando a la vista las muecas de dolor que provocan sus heridas y cuando se cree sola en esas cuatro paredes sus ojos conectan con los del niño que le sonríe animado.

― Hola, señorita Sophie, mi nombre es Jeremía y mi mamá se llama Victoria y hemos curado sus heridas o por lo menos lo que pudo mi madre y… ― hace una larga pausa para inhalar hondo.

― ¡Poe Dios, respira un poco! ― Su madre ríe ― Sophie, que bueno que estás mejor.

― Gracias ― sonríe a ambos, si mal no recuerda la mujer siempre la ha recibido con una gran sonrisa en sus visitas por la villa. ― ¿Qué sucedió? ¿Cómo llegue aquí?

― Te encontramos sepultada bajo la nieve, no sabemos quién te hizo algo semejante pero fue gracias al aroma de tu sangre que te detectamos ― responde la castaña.

― Bram ― susurra recordando lo que pasó al enfrentarlo.

Para Evelyn está más que claro que subestimo a su oponente, también jugaron en contra sus inseguridades y problemas personales ya que no se sentía con la fuerza necesaria para poder llevar a cabo una pelea de ningún tipo; pero hay que reconocer que las habilidades del descendiente de los Drakkar son insuperables y si quiere protegerse y a los suyos debe poner en práctica las suyas –porque quiera o no, él es un enemigo potencia, especialmente si no obtiene lo que quiere-.

― ¿Tienes hambre? ¿Sed? ― pregunta Jeremía ― Mamá dijo que ingieres alimentos humanos con total normalidad, a mí me gustan solo algunos.

― Pues sí, soy mestiza después de todo ― sonríe.

― Entonces, traeré algún bocadillo para ti ― sale de la habitación rápidamente llevando por delante a todo el que se le cruce en el camino ya que no domina del todo bien su velocidad.

― No tenía idea de que tuvieras un hijo ― observa a la mujer que quita sus vendas.

― Es el único que tengo, pero el que crezcan tan rápido hace que cada momento sea invaluable.  ― agrega.

― Deja, yo sanaré, no te preocupes ― coloca sus manos sobre las heridas desprendiendo de ellas un halo verduzco al mismo tiempo que cicatrizan los raspones y demás. ― ¿Crecer rápido? ¿Metáfora o realidad? Los humanos tienen un lapso de crecimiento bastante lento.

― Oh, pues, los vampiros crecen en cuestión de pocos años; según se un vampiro llega a su adultez en aproximadamente diez años, es lento comparado con todo lo que ellos pueden hacer. ― ríe.

― ¿Los vampiros? Entonces, los Parias tienen otro ritmo de crecimiento ― asegura.

― Exactamente, Jeremía aparenta unos nueve años de edad y solo hace dos años que nació ― sonríe viendo los ojos de la ojiverde abrirse por completo ― En cuestión de cinco o seis años un Paria promedio llega a la adultez, en el transcurso del crecimiento se desarrolla la sed, la velocidad, la fuerza, los instintos y/o habilidades, ya que no todos poseemos poderes particulares.

― Increíble ― sonríe poniéndose de pie en u estado de perfección absoluta, no hay cicatrices, ni hematomas, como si no la hubieran herido. ― Creo que comienzo a entender un poco el actuar de mi hermano cuando éramos niños, sin dudas él tenía una mayor madurez que yo debido a los genes parias pero su cuerpo crecía lentamente como un humano. A pesar que su parte humana fuera apenas de un leve porcentaje.

― Es imposible entender del todo cómo funcionan los genes en cada ser vivo, especialmente las cruzas de especies, no te ofendas ― levanta las manos sonriendo.

― Tranquila ― devuelve el gesto. ― ¿Los vampiros temen que los Parias puedan reproducirse más rápido que ellos?

― Ciertamente, muchos no nos dará el lugar que tú deseas Sophie, nosotros podemos superarlos en número en cuestión de años y no lo verían venir ― la observa ― Ellos no saben de ello pero lo sospechan, intuyen que somos bestias pero la realidad es que todos los son; la clase alta y pura de los inmortales casa a sus descendientes entre ellos para poder mantener el linaje, entre primos o hermanos, lo que es más común.

― Eso es extraño ― susurra.

― La moral y ética de los vampiros es distinta a la humana, cuando crecemos instintivamente perdemos los lazos “familiares” o de “hermandad” natos, por lo que no resulta difícil sentirte atraído por alguien que pertenece  a tu familia, hermano, primo y demás. ― añade ― Cuando tengas hijos, entenderás al verlos, que seas mestiza no quiere decir que no compartas estas mismas cosas que los demás.




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