― Creo que lo mejor será que podamos tener un centro médico aquí en la villa ― camina la mestiza por las calles del lugar.
Desde la última vez que vino –apenas una semana- las cosas han marchado perfectamente, las construcciones son cada vez mejor y la comunidad ha florecido notoriamente. Es increíble como una simple afluencia puede condenar o salvar a todo un pueblo.
La villa se encuentra ubicada entre dos enormes montañas, justo en el valle que estas forman y la particularidad que beneficia a estas criaturas es que es prácticamente imposible encontrar la ubicación exacta del lugar debido a sus intrincados montes –rodeando el valle- y las despiadadas tormentas que azotan todo el año –temperatura que afecta a inmortales pero sí a humanos y lobos-.
― Creo que todo va muy bien ― Victoria camina junto a la joven.
― Ciertamente, estoy segura de que conseguiremos que esto funcione ― sonríe.
― Pero, ¿Cómo obtendremos los materiales necesarios para levantar un centro médico? ― pregunta la mujer.
― No será muy difícil ya que necesitamos solo el espacio, somos inmortales por lo que no necesitamos tantos cuidados y en caso de tener alguna herida de combate pues aquí estoy yo para sanarlos a todos, pero el espacio es vital para la comodidad de alguien herido o de quienes tengan que dar a luz, ¿No lo crees? ― pregunta viendo a la mujer ― En caso de que tener un descendiente sea de la misma forma que la humana.
― Lo es, pero para nosotros es más sencillo que los demás vampiros, la mayoría de los inmortales mueren dando a luz porque sus cuerpos están prácticamente muertos, suspendidos en el tiempo y espacio, no viven pero tampoco mueren. ― agrega viendo correr a los niños.
― ¿Y los Parias? ― voltea asombrada.
― Somos inmortales, sí, pero nuestros tejidos siguen vivos, no mueren ni se detienen al tener esta vida. ― agrega Salvatore, un vampiro de grandes experiencias quien ha sabido guiar a la pelinegra los primeros tiempos de su guía al pueblo.
― ¿Qué nos hace Parias? ¿Por qué somos diferentes de los demás vampiros? ― pregunta intrigada deteniéndose.
― Nadie sabe Soph, los primeros Parias, Armes, Evelyn, Edgar, Lucinda, Mérida, Agatha y Baltazar nacieron de diferentes familias, momentos y circunstancias; nacimiento o conversión y no hay precedentes que expliquen esto; solo es un gen, uno que se dio en ellos y que sus descendientes han podido llevar de generación en generación, siglo tras siglo mejorando con cada nuevo Paria. ― responde Victoria.
― La naturaleza funciona de tantas formas que no podemos entender por qué querido, así como no entendemos cómo es que los humanos siguen existiendo después de ser la especie inferior o porque hay lobos de tamaño gigante y mucho menos como es que el cuerpo de un jovencito puede contorsionarse hasta llegar ha dicho animal. Somos especies, razas diferentes, con propósitos diferentes, deseos diferentes y ellos nos temen porque somos mejores que ellos, mucho mejores. ― Salvatore sonríe satisfecho.
― Si pudiéramos hacerle ver esas cosas… ― medita la pelinegra.
― No sucederá Sophie, tendremos nuestra superioridad pero somos Parias, somos agresivos, salvajes, impulsivos y no vas a cambiarlo porque es nuestra naturaleza y es lo que nos ha mantenido con vida ― la mujer sonríe orgullosa ― Pero si vieran todo lo que te acabamos de revelar, ¿No crees que querrían utilizarnos como hizo Armes?
― Es cierto, me temo que podemos únicamente hacernos valer y darnos un lugar y respeto pero no ser sus amigos ― asiente pensando en Milo, no sabe nada de él y es uno de los tantos que no han cambiado, que han mantenido esos instintos a flor de piel.
De pronto los ojos verdes de la muchacha se encienden en un fuerte color rojizo logrando que sus colmillos prácticamente rasguen la piel de sus labios debido a la ansiedad, su olfato se activa recibiendo aromas de todos lados y se ve obligada a cubrir su nariz. Retrocede unos pasos mientras la vista de todos se posa en ella, preocupados esperan a que ella les dé una señal de lo que le está sucediendo pero pronto la sensación que la aqueja desaparece casi de manera mágica y ridícula para dejar el verde de sus ojos aparecer.
― ¿Cuándo bebiste sangre por última vez? ― pregunta Victoria.
― Hace bastante ― susurra recordando la ocasión última que Ivoh le dio a beber de su sangre ― Pero no he tenido sed.
― ¿No? ― Salvatore eleva una ceja ― La sed no aparece así nada más, hay un lapso de tiempo que debes conocer para poder mantenerte en pie y bebiendo antes de que esto te suceda, por lo que tu cuerpo te brindará los conocimientos para entender esos tiempos.
― Exacto, no esperes mucho para volver a ingerir sangre ― la mujer palmea su hombro con cariño ― No tienes que alimentarte de él solamente, puedes beber del banco de sangre, tú tienes acceso libre.