Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Veintitres

En la villa, la casa de Salvatore se encuentra concurrida por los allegados de Evelyn esperando poder saber algo sobre la joven mestiza, el resto de la comunidad no está al tanto de lo que ha sucedido y es mejor así ya que se desea evitar que la información salga del lugar, se divulgue y llegue a oídos enemigos o chismosos.

― Vamos, Soph, una última vez, ¡puja! ― La mujer la alienta.

Evelyn hace el último intento, da sus últimas fuerzas hasta que el dolor desaparece dejando un gran alivio en ella, el proceso ha terminado pero, algo va mal, no hay sonido, no hay llanto de uno o dos bebés como esperaba –o como  es común leer en revistas informativas, viejas películas, etc.-; se incorpora con dificultad, observa a Victoria quien le sonríe gustosa, cargando en sus brazos a dos pequeñitos que la observan serios, atentos, esperando a que haga algún movimiento.

― Son preciosos ― recuesta su cuerpo sobre las almohadas, les sonríe a ambos y se deja ir a brazos de Morfeo.

Victoria sale de la habitación sumamente cansada, lleva los ojos encendidos en un tono rojizo intenso pero luce calmada. Apenas su hijo se encuentra con ella le brinda una copa de sangre sonriente, Lyon es el primero en acercarse a ella esperando poder saber sobre la pelinegra; Milo entra en la sala buscando con la vista a Sam quien aparece frente a él compartiendo miradas cómplices sabiendo que estuvieron cerca de ser descubiertos por los lobos, aun así todavía queda asegurar que Jackson no dirá nada a su padre o a los miembros de los Consejos de ambas especies sobre lo que descubierto y visto allí.

― Dime, ¿Se encuentra bien? ¿Por qué tanto silencio? ― Lyon está a punto de perder su cabello debido a los nervios.

― Tranquilo, está en buenas condiciones pero se sumió en pleno sueño apenas terminó el parto, su condición de híbrida hace que las cosas sean bastante peculiares para mí. ― la mujer suspira ― Debo salir un momento, necesito despejar mi olfato un poco.

― ¿Y los bebés? ― pregunta Sam.

― Ambos sanos, perfectamente sanos ― sonríe con cariño, recuerda a la perfección el día en que su pequeño Jeremía llegó a su vida. ― Duermen, junto a su madre.

― No esperaba que durmieran ― rasca su nuca.

― Imitan lo que ella hace, al menos eso parece ― ríe la castaña pasando por su lado ― No entren, el lugar no es apto para vampiros.

Sam observa a sus acompañantes, se ven más tranquilos y relajados sabiendo que pasó el momento más difícil y que las cosas se han asentado de la mejor manera.

Milo se adentra en lo que parece ser una cocina seguido de Salvatore quien habla sobre preparar la sangre para ser ingerida ya que Evelyn podría despertar en cualquier momento y el desgaste físico sumado a todo lo que ha conllevado el parto despertará en ella la sed –aunque no tenga a Ivoh para satisfacerla completamente debe intentarlo por otros medios-.

El joven lobo termina de subir los últimos peldaños de la escalera –la cual lleva a las habitaciones de la planta superior y en las cuales se encontraban casi arrinconados sin atreverse a acercarse un poco al cuarto donde sucedía el gran evento-, toma la perilla de la puerta y empujándola con cuidado echa un vistazo dentro; Evelyn descansa sobre una pequeña cama –apenas de una plaza-, su sueño es profundo ya que lo hubiera sentido entrar de inmediato en otras circunstancias. Del otro lado del cuarto se encuentra el lecho original de la habitación el cual combina a la perfección con los muebles y en el medio de la misma se encuentran los dos pequeños descansando, tranquilos… Uno de ellos mueve su cabecita, voltea a verlo, su mirada penetrante y seria lo observa con una ceja levantada como si se preguntara quien es ese intruso que los observa, Sam sonríe divertido, definitivamente se parece a su mamá…

― Que lindos ― susurra pero el bebé comienza a sollozar ― No, no llores, ay… ¿Qué hago? ― Entra de puntillas, lo observa esperando que no suelte un estruendoso llanto. ― No llores, tu mamá duerme.

Con su dedo acaricia una de las mejillas del bebé logrando que este deje el sollozo y cierre sus ojitos, suspira aliviado y entendiendo que ese ser sumamente pequeñito con apenas unos minutos de vida lo comprende a la perfección, quizás, demasiado bien.

¿Era esa capacidad de creación y regeneración lo que envidiaban el resto de los vampiros? ¿Era a eso a lo que le temían los pura sangres?

Comprendía, sí, ahora lo hacía; los Parias eran algo más avanzados genéticamente y si lo querían superarían a la población de vampiros nobles en un abrir y cerrar de ojos.

― ¿Qué haces? ― La voz de Ev lo hace voltear sorprendido.

― Oh, ya has despertado, no quería que él llorara y… ― gesticula divertido.




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