Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Veintinueve

No hacía mucho tiempo que Ivoh había llegado a la familia Coll, era increíblemente retraído, odiaba encontrarse con los “niños” de la casa y estar en presencia de alguien más que no fuera Absalón lo perturbaba, lo llevaba a pensar que estaba en peligro, a intentar masacrar al primer pobre individuo que cayera en su camino. Sin embargo, aquel vampiro milenario no se detenía, todos los días cumplía la misma rutina con él; hablar por las mañana sobre lo que le estaba ocurriendo, sobre lo que podía llegar a ser el día en que aceptara su nueva vida y lo que conllevaba todo ello, llegada la hora del almuerzo o la cena prácticamente arrastraba al chico hasta la sala donde se reunía con sus demás hijos  y tenía alguna que otra charla. Esto se repetía, días tras día, sin falta.

― El instituto ha ido bien ― responde Calendra mientras observa sus largas trenzas.

― Me alegra saberlo hija, ¿Qué hay de ti Draco? ― observa al otro extremo de la mesa donde el muchachito despistado ha perdido el hilo de la conversación, de nuevo.

― ¿Qué? ― voltea a verlo.

― Te ha preguntado qué has hecho en el día ― responde Ivoh molesto, quiere que acabe pronto la cena para poder retirarse a su cuarto.

― No te pregunté a ti ― Draco lo fulmina con la mirada.

― Que estúpido eres ― responde tajante.

― No lo soy ― niega golpeando la mesa.

― ¿No? ― eleva una ceja sonriendo ― Entonces ¿por qué hay que repetirte las preguntas más de dos veces?

― ¡No sucedería si dejarás de pensar como un bebé! ― se pone de pie Draco ― Desde que llegaste oigo tus lamentos y pensamientos mortificadores, deja el drama ya niñito.

― ¡Cierra la boca! ― grita Ivoh.

― ¡Silencio! ― Absalón ni siquiera ha elevado la voz pero esta ha resonado en toda la sala provocando que sus hijos lo observen apenados. ― Así está mejor, creo que ha sido un gran avance, al menos han peleado entre ustedes en lugar de ser la silenciosa cena que solemos tener.

― No lo entiendo ― Ivoh se deja caer en la silla ― No quiero estar aquí y tu celebras que haya peleado con él.

― Ahora no puedes verlo porque lloras la perdida de tu madre pero ellos también la han perdido ― señala a Lendra y Draco ― Son tres huérfanos de madre, que lloran y sufren y que se niegan a hablar del tema aislándose en sus propios mundos; tienen más en común de lo que imaginan, ustedes crecerán y serán invencibles.

Los tres niños no responden a tales palabras, se dedican a terminar la cena mientras se observan entre ellos; las palabras han calado hondo en cada uno aunque no puedan entender del todo como es que llegaran  a quererse de la manera en que les han dicho pero al menos lo están considerando, al menos tienen la esperanza de no vivir eternamente solos y llenos de tristeza profunda, al menos se tienen –aunque lo nieguen-.

Una vez terminada la cena Ivoh camina de regreso a su cuarto, ya no lleva tanto apuro en llegar al mismo pero suspira sin comprender qué sucede con él realmente y sus emociones traicioneras.

Entrando en la alcoba deja sobre la mesita de noche la copa de sangre que bebe cada vez que llega la noche, ahora que no requiere dormir se ve en el problema de no saber cómo emplear ese tiempo, ¿Qué hacer cuando tendría que estar descansando? Abre la ventana sintiendo la brisa nocturna chocar en sus mejillas, clava la mirada en el cielo estrellado recordando los nombres de cada uno de aquellos astros lejanos, todos ellos enseñados por su adorada madre… De pronto, algo llama su atención, entre los árboles del bosque puede ver un animal ir y venir, no huye, no elige una dirección fija, más bien pareciera que estuviera zigzagueando sin rumbo alguno; con la curiosidad a flor de piel trepa el marco de la ventana, una vez su cuerpo ha salido con totalidad se lanza al vacío –desde un segundo piso sumamente alto- cayendo de pie sin ningún problema y sonriendo por ello –comienza a verle el lado bueno a sus nuevas habilidades-. Corre rápidamente, en menos de un segundo se encuentra detrás de la criatura, puede verla correr y no está dispuesto a detenerse hasta averiguar de qué se trata; pero para su mala suerte el animal voltea en su dirección chocando con él y rodando ambos por el suelo hasta dar contra un árbol tirándolo al suelo por completo.

― ¡Cielos! ― se aparta del árbol justo a tiempo antes de que lo aplaste. ― No puede ser… ― susurra abriendo los ojos tanto como le es posible al ver al lobo blanco y  gigantesco erguido frente a él.

El animal se contorsiona hasta adoptar una forma humana, una femenina para ser más precisos y el chico retrocede unos pasos inseguro de la situación; la mujer –relativamente joven- le sonríe divertida, sabe a la perfección que lleva poco tiempo convertido y que no tiene la menor idea de la existencia de hombres lobos.




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