Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. treinta y Tres

El automóvil aparca cerca de la villa, precisamente a un kilómetro mientras desaparece rápidamente, Milo toma la delantera asegurándose que no hay enemigos cerca mientras Evelyn arregla su capa.

― ¿Dónde vamos mamá? ― Gaia observa a su madre colocarle la misma capa y capucha que lleva ella.

― Volveremos a casa ― responde sonriente.

― ¿Casa? Creí que estábamos en casa ― comenta Vlad acercándose listo para partir.

― No, ustedes eran muy pequeños cuando dejamos la Villa y no hace mucho tiempo  ― suspira recordando ― Es tiempo de que regresemos, tenemos amigos y familiares allá que necesitan de nosotros.

― Bien ― asiente el niño.

― Quiero pedirles algo ― coloca una mano en cada uno de sus hijos, precisamente en su mejilla ― Deben estar atentos a todo y todos cuando lleguemos a la Villa, sean valientes y no olviden lo que han aprendido.

― Tranquila mami, te ayudaremos ― Gaia le sonríe.

― No, ustedes solo tienen que estar cerca de Sam o de mí, el resto lo haré yo ― los estrecha con cariño ― Quisiera que no tuvieran que formar parte de este problema pero no es así, necesitan conocer como es el sistema vampírico, conocer a los nuestros y que los reconozcan como lo que son; hijos de Sophie Armes, descendientes del primer Paria en la tierra.

― Es hora ― Sam se reúne con ellos ― Tenemos que apresurarnos, estar aquí solos no es seguro.

― De acuerdo, vamos ― los niños se dirigen al camino que ha iniciado su tío mientras la pelinegra voltea a ver al muchacho ― Ten mucho cuidado Samuel, solo ve por él y nos veremos en la Villa.

― Claro ― asiente con una sonrisa ― No temas, estaré bien.

Ambos se observan unos segundos para que la joven rompa el contacto y se lance a sus brazos, separarse aunque sea por poco tiempo causa preocupación, dolor en cierta forma, incertidumbre…

― Ve, nos veremos pronto y le daremos un gran dolor de cabeza a Drakkar ― sonríe separándose y preparándose para partir.

En un rápido movimiento se transforma emergiendo en su enorme apariencia animal, de un rápido salto se encamina lejos de ella y dejándola emprender su viaje.

Regresar a la ciudadela pone los nervios de punta a la muchacha, le trae recuerdos, sensaciones, olores que creyó dejar atrás cuando se marchó.

El paisaje sigue siendo el mismo, nevado, solitario, alejado de todos los curiosos que se adentran en el bosque pero relativamente cerca de la mansión de los Coll; desde donde están puede verse claramente la vivienda, la pelinegra suspira al verla pero ya no siente aquella tristeza que la carcomía por dentro, no hay recuerdos que le saquen lágrimas y esa sensación de estar perdiéndolo todo por dentro ya no existe, tal vez sea madurez o aceptación; quien sabe…

Gaia y Vladimir también ponen atención a dicho lugar, la niña frunce el ceño viendo a su madre para luego compartir miradas con su hermano y continuar el viaje; por más que intente la pequeña voltea una y otra vez viendo la enorme casa, hay algo allí que la llama, algo que debe ver…

― Luego podremos ver de cerca ― susurra su hermano adivinando a la perfección las intenciones que ella tiene.

― ¿Crees que mamá se enoje? ― responde.

― No lo creo, según dijo Milo estamos cerca de nuestro destino por lo que no nos estaríamos alejando de su protección ― sonríe listo y astuto y su melliza lo imita.

El mencionado por el niño los observa de reojo, son tan parecidos y a la vez tan diferentes a ellos cuando pequeños… Desearía que no ocurriera con sus sobrinos lo mismo que con ellos, separados, utilizados, dolidos, enamorados y rechazados…

Pronto la entrada  a la villa puede verse con claridad, Ev sonríe a mas no poder sintiendo la emoción y ansiedad por volver a ver a los suyos; rápidamente Victoria y Salvatore se hacen presentes esperándolos con una sonrisa, Jeremía también aparece junto a su madre pero luciendo algo cambiado, tal y como han hecho Vlad y Gaia, él ha crecido estos últimos meses.

― ¡Victoria! ― la mestiza corre hasta ella estrechándola con fuerza.

― Sophie, cariño, que bueno que has vuelto ― la mujer ríe.

― No fue difícil convencerla ― agrega Milo estirando sus brazos.

― Hola niños, vaya que crecen rápido los mestizos… ― Salvatore alza las cejas, sorprendido.

― Un gusto ― Gaia sonríe.

― Lo que ella dijo ― sigue su hermano observando a su alrededor.

― No quiero ser entrometido, pero juraría que es una mini copia de Draco ― Milo susurra a su hermana.




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