Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cuarenta y Siete

― ¡Milo! ¡No! ― La joven se acuclilla junto a él a tropezones ― ¿Qué sucedió?

― No te preocupes, está a salvo ― responde por lo bajo.

― ¿A salvo? ¿Quién? ― pregunta sin comprender mientras sus manos intentan encontrar la herida mayor y sanarla.

― Vlad, él estaba conmigo cuando Bram… ― cierra los ojos, siente que si sigue hablando perderá la consciencia.

― ¿Bram? ― niega poniéndose de pie viendo a Ivoh aparecer en el lugar y asombrarse tanto como ella –pues la siguió apenas la chica salió corriendo en dirección opuesta a él-. ― Todo era una trampa ― susurra viendo al heredero Coll mientras aprieta sus manos hechas puños ― ¡Tú! ¡Estaba planeado, esperabas que me entretuviera contigo para que ese infeliz pudiera atacar a mi hermano!

― ¿Qué? ― retrocede ― ¡No, no es así! Yo nunca haría algo que te lastimara.

― Ya lo hiciste, muchas veces en lo que va de este último tiempo ― suelta con dolor.

― Ev, por favor… ― pide el inmortal pero la pelinegra centra su atención nuevamente en su hermano.

― No te preocupes, te puedo sanar ― sus manos se tornan verduzcas.

― No ― detiene los movimientos de su hermana a duras penas ― No puedes salvarme Sophie, no de mí mismo ― tose mientras la sangre inunda cada parte de sus pulmones puesto que los seres inmortales a pesar de ser considerados criaturas “no vivas” poseen órganos y el líquido carmesí como cualquier otra.

― ¿De qué hablas? ― solloza.

― Perdóname Sophie, por todo lo que te hice, por todo lo que te dije, por lo que te obligue a pasar ― sonríe con dolor ― Perdonadme por amarte tan descabelladamente, fue torpe de mi parte.

― Yo ya te perdoné, no tienes que seguir diciendo esto, no tienes que seguir haciéndote esto… ― solloza con fuerza ― Déjame intentarlo…

― No Soph, mi corazón sufre la soledad y ya no puedo seguir viviendo… si… me odio ― agitado toma la mano de su hermana ― Soy un completo… desorden…

Las lágrimas caen rodando por las mejillas de ambos, la situación los ha sobrepasado, los sentimientos desbordan y no hay marcha atrás.

― Date prisa, antes de que… sea tarde… bebe ― susurra sintiendo como la sangre se acumula en su boca y se derrama de la misma.

Milo toma la nuca de su melliza obligándola a agacharse hasta él, una clara señal de que habla en serio y pronto siente como abandona su cuerpo, como lentamente sus ojos se cierran y al fin encuentra esa sensación que hacía tiempo estaba buscando; paz, tranquilidad, al fin se ha terminado para él una vida tortuosa y llena de sufrimientos, de pecados cometidos y pensados, aun cuando siempre supo que no podía ser perdonado, que en el hipotético caso de que aquella divinidad que los humanos tanto llevan de boca en boca existiera este no le daría el perdón, aun así, deseaba acabar con tanto dolor punzante, invisible, irrevocable que carcomía su alma desgarrada.

Evelyn lo observa una vez su sangre ha tocado sus propios labios, las gotas saladas caen de sus ojos para tocar el rostro de su hermano quien parece haberse dormido por un largo tiempo, uno demasiado largo…

Toma el cuerpo del muchacho acomodándolo como puede sobre su regazo, acariciando las mejillas, viéndolo de cerca como solía hacer cuando eran unos niños; ese lindo niño que la protegía había desaparecido quien sabe en qué momento y se había convertido en un hombre apagado, triste. Con sumo pesar lo estrecha contra ella mientras el llanto se busca el lugar para expresarse, la ira es tanta que sus propios colmillos lastiman los labios de la pelinegra y esta parece no sentir nada, nada comparado con lo que la pérdida de su hermano significa.

Bram.

Ese nombre se ha convertido en la palabra más odiada por la mestiza, ese hombre se ha convertido en su mayor anhelo de destrucción… 

Con la imagen de Milo en su cabeza no puede evitar gritar, no encuentra forma de desahogarse, de dejar salir todo lo que siente, de que el mundo se entere de que acaban de arrebatarle una parte importante de su propio ser y que ya nada volverá a ser igual. Pero lo que la tortura aún más es saber que su hermano no deseaba seguir con vida, la única razón por la que se mantenía en pie era ella y sus sobrinos, pero eso, no puede ser considerado una buena vida.

― Milo, no… por favor… ― llora a más no poder.

Ivoh intenta acercarse a ella pero la joven lo obliga a retroceder con un gesto agresivo mostrando sus colmillos, en este momento lo único que puede sentir es odio, hacia todos los que se crucen en su camino. El muchacho insiste nuevamente, no quiere dejarla así como así, no puede.




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