Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cuarenta y Ocho

Evelyn descansa en su habitación, Lyon se ha sumido en un profundo silencio desde que supo de la muerte de Milo y es que estos dos compartieron tantas cosas que realmente se consideraban hermanos; lo que más destruye a ambos hermanos es saber que el mestizo deseaba dejar de vivir, peor aún es que entienden ese dolor porque en algún momento estuvieron en ese lugar, sintiendo que nada vale la pena en la vida pero pudiendo salir a flote gracias a la fortaleza de sus espíritus, pero, ¿Cómo salir a flote cuando tu propio espíritu se ha quebrantado? ¿Cómo salir de semejante pozo de depresión cuando ya no te queda nada por lo que vivir? ¿Cómo seguir viviendo sabiendo que hay tantos crímenes en tus manos? ¿Cómo?

― Necesita beber sangre ― Ivoh observa a Samuel.

― No me lo ha pedido ― niega.

― No lo hará pero está muriendo y si no hacemos algo para tentarla entonces Bram la destruirá apenas tenga oportunidad ― brama molesto.

― ¿Y qué estás haciendo tu aquí en lugar de enfrentarlo? ― voltea a verlo molesto ― No veo que hagas nada, no te veo luchar por defender a tu familia, ¿Y dices amarla?

― No cuestiones sin saber ― responde.

― ¿Qué no sé? ¡Claro que sé! ― ríe irónico ― Todos aquí sabemos que eres el producto de Bram Drakkar, él es tu creador y es por ello que no puedes siquiera defender a tu mujer.

― Creo que debes irte ― Salvatore observa a Ivoh ― Debemos prepararnos para que Bram nos ataque, ahora que tú sabes dónde queda la villa estamos desprotegidos.

― Yo no diré nada ― frunce el ceño.

― No, pero en algún momento te hará decirlo ― agrega Victoria.

Evelyn abre la puerta del cuarto observando a todos, posa su mirada en Ivoh invitándolo a entrar mientras que los demás se disponen a hacer lo suyo; Sam intercambia miradas con la pelinegra entiendo lo que sucede, han llegado al punto de entenderse tan bien que los gestos sobran.

― No te preocupes, estaré bien ― sonríe la joven mientras el lobo le corresponde el gesto.

― Ten cuidado ― asiente para dirigirse a la sala.

Gaia y Vladimir esperan en su habitación, escuchan el ir y venir de los adultos y no han podido ver a su madre. Ambos saben que algo ha sucedido, que no es nada bueno y que seguramente su tío está envuelto en el tema pero nadie quiere decirles algo, solamente los enviaron a su cuarto y cada cierto tiempo Victoria o Sam revisan como se encuentran.

El pequeño camina de un lado a otro impaciente, no soporta tanta tensión y misterio al mismo tiempo mientras que su hermana observa por la ventana logrando captar todo tipo de emociones en el ambiente; suspirando la pequeña observa a Vlad y vuelve a clavar la vista en el paisaje nevado fuera de la casa.

― ¿Qué crees que sucedió? ― pregunta al fin el niño.

― Tío Milo falleció ― responde sin voltear a verlo, prefiere llorar en silencio.

― ¿Qué? ― Vladimir camina a paso lento y sorprendido hasta quedar al lado de su hermana.

― Es así ― lo ve con pena.

― No ― niega, no puede ser cierto, ellos estuvieron juntos. ― ¡No! ¡No! ¡Él me dijo que viniera por ayuda! ¡Estaba bien! ― solloza ― No puede ser…

Gaia se aferra a su hermano quien llora sin poder entender cómo fue que sucedió, en que momento su tío había fallecido si apenas se habían despedido y todo marchaba bien, ¿Quién fue? ¿Cómo ocurrió? ¿Fue ese tal Bram?

Tras unos momentos de calma y de que las ideas nuevas se asienten Vlad suspira sintiendo su cuerpo más liviano producto de un llanto intenso, piensa que quizás si se hubiera quedado con su tío podría haberlo ayudado a pelear, tal vez defenderlo como hizo con su padre en la enorme mansión; pero las cosas no se dieron así, lamentablemente siendo tan inocente no pudo entender que Milo estaba cuidándolo cuando le mintió para alejarlo de la escena.

Suspira, apoyando la cabeza contra la pared y su hermana aferrada a su cuerpo espera a que su madre entre en el cuarto o que alguien pueda consolarlos a ellos también pero antes de que todo eso pueda ocurrir su olfato se activa, su interés despierta haciéndolo fruncir el ceño y observar a Gaia quien parece dormitar contra su pecho; sus ojos se vuelven rojos y sus pequeños e inexpertos colmillos afloran como si se tratara de flores en primavera.

― ¿Gaia? ― pregunta moviendo ligeramente a su hermana. ― Gaia, algo anda mal…

Observa a su alrededor, es la primera vez que su cuerpo se comporta así, es la primera vez que su garganta pica tan insoportablemente  y es la primera vez que ese aroma es captado por su olfato, ¿Qué sucede? ¿Acaso algo está mal con él? ¿Estará enfermo? ¿Será por haber llorado tanto que se siente tan extraño? Tantas preguntas en su pequeña mentecita, tantas emociones repentinas y pocas respuestas, sin un adulto que pueda aconsejarlo. Se pone de pie dejando a su melliza en el suelo, tiene la intención de ir en busca de su mamá y pedirle ayuda pero los instintos son más fuertes, pueden con él de una manera abrumadora, casi delirante pues gira sobre su eje y acuclillándose frente a su hermana descubre su cuello apartando el cabello revuelto e hincando sus pequeños colmillos en la piel.




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