Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cincuenta

― Hasta donde Lyon dijo, los Parias no sienten sed al sentir la sangre de otro igual ― habla Evelyn acariciando la frente del niño que duerme en su regazo.

― Lo más probable es que, como tú, ellos sean mestizos. Es lógico ― agrega Aléh desde una esquina.

― Entonces, ¿Sería peligroso? ― pregunta Ivoh con inquietud.

― No estoy segura ― Victoria toma asiento ― Podría ser quizás la sed de Vlad tomando otras dimensiones debido a su crecimiento o bien podría ser que estén comenzando a llegar a la madurez; los aromas cambian, la sangre igual, las habilidades surgen o se potencian e incluso algunos forman vínculos algo amorosos con sus conocidos siendo su verdadera pareja o solo un romance pasajero.

― O sea, ¿Vlad y Gaia podrían ser pareja? ― Pregunta Ev con una mueca en el rostro, esa parte aun le cuesta comprender al haber vivido la mayor parte de su existencia como humana y con la moral de la raza dicha.

― Puede que sí, como que no ― Aléh le sonríe ― No te alteres, sea lo que sea ellos te lo harán saber, por el momento es controlar los impulsos de ambos por beber sangre; si él lo hizo, su hermana lo hará; tienen el mismo tiempo de madurez por ser mellizos.

― Realmente es todo un tema tener hijos mestizos, nunca sabes qué es realmente lo que sucede y no puedes guiarte por patrones básicos de conducta ― Calendra suspira.

― Pero tenemos a Sophie ― señala Lyon elevando una ceja.

― Pero es una generación anterior, eso también influye; lo que sus padres no podían o no sabían hacer ellos lo harán, se adaptan como Ev superó a Armes; lo mismo puede darse con los mellizos. ― Sam rueda los ojos como si fuera lo más obvio del mundo.

― ¿Papá? ― Gaia aparece frente a todos fregando su mano contra su ojo derecho.

Ivoh camina hasta estar cerca de ella, la toma en sus brazos y acunándola contra su pecho la sostiene con cuidado. Los ojos de la niña ven primeramente a su madre y su hermano, tras unos segundos de verlos cambia la dirección hasta centrarse en Sam que le sonríe con gusto y ella le devuelve el gesto provocando en su padre –sin saberlo realmente- cierta molestia inmadura.

Mientras Ivoh coloca en sus camas a sus hijos, se deleita con la tranquilidad que sus rostros reflejan, nunca pensó que sería padre, que sus hijos serian dos y menos mestizos, tampoco imaginó tener que afrontar las consecuencias de la naturaleza de los pequeños sin olvidar a las de la madre; ¿Podría él hacerlo? ¿Estaba a la altura de la situación? Suspira, aun cuando le falte experiencia –que es realmente lo que lo aqueja- está decidido a poner todo de su parte, tal como lo hizo Absalón con él y sus hermanos.

Sam entra en la habitación de los mellizos dejando en cada cama el oso de felpa correspondiente a cada uno de los niños y es que a pesar de ser inmortales su madre se ha encargado de inculcarles esos pequeños detalles y placeres humanos que los vampiros a veces ven como estúpidos, innecesarios o inentendibles; son niños, no importa qué tipo.

Rápidamente el vampiro frunce el ceño, tiene mucho que aprender, mucho que averiguar y quiere hacerlo tan bien como lo hace el lobo. Sabe que nunca podrá evitar que sus hijos quieran a Samuel, tampoco podrá alejarlos de él solo por un par de celos estúpidos –así los cataloga él-, solo puede esperar poder formar un vínculo tan especial como el del hombre que los cuidó; él es su padre, tienen algo que tira en el pecho de los tres cuando están juntos y lo sintió la primera vez que se encontró con ellos, supo entonces que algo especial había escondido allí.

― Parece que Ivoh tendrá las cosas difíciles ― sonríe Draco viendo a su hermana.

― Ya lo creo ― asiente esta ― Pero estamos todos juntos para aprender, tal y como hicimos con Ev cuando era una infanta.

― Creo que será un buen entrenamiento para ti ― ríe Diana pasando por detrás de ellos mientras su compañero voltea a verla con los ojos abiertos como platos.

― ¿Lo dices en serio? ― está a punto de tener un colapso.

Draco ve a la rubia vampiresa caminar alejándose de él entre risas, no podría estar más complacido con haberla encontrado, sinceramente al fin entiende a Ivoh y todo lo que hizo para poder estar con su pelinegra; finalmente él encontró a la persona que lo ve de la misma manera que lo hacen esos dos y no la dejará escapar, jamás.

Lejos, en la abandonada mansión de los Coll, un vampiro pura sangre se pasea de un lado a otro en la enorme sala con la sonrisa a dibujada en su rostro, satisfecho y lleno de emoción por comenzar con sus planes; espera paciente a que todos sus discípulos –los más leales y quienes siguen sus órdenes son objetar y sin que él necesite usar su vínculo para hacerlos acatarlas- lleguen, no puede esperar más, no debe. La mestiza ha perdido recientemente uno de sus más grandes e importantes pilares, su hermano y ello ha dejado un hueco en su supuesta defensa que tiene que aprovechar.




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