Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cincuenta y Dos

Evelyn, Ivoh, Sam y Calendra han salido cuanto antes de la villa adentrándose en las nevadas montañas en busca del líder de la manada de lobos, según lo que su hermano pudo ver gracias a Gaia este estaba siendo atacado por vampiros y ya se encontraba muy mal herido.

Sam aúlla esperando obtener respuesta pero nada sucede, gruñe molesto y desesperado al cabo que aumenta la velocidad dejando a sus acompañantes atrás; Evelyn redobla la apuesta y logra alcanzarlo para detenerse con agilidad evitando golpear contra el Paria que se presenta frente a ellos.

― Diablos ― masculla Ivoh viéndolo con cautela.

La criatura yace sobre la nieve cual animal salvaje, ya ni siquiera camina en sus dos extremidades y los observa curioso mientras olfatea el aire; reconoce a Evelyn, eso es seguro pero, ¿Y los demás?

A sus pies puede verse el cuerpo de Jackson inerte, su hermano se desespera al encontrarlo en tal estado e intenta acercarse pero el Paria le muestra sus enormes colmillos marcando su territorio y ext4endiendo sus garras; Ivoh niega lentamente, puede que sea demasiado tarde para el líder de los lobos pero deben tratar de alejarlo del enloquecido “hombre” que los observa.

― Ev, tienes que manejar esto ― Calendra susurra viendo a la mestiza dubitativa.

― No suelo hablar con animales, ¡Míralo! ¿Qué puedo hacer por él? ― responde preocupada, ¿Acaso la entendería?

― Vamos a tomar el mando entonces, no podemos esperar a que tú descubras que hacer con él ― responde Ivoh lanzándose al ataque.

― ¡Ivoh! ― grita la pelinegra.

El heredero Coll salta por sobre el lomo de Sam para encajarle un puñetazo a la criatura, esta apenas voltea hacia el otro lado por la inercia y devuelve la vista hasta el vampiro enseñándole los prominentes colmillos y lanzándose sobre él; ambos ruedan por la nieve entre forcejeo y forcejeo, Calendra logra subirse sobre el pescuezo del Paria para –con extrema fuerza- tomarlo por los hombros y rompérselos al quitárselo a su hermano y lanzarlo por los aires.

Samuel regresa a su forma humana, corre hasta su hermano cayendo de rodillas junto a él prácticamente, observa detalladamente el cuerpo encontrando varias heridas superficiales y una muy profunda sobre el pecho de Jackson; preso del pánico y la desesperación atina a quitarse la chaqueta y arrugándola para convertirla en un gran “bollo” la presiona contra la herida, espera poder contener un poco la sangre que se escapa por allí. Sus ojos se posan sobre el rostro de su hermano, luce pálido y con grandes ojeras pero respira, lentamente, pero lo hace; nuevamente observa la batalla que se da entre los hermanos Coll y la criatura la cual se encuentra bañada en sangre y está seguro que no es propio sino la del líder de los lobos.

― Sam… ― susurra el joven abriendo los ojos apenas para ver a su hermano.

― Tranquilo, no hables, te sacaremos de aquí ― responde.

― Es demasiado tarde ― suspira.

― No lo es, te repondrás ― asegura el muchacho.

― No, es una… trampa… ― toma las manos de Sam con fuerza ― No debieron… dejar… la…

Jackson intenta decirle algo, no puede hablar, es como si su voz hubiera desaparecido, el frío se apodera de su cuerpo y esa sensación de estar flotando, como si de pronto ya no estuviera sufriendo y su cuerpo no fuera suyo; hay algo diferente, se siente… relajado, tranquilo…

Los ojos del Alfa se cierran de pronto, con pesadez y su mano se vuelve flácida y cae rotundamente sobre su cuerpo; los ojos de Samuel no pueden abrirse más porque no le es permitido naturalmente, su boca se abre pero no puede articularla como normalmente haría y solo puede buscar con la vista al causante de su pérdida más grande.

― Maldita escoria… ― susurra poniéndose de pie con el Paria en su campo de visión.

Con destreza y habilidad el joven salta transformándose en el aire en el enorme animal que lleva dentro, aullando transmite la pérdida del Alfa a todos los que puedan escuchar su lamento para posteriormente gruñir con odio y saltar a la cacería del asesino de su hermano; el descabellado Paria lo ve aceptando el reto que implica el gruñido del lobo y también corre contra él saboreándose, como si ya diera por sentado que la pelea será ganada por su parte.

Samuel evade las garras de su contrincante y dando una voltereta atrevida en el aire logra encontrar el hueco perfecto para que sus fauces aprendan el cuerpo del enemigo y con fácil accionar de su mandíbula se escucha el tronar de los huesos seguido de un alarido ensordecedor; asqueado de lo que lleva en su boca escupe a la criatura lanzándola contra los árboles y viéndolo con repulsión, no siente que sea suficiente, no siente que sea la venganza más satisfactoria; no, probablemente le hubiera gustado hacerlo sufrir, escucharlo pedir misericordia pero a alguien que no posee razón no puede pedírsele semejante cosa.




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