Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cincuenta y Cuatro

Vladimir corre siguiendo a su hermana, constantemente voltea cerciorándose de que no los siguen y los sonidos a su alrededor son captados de manera casi antinatural, como si supiera la fuente y de donde proviene mucho antes de que se origine; se detiene, Gaia lo observa mientras se acerca unos pasos, hay algo cerca o alguien, no saben con certeza pero deben ser precavidos.

― ¿Crees que tengamos que preocuparnos? ― susurra la niña.

― No lo sé, no quiero arriesgarme ― la observa de reojo.

Ella asiente volteando a todos lados, olfateando lentamente el aire, percibiendo un sinfín de aromas nuevos y conocidos; para ser sinceros ellos han crecido tanto físicamente como mental y emocionalmente, su crecimiento es más acelerado que el de un niño inmortal común y corriente y les brinda las herramientas necesarias para salir adelante, incluso han aumentado varios centímetros de altura.

― ¿Escuchaste eso? ― pregunta la ojiverde alejándose unos pasos de su hermano.

― Sea lo que sea voy a calcinarlo ― enciende sus manos en llamas preparándose.

― Parecen… gruñidos… ― voltea a verlo, confundida, ¿Un lobo? ¿Sam?

De entre los árboles el rostro descompuesto del Paria desquiciado aparece, apenas puede arrastrarse y sus alaridos causan que los pequeños retrocedan alarmados y confundidos, reconocen que es uno de los suyos –no saben cómo ni porqué pero entre ellos pueden reconocerse, como si tuvieran un lazo invisible que los une desde el momento en que nacen con el resto de los suyos; si uno sufre, todos sufren-; Vlad frunce el ceño y observa a su hermana con curiosidad, no ha dejado de verlo y no pueden darse el lujo de desperdiciar el tiempo pues se encuentran en plena huida.

― Tenemos que irnos, nos van a encontrar ― susurra el pelinegro algo nervioso.

― No podemos dejarlo así ― responde con pena.

― ¿Y qué hacemos? Parece un animal… ― rasca su nuca, no tiene intenciones si quiera de acercarse a ese ser, debe reconocer que le causa bastante miedo.

Gaia observa sus propias manos, la palma de las mismas desprende un brillo verdoso, tenue y casi imperceptible, dudando un poco sobre sus capacidades se acerca al Paria bajo la negativa de Vladimir; rendido ante lo que pueda hacer la niña con él ni siquiera intenta apartarse, sus fuerzas ya no se lo permiten y la pérdida de sangre es abundante, quien sabe por qué no ha dejado este mundo ya.

― No temas, no te voy a lastimar ― sonríe llevando sus manos hasta las sienes de la criatura que la observa casi como perdida. ― Mi mamá me dijo una vez, que todos merecen una segunda oportunidad. No sé qué hiciste para terminar tan mal, pero yo te ayudaré.

― Date prisa, no estamos lo suficientemente lejos de la Villa ― masculla Vlad vigilando los alrededores.

Mientras el halo verde recubre el cuerpo del Paria este cierra los ojos cansado, pareciera que finalmente ha fallecido pero no es así, a medida que las heridas físicas son cerradas y cicatrizadas sus energías vuelven –algo débiles pero ahí están- y sus ojos se abren dejando ver un bonito color miel en el iris.

― Ayu… da… ― susurra.

― ¿Puedes hablar? ― pregunta Vlad desde lo lejos, incluso nota que sus ojos ya no se ven perdidos ni ennegrecidos.

― Tranquilo, ¿Cómo te llamas? ― La niña se pone de pie viéndolo, no reconoce su rostro.

― No lo… sé… ― el Paria apenas puede sentarse como se debe, observa sus manos como si llevara años sin verlas, como si no supiera para qué son o porqué están ahí. ― No recuerdo… nada.

― Vámonos ― Vlad jala a su hermana en dirección a las montañas y tras darle varias miradas a ese confundido muchacho desaparecen entre la ventisca helada.

Lo que ninguno de los mellizos logra captar es que acaban de presenciar algo que se creía imposible para los de su especie, regresar de ese estado bestial y sediento que los convertía en criaturas intratables, irracionales y puramente sacrificables por su nivel de peligrosidad; quizás sea como Aléh dijo alguna vez, las habilidades heredadas de progenitores se desarrollan de otra manera, mutan y evolucionan con cada generación y Gaia lo ha dejado más que claro, ha logrado lo que Evelyn no; una cura no solo física sino también, mental.

Mientras tanto, Evelyn camina con lentitud por lo que queda de su preciada Villa, sus ojos no han dejado de derramar lágrima tras lágrima, jadea constantemente no pudiendo comprender como es que esto sucedió, su pecho se estruja al ver los cadáveres –tanto de los suyos como de vampiros controlados por Drakkar-; siente que ha fallado, que todo lo que ha hecho ha sido en vano y que no ha podido defenderlos, de nada. Confiaron en ella y solo los decepcionó, ¿Hubiera sido mejor que atacaran como cuando Armes los regía? ¿Acaso hubieran salido victoriosos de tal masacre? Niega lentamente, nadie puede saber lo que hubiera pasado.




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