Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cincuenta y Seis

Evelyn observa a sus ciudadanos ir y venir, todos están más que dispuestos a enfrascarse en una batalla contra el tirano pura sangre para poder ser libres de una vez por todas pero ella… Ella tiene razones más profundas para ir tras él; necesita recuperar a sus hijos, asegurarles un futuro y protección, poder liberar a Ivoh del control de Bram –aunque este no lo haya usado a su favor aún- y sobretodo, vengarse. Su ser reclama una ferviente venganza, por Milo, por su vida, por la de todos los Parias que sucumbieron ante Drakkar y por supuesto, su padre y sus ancestros.

Ivoh habla animadamente con Lyon y Salvatore mientras que Victoria, Diana y Calendra parecen planear la estrategia de los demás Parias, como moverse, por donde y como atacar y sobre todo como pasar inadvertidos con la sangre de Eve; si las sospechas de Aléh son ciertas –y teniendo en cuenta como trabaja el “beber sangre de otros vampiros”- la mestiza podría tener todos los complementos necesarias para poseer las habilidades e instintos Parias que faltaban en ella –por tener mayor parte de humanidad, lo contrario que sucedía con su hermano quien carecía de dicha facultad dejando apenas unos atisbos de está  volviéndolo impredecible, feroz y agresivo-.

Suspira, ama verlos juntos, cooperando con Sam y los suyos, viendo como sus amados pares pueden ser vistos de manera distinta; Ivoh, él luce radiante y aunque sufrieron para poder volver a estar juntos no se arrepiente de nada, de lo contrario, no podría haber entendido quien era y porqué estaba aquí, en el mundo.

Sin que nadie se percate y habiendo bebido la sangre de su compañero para permanecer más que preparada sale de la Villa atravesando la entrada principal con sumo sigilo, agradece poder poner en practica todo lo que Armes la obligó a aprender el tiempo que la tuvo cautiva cuando apenas se conocían, tal vez no era tan malo después de todo, solo era un hombre desesperado, entristecido, solo…

Volteando a ver una última vez a lo que podría ser todo su amado mundo, tratando de no sentirse culpable, de no derramar lágrimas porque esto no es un “adiós”, sino un simple y corto “hasta luego” –tiene fé en que volverá a casa sana y salva- emprende la marcha. Debe enfrentarse al más peligroso de sus enemigos, no quiere darle motivos que pueda usar en su contra pues ya es suficiente con que tenga a sus niños –según lo que piensa ella-; no puede poner en riesgo más vidas, ni las de sus ciudadanos, ni las de su familia, mucho menos la de su preciado inmortal –porque Bram Drakkar es de lo más traicionero y sucio a la hora de pelear y no dudará en escudarse en ellos-.

― Milo, dame la fuerza que necesito ― susurra perdiéndose en la nevada montaña.

 

 

Lejos de la mestiza y algo desorientado Vladimir camina delante de su hermana, olfatea el ambiente notando que no reconoce los aromas presentes, que probablemente se han alejado lo suficiente y que, en todo caso, tomaron caminos equívocos puesto que no sabe dónde se encuentran con certeza; una cosa es cierta, están lejos de Bram y por ende a salvo, pero, ¿Y su madre? El niño no deja de pensar en su mamá, en qué es lo que estará sintiendo o si sabe al menos que se encuentran con vida, extraña tenerla cerca y poder ver a su padre y por el rostro cabizbajo de su melliza sabe que ella siente igual.

― Vlad ― lo hace voltear curioso ― Tengo sed ― suelta con pena, sus ojos se han vuelto rojos de pronto y la incomodidad en su anatomía se hace notar.

― Oh ― frunce el ceño ― ¿crees que algún animal de por aquí sea suficiente?

― No quiero animales, me dan pena ― susurra desviando la mirada.

― Bueno, pero algo debe de ser de tu agrado o no estarías así ― señala sus ojos ― Tal vez hay alguien herido cerca y lo has captado ― medita un poco lo que acaba de decir dándose cuenta de que no puede ser cierto porque él no se siente afectado en ninguna forma hasta que,  como por arte de magia intuye que quizás sea la misma situación que cuando se encontraban solos en la habitación, pero viceversa. ― Toma, bebe pronto. ― tiende su brazo mientras sube la manga de su chaqueta.

― No puedo ― niega ― Mamá podría molestarse, ¿No crees?

― Mmmm… No, la he visto hacerlo con papá ― se encoge de hombros.

― Bien ― susurra tomando la muñeca de su hermano y clavando con cuidado sus dientes, quizás no es algo a lo que está acostumbrada –pues de ambos niños es la que menos práctica pone en el asunto aun dependiendo de su madre- pero sabe desenvolverse.

Repentinamente el niño se aparta con brusquedad de su hermana retrocediendo varios pasos al tanteo, como si no supiera del todo que es lo que le sucede, Gaia lo ve confusa y nota como su hermano lleva la mano hasta el cuello donde se ha incrustado a mas no poder un dardo; Vladimir logra quitárselo para verlo de cerca, posteriormente solo puede darle una última mirada a su hermana tratando de decirle, de advertirle, pero los balbuceos no son claros y cae como peso muerto entre la nieve sacándole un grito a Gaia.




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