Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cincuenta y Siete

― ¡¿A dónde fue?! ― pregunta Ivoh molesto, intenta sentir a su compañera mediante la unión que comparten pero es inútil, parece haber desaparecido de la faz de la tierra.

― No sabemos ― niega Calendra preocupada ― ¡Simplemente se ha ido, no dejó una nota! ¡Nada!

― Ha ido tras Bram, ¡Está demente! ― masculla Draco incrédulo o enojado, no sabe bien que sentir en una situación como esta.

― Deben comprenderla, quiere proteger a su familia ― Victoria se pone de pie ― Ese malvado hombre puede manipularte a su antojo, ¿Crees que ella te pondría en peligro después de todo lo que ha sufrido por ti?

― No ― susurra ― Entiendo, mejor que nadie porque yo renuncié a ella una vez por protegerla pero no voy a perderla, no de nuevo; esta guerra la ganaremos juntos.

Sale con prisa de la casa dirigiéndose a donde todos los Parias se encuentran reunidos, un enorme salón se alza delante de él pudiendo así ver a las personas hablar con tranquilidad; no sabe bien si tiene lo necesario para liderarlo mientras su mujer no se encuentra pero sabe a ciencia cierta de que ellos harían lo que fuera necesario para poder ayudarla.

― Escúchenme ― alza la voz entrando decidido, llamando la atención de todos los presentes. ― Sé que no soy nadie para venir a hablarles pero, es necesario, es importante. Mi compañera, la mujer que amo, ha salido de la Villa en busca de aquel que ha destrozado su hogar, que se ha cobrado vidas inocentes por su arrebato ― comienza caminando hasta el centro de la habitación observándolos a todos en la medida que puede ― Nos necesita, tenemos que ser su soporte ahora como ella lo fue cuando necesitamos, y no hablo solo por ustedes sino por mí, por los míos; Evelyn o Sophie, ha sido el sostén de todo mi mundo desde el momento en que la vi por vez primera, desde el momento en que me vió sin miedo, sin prejuicios… Pondremos en marcha el plan, vamos a allanar el Consejo donde Bram Drakkar se siente dueño y señor de la vida ajena y le daremos fin a su reinado de terror.

― Para mí fue como encontrar una hija en ella, una amiga y confidente, alguien en quien podía confiar a ciegas ― Victoria se acerca al joven Coll hasta estar a la par del mismo ― Yo iré.

― Cuenta conmigo ― Lyon asiente dando un paso adelante.

― Sin dudas, esta será la más grande y épica batalla de todas ― Sonríe Salvatore. ― Hagamos que nuestra líder se sienta orgullosa.

― Mis jaurías los seguirán, yo tampoco la abandonaré ― Sam observa sobre su hombro a sus amigos quienes asienten con gusto, el tiempo que los lobos han compartido con los Parias realmente ha sido provechoso para ellos y han podido reconocer que son lo más cercano y parecido a los humanos en el mundo de los seres inmortales –esto si no se los provoca o esclaviza, claro-.

Alrededor de ellos los ciudadanos Parias avanzan hacia ellos con decisión uniéndose a la causa, sabiendo que puede que no regresen con vida pero van a defenderse, lucharan por su libertad, por la aceptación, por sus derechos y por los suyos; y Evelyn es su miembro más importante.

 ― Andando ― suelta Ivoh encendiendo sus ojos en su particular color violáceo.

 

Gaia abre los ojos lentamente, lo primero que ve la desconcierta puesto que la desorienta completamente obligándola a incorporarse con rapidez; observa el cuarto en donde se encuentra, luce algo infantil y rosa, ideal para una niña acaudalada por lo que frunce el ceño. Quita las mantas, sus pies cuelgan a orillas del lecho mientras observa meticulosamente el atuendo que porta, un fino vestido azulado y medias altas para el frío; poniéndose de pie y sin calzado camina hasta la ventana, corre las largas y sedosas cortinas a un lado encontrándose con enormes y gruesos barrotes de hierro que imposibilitan su escape –aunque ella aun no lo haya pensado como una opción-.

Suspira refunfuñando, voltea viendo el techo con lindas pinturas angelicales –lo cual es algo absurdo teniendo en cuenta quien la tiene cautiva allí, parece una especie de broma irónica-, sobre la mesita de noche una lámpara luce impecable ante la pequeña y las repisas a su alrededor llenas de osos de felpa y muñecas de todo tipo; maravillada –como cualquier niña común y corriente- corre hasta ellas tomándolas en sus manos y adorando todos y cada uno de los detalles de cada magnífico ejemplar.

― Parece que te agrada tu cuarto ― Bram la observa desde la entrada de la habitación esperando no haberla asustado.

― ¿Dónde estoy? ― pregunta viéndolo desde lo lejos.

― En mi casa, lejos de todo ese mundo putrefacto en el que has nacido ― responde serio.

― ¿Por qué? ¿Dónde está mi hermano? ― inquiere dejando las muñecas sobre la cama.

― Porque eres diferente, porque me has… llamado la atención y no suelo hacer estas cosas ― camina adentrándose en el cuarto ― No volverás a ver a tu hermano, está en un mejor lugar ahora.




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