Evelyn |libro 2 Saga Inmortal|

Cap. Cincuenta y Ocho

― Déjame ir ― pide la niña viéndolo caminar de un lado a otro esperando respuestas de sus seguidores.

― ¿Cuándo vas a callarte? ― voltea a verla exasperado, lleva media hora con la misma exigencia.

― Nunca ― suelta desinteresada sonriéndole.

― Me provocas migrañas ― reprende.

― Tú te las provocas solo ― rueda los ojos ― Quiero a mi madre.

― Yo también la quiero, ¿Sabes? ― le sonríe ― Espero que ella aparezca para arrancarle la cabeza.

― Sueña ― contesta enfrentándolo ― Será ella quien te quite la tuya.

― Estas muy segura, ¿Eh? ― eleva una ceja.

― Sí, porque sé que será así ― se encoge de hombros.

― ¿Acaso la niñita ve el futuro? ― se mofa.

― No, claro que no, ¿Acaso crees que soy una especie de criatura mágica? ― gesticula de forma algo cómica ― Cielos, pensé que eras más listo.

Bram sonríe, le ha causado bastante gracia la desenvoltura de la mestiza y aunque no quiera reconocerlo del todo, no se está del todo mal en su compañía; suspira, al parecer sus secuaces van a tardar más de lo que pensaba por lo que se deja caer en el sofá de la sala viendo fijamente a la chiquilla de cabellos negros.

― ¿Qué tanto me ves? ― escupe de pronto, puede ser muy frontal cuando lo desea –cosa que ha aprendido pura y exclusivamente de su hermano quien la alienta a decir todo lo que piensa de manera sincera-.

― Eres irritante niña ― rueda los ojos echando la cabeza hacia atrás, está tan seguro de sí mismo y del alcance de sus habilidades que no teme ser atacado por la pequeña –quien podría hacerle frente si deseara hacerlo y tuviera las herramientas que le aseguraran una victoria-.

― Gaia, me llamo Gaia ― insta poniéndose de pie.

― Bien, Gaia. ― le responde escuchándola caminar, rápidamente su cabeza vuelve a la posición anterior clavándole la mirada precavido para verla sentarse junto a él como si fueran conocidos de toda la vida.

― ¿Por qué odias a mi mamá? ― pregunta de pronto.

― No lo entenderías ― niega.

― Pruébame ― apremia.

― Odio a tu raza, porque son simplemente criaturas detestables, sucias, impuras y llenas de características que no nos pertenecen a los verdaderos vampiros. ― sentencia mirándola con aires de superioridad.

Gaia se queda viéndolo, como si buscara la verdadera respuesta en su semblante, suspira con pesar y con total suavidad acaricia la mejilla del muchacho derramando algunas lágrimas; tal acto confunde al pura sangre que se aleja unos centímetros del toque infantil con el ceño tan fruncido que es difícil saber a qué emoción pertenece.

― No hagas eso ― susurra algo incómodo. ― Vete a tu habitación.

― Lo siento ― se encamina a la salida de la modesta pero bien decorada sala ― Lamento que estés tan solo Bram, que no tengas a alguien que te consuele y te amé debe ser horrible… ― le da una última mirada ― Perdón, por todo.

― No debes cargar con culpas ajenas, no debes pedirme perdón por nada ― reprocha.

― ¿Y tú sí? ¿Tú eres el que puede cargar con culpas del pasado y odio que te oscurecen el alma pero yo no puedo pedirte perdón por algo que hizo mi abuelo? ― ladea la cabeza.

― Yo soy adulto, sé lo que hago, tú apenas eres un capullo que nació hace un par de años ― masculla, la paciencia se le acaba y hay que ver que con la pequeña Paria ha tenido y mucha, quizás en cantidades inimaginables.

― Te comportas como un niño ― le sonríe ― Eres raro, pero a mí me agradas, aunque hagas cosas tan malas.

― Deberías odiarme, ataqué tu hogar ― se pone de pie escuchando entrar a sus seguidores.

― Y no te he perdonado, pero no soy quien para hacer justicia por eso; mi madre se encargará de ti ― asiente ― Pero, si les has tocado un cabello a mi hermano, yo misma te haré sufrir mentalmente, no me subestimes porque soy pequeña.

Tras decir tal amenaza desaparece de la habitación dejando a Bram algo sorprendido, la conversación con la infanta se tornó bastante peculiar, abarcó tantos temas y tantas emociones por parte de ella que ha podido impresionarlo de cierta forma y muy en el donde las palabras han calado hondo aunque tenga una connotación puramente infantil.

― Señor, parece que los Parias se mueven ― da aviso uno de los más jóvenes de sus lacayos.

― Perfecto ― asiente ― Es hora de que terminemos con esto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.