Shin peleó hasta que no quedo nada frente a él, hasta que pudo ver la antena de Keyfour y desmayarse a su lado. Su boca sabía a sangre y se despertó por un sacudón. Keyfour estaba topándolo con cuidado cuando recobró sus sentidos. Todo estaba frío. Su traje estaba presurizado y sus sensores parecían anunciar aire en la atmosfera. Keyfour estaba preocupado.
“Estoy bien, Keyfour…” Dijo al aire.
Todo estaba mal, no podía sentir la Fuerza en ningún lugar. Solo era él, una isla en la oscuridad.
“¿Dónde estamos?” Preguntó mientras se ponía de pie para sanar sus huesos rotos.
El cansancio llegó rápido mientras su amigo hablaba.
“No me sirve un ID como nombre de planeta, Keyfour… ¿De este lugar vino la nave?”
Keyfour estaba seguro.
“Ya veo. Abre la puerta.” Dijo al aire Shin. “Esta nave apenas tiene sistemas de seguridad…”
Sus ojos se adaptaron a la luz de la estrella del sistema con facilidad. Tenía una pradera infinita frente a él y el pasto era de un color verde profundo. Nada estaba llamándolo y no podía ver la vida que lo rodeaba a través de su Fuerza. Todo estaba muerto para la Fuerza. Keyfour anunció lecturas de energía en la distancia y era lo único que tenían para recorrer. Estaba cansado y tuvo que sentarse un rato. Miró a su mecánico amigo extrañando a Alara, deseando que estuviera bien y que los problemas que había dejado para ella no fueran tan complicados como esperaba. El atardecer estaba cayendo en el planeta cuando sintió el soldador de Keyfour reparar la computadora de su armadura. Su amigo agregó una pequeña terminal que había robado de sus enemigos. Ahora iba a poder interactuar con su tecnología, aunque Keyfour estaba seguro de que no iban a poder entender mucho de ella. Shin se agachó frente a los restos de uno de sus enemigos para revisarlos con la mirada. Sangre y máquina, pensó mientras lo giraba con cuidado. Todo estaba manchado de azul y no pudo quitar el casco de su enemigo. Se puso de pie para intentar interactuar con la computadora de la nave, lo que veía no era demasiado útil, ya que no sabía cómo decodificar los datos que entraban en su armadura. Fuera, encontró la nave colapsada en un pequeño y embarrado cráter. Por alguna razón nadie estaba buscándolo, nadie estaba buscando esa nave. Nunca se había sentido tan solo, la sensación era parecida a cuando no era un jedi, a cuando no sabía que estaba conectado a la Fuerza. Ahora era su Fuerza contra todo ese planeta, contra todos sus enemigos. Hambriento, empezó a caminar hacia el frente junto a su metálico amigo con la esperanza de no encontrar más enemigos entre las hermosas praderas que tenía enfrente.