Cuando Evie volvió a casa ese día, su madre estaba esperándola en la sala, con las manos cruzadas sobre su largo vestido verde obscuro. No estaba el habitual ruido de Anthony, ni olía a comida recién preparada.
Algo ha pasado, pensó, aunque no pudo averiguar exactamente que.
Un par de maletas la aguardaban cerca de la puerta, y su madre había colocado plástico sobre los muebles. Era la maleta que Grace Grehnne, que casi nunca usaba, y también estaba la suya, polvorienta y de olor a guardado, la había comprado cuando hizo el viaje de 15 años.
—Visitaremos esta noche a la abuela, es importante.
Y por la voz quebrada de su madre, Evie no pudo contarle lo que había ocurrido en la escuela, era un asunto complicado después de todo, le habrían mandado un par de citatorios, pero nadie creía que ella pudiera haber realizado tal cosa, la exhumaron de la responsabilidad, pero quedó la culpa.
—El abuelo ha muerto, Evie.—Dijo su mamá, interrumpiendo sus pensamientos sobre lo acontecido en el colegio. —Anthony y tu padre ya van en camino. —Agregó.—He decidido esperarte, tendremos un largo viaje, y podrás contarme a detalle lo que ha pasado hoy.
—¿Te telefonearon de la escuela?—Preguntó ella con cautela, pero la asimilación de "El abuelo ha muerto" fue más tardía
—Terminé enterándome, Evie. Toma una ducha, hay mucho de qué hablar, debemos irnos pronto, tu abuela está destrozada—Respondió Grace, pero la desesperación de su voz, hizo a Evie correr directo al baño mientras dejaba caer varias lágrimas por la noticia.
Había algo raro en la casa, claro, pero había algo más raro en Evie. El agua de la ducha se enfriaba al contacto con su piel, y bajo los dedos de sus pies comenzaba a formarse una fina capa de escarcha.
Volverá a suceder, pensó, pero un ruido sordo proveniente de la sala donde su madre se encontraba le hizo agudizar el oído y sentirse extrañamente vulnerable.
Apresuró el baño, apartando los pensamientos para cuando finalmente pudiera acostarse a dormir, de noche cuando nadie más interrumpe, pero el ruido que se escuchaba en la sala le hizo crespar el pelo. El tragaluz del baño que iluminaba lo suficiente de día, parecía haber oscurecido, como si afuera se hiciera de noche, tuvo que prender la luz del baño.
—Evie, querida, apresúrate, necesitamos tomar un vuelo. —Le dijo su madre con dificultad desde abajo, como si moviera pesados muebles.
Cuando Evie bajó, con una falda ceñida, una camiseta y un enorme abrigo negro esperaba que su madre le rodara los ojos, pero la expresión de alivio en la cara de Grace, hacía pensar a Evie que estaba perdiendo los estribos. Los ojos, claro, no habían dejado de expresarse desde el recibimiento de la noticia.
Colapsará pronto, pensó.
El sofa de la sala bloqueaba la puerta de la entrada, Grace lo había levantado, y tras él había puesto algunas cosas. Afuera, la lluvia había comenzado, en pleno verano. Un trueno sonó en el cielo, y el relámpago iluminó la sala.
Grace Grehnne caminaba de lado a lado de la sala con ansiedad.
—Los aviones no vuelan mientras llueve.—Dijo Evie, sin saber exactamente que decir.
—Sólo llueve aquí, respondió su madre, necesito que te calmes, o vas a dejarnos en manos de los Swramcamper.
—¿De los qué? Dijo Evie con molestia, le dolía la cabeza.
Su madre había comenzado a hiperventilar, miraba fijamente la ventana con temor, y se acercó a correr las persianas y bajar las cortinas.
—Haz que deje de llover, Evie.—Dijo su madre, y a Evie le pareció que estaba perdiendo la cabeza.
Grace no había comenzado a llorar aun, pero se veía cerca.
—Haz que deje de llover, cariño.—Repitió ella.
Evie la miró con confusión.
Y la puerta se cayó de golpe, dejando entrar a su madre, la de verdad.
Aunque no lo supo hasta momentos después, cuando vio a la falsa Grace consumirse en un fuego abrasador de los pies a la cabeza cuando intentó atacar a su madre.
—Tenemos que irnos.—Le dijo la Grace Grehnne auténtica. Jalándola hasta las maletas, y cubriéndo a estas y a la misma Evie con el enorme velo negro que llevaba a juego con el vestido de luto.
Grace la apretó con fuerza, y la sala se iluminó con una radiante luz que la cegó por unos segundos, la calidez del abrazo de su madre hicieron disminuir un poco el frío que las rodeaba, pero no se compensó la falta de aire. Unos segundos después estaban en la entrada de la casa de su abuela.
La sorpresa la hizo tambalearse.
—Te lo explicaré todo cuando esto termine.—Dijo Grace, mirándola fijamente a los ojos. —Entremos.—Agregó su mamá, mientras llamaba a la puerta.
En casa de la abuela, en la pequeña sala había un par de amigos cercanos, los mejores amigos de los abuelos, que consolaban a la pobre Jannie Grehnne, estaba también la tía Petnie, con su esposo y su bebé en brazos, Alice, y los primos Kreisten y Charles, unos gemelos de seis años, el desconcierto de Evie cuando los amigos de la familia le dieron los pésames fue hecho pasar por el recibimieto de la triste noticia.
—Sabes, Evie, yo aun he podido conversar con el abuelo, me dijo que tenía algo para los gemelos y para mí escondido en un cajón del ático, y a que no sabes que es, hemos ido a buscarlo, es increíble Evie, de verdad tienes que verlo. —Anthony jalaba las faldas de Evie con insistencia, mientras esta seguía en la plenitud del desconcierto,
—Ahora no, Anthony.
—Por favor, Evie. —Y Anthony le jaló el abrigo, acercándose a su oído.
Anthony se unió a los gemelos, y se escabulleron por la sala, dejando a todos los que entendían, en el dolor de haber perdido al abuelo, y a Evie con desconcierto.
Grace Grehnne tenía su mirada clavada en los ojos negros de Evie, que parecían haber viajado un par de kilómetros del lugar, hablaba con Petnie, su tía.
Anthony insistió nuevamente, pero Grace le lanzó una mirada que lo hizo desistir de su cometido.
Editado: 07.08.2021