Los días que subsiguieron a la primera incursión en Hilwerthmield fueron en extremo provechosos, Evie aprendió a transportarse, que al parecer se le daba muy bien, así, tomaba sus clases con Petnie, y al terminar estas, volvía a casa de la abuela, donde la esperaba su madre, que ya había iniciado el proceso de cambiarla de preparatoria, al menos por lo que restaba del año, pues pronto terminaría e iría camino a la Universidad. Anthony, por su parte, estaba más que adaptado a su nueva vida, en una nueva escuela, más de uno de sus compañeros compartían su condición, y los juegos eran así, más divertidos.
Como parte de su cambio de escuela, Evie tuvo que hacer el juramento de proteger la instalación tanto para las distinguidas estudiantes como para las próximas brujas que llegaran a estudiar por ahí, pero su traslado fue excesivamente rápido, y antes de que pudiera informarles a sus amigos, ya estaba estudiando en otro lugar, muy lejos de casa.
El asunto con ser bruja, es que la vida se vuelve más sencilla, si es que puede serlo, así, Evie, podía fácilmente ir de un lugar a otro, es decir, un día tenía clases en su nueva escuela, y al siguiente una salida con helados a cientos de kilómetros de ahí, y de conocer la heladería, podía ir con cinco minutos de anticipación, y podría seguir así, de no ser que su madre le dijo que aquello podía resultar un poco sospechoso, así que se limitaba a ir de visita a su antigua ciudad en los fines de semana, a la par que perfeccionaba su habilidad, la casa ingresaba en mayor caos, pues mientras Anthony tenía que caminar por los mandados, Evie podía simplemente aparecer y ya, lo que comenzaba a impacientar a los ocupantes de la casa, pues para Evie resultaba divertido, pero para su padre y hermano, era en extremo frustrante, así, Grace le puso nuevas reglas a Evie, prohibiéndole transportarse para realizar sus obligaciones.
Los tres meses entre el torneo y el día en que Evie se inscribió pasaron con mucha rapidez, y con la presión, los deberes de la escuela, sus obligaciones sociales con sus amigos, y con la transición a la vida adulta, eligiendo una carrera universitaria, Evie no pudo hacer mucho, logró transportarse, congelar cosas y desaparecer, tres cosas que si bien dos de ellas representaban un dominio excelente de la magia, no iban a bastar para dar una buena presentación en el torneo, fue así como la abuela, preocupada por lo que pudiera ocurrir, decidió pedir al consejo una prórroga, para que Evie participara en el siguiente torneo. La idea no era muy alentadora, pero ante el argumento de la abuela, Evie no pudo hacer gran cosa.
El juicio no salió como esperaban, a pesar de todo lo que la abuela argumentó, pues, aunque el apellido Grehnne pesaba, el apellido Crewhton pesaba mucho más.
—La decisión de este consejo, es inamovible.
—Quisiera apelar a nuestra historia, se ha concedido la prórroga en otras ocasiones a o largo de la historia, incluso a brujas menos prometedoras. —Jannie estaba molesta, tenía el rostro rojo, y sus fosas nasales se abrían y cerraban con fuerza.
—¡Hemos decidido que no! Evie Grehnne competirá en este torneo, o no lo hará nunca y será considerada desertor. —Susie Crewhton se levantó de su lugar, con molestia.
—¿Me hablas así, muchachita? ¿Has olvidado a quien te diriges? —Jannie dio un paso al frente, retándola.
—¿Y tú te olvidas a quien te diriges, querida? ¿O tengo que recordarte tu lugar? —La mayor de las Crewhton, Leonor, que además era el miembro más importante del consejo, arqueó la ceja con molestia.
Jannie se sosegó, no había mucho que pudiera hacer, a pesar de amar mucho a su nieta.
—¿Tienes miedo, eh, Crewhton? —Jannie se irguió. —De que mi nieta venza no sólo a la tuya, si no a ti, también.
—Tu argumento es inválido, no tengo culpa de que tu familia le haya ocultado sus raíces a tu joven bruja. —Fue Leonor quien, con la misma calma, contraatacó.
—Te van a vencer en tu mismo juego, querida mía, te recuerdo que tu y yo, jamás nos hemos enfrentado, por que tu madre hizo la misma acción conmigo que la que tú haces con mi nieta ahora, y que, si bien tu lugar lo tienes, más de la mitad de nuestras brujas dudan de que merezcas tu puesto.
—Aun con tus amenazas, la decisión no se mueve.
—No hay necesidad de que lo tomes como amenaza, no suelo ser una persona que se ande con rodeos, pero eso ya lo saben las presentes.
La sesión se cerró, aquello fue todo, no hubo ni una réplica, no había forma, Jannie Grehnne salió con enojo de la sala, más frustrada que cuando ingresó, y se habían acabado los planes, Evie no iba a madurar sus poderes en la semana que bastaba, y la iban a enviar a la cueva del lobo sin defensa alguna.
—Creo que deberíamos salir de vacaciones. —Fue lo primero que Jannie dijo al ver a su nieta e hija, que mortificadas la seguían sin saber que hacer.
—Falta una semana, abuela ¿No crees que deberíamos redoblar esfuerzos?
—Creo que deberías descansar, hay mucho en juego, y nada podemos hacer para ayudarte más que confiar en ti.
La semana pasó demasiado rápido, como pasa con la vida a veces, cuando vives demasiadas cosas como para alcanzar a captarlas todas, ocurre cuando vives con demasiada intensidad, y las vacaciones, ya fuese por trabajo de su madre, de su padre, o por ocupaciones propias de la abuela, se aplazaron, por lo que los ánimos de todos se encontraban por los suelos.
La noche anterior al inicio del torneo, la abuela organizó una cena, esperaba que la calidez humana le devolviera a Evie un poco de confianza, y de tranquilidad.
—Creo, con demasiada firmeza, que estar rodeada de otras brujas, podría ayudar, casi por regla las brujas al estar en contacto con otras brujas, tienden a desarrollar sus poderes, o a aprender nuevos, aun así, cariño, si nada ocurre, seguimos siendo familia, y seguiremos peleando por ti. —Petnie alimentaba a Alice, con un avioncito en el aire, era curioso verlo, en particular, el padre de Evie observaba con mucha atención, Petnie estaba comiendo en total tranquilidad mientras Alice era alimentada por un avioncito flotante.
Editado: 07.08.2021