Evie Grehnne. Introducción a la magia.

Las brujas poderosas no traen buenas noticias.

Lucy caminó al centro del estadio, se había cortado el pelo para la presentación, ahora de aquella cabellera larga y sedosa, no quedaba más que la mitad.

Iba acompañada de su indumentaria, y de un par de pelotas de playa su traje era amarillo, ceñido al cuerpo. Se había amarrado el cabello con un listón del mismo color, y sus zapatos los había elegidos en negro, respiraba con tranquilidad, su madre había tomado su lugar en el consejo, entre aquellas viejas brujas, y la veía con calidez.

Cuando su abuela asintió en señal de aprobación, Lucy hizo una reverencia, y levantó las manos.

Lanzó unas llamas al aire, que conforme tomaron altura, se convirtieron en bolas de fuego, su frente sudaba, pero no había temblado ni un poco. Arriba, Lucy unificó las bolas, en una gran bola de fuego que se precipitaba con lentitud hacia ella. A menos de un metro, con el calor sintiéndose, dió un aplauso, y la bola se desvaneció, dejando en su lugar, una fina brisa de lluvia que se extendió por el estadio, los asistentes se pusieron de pie, el calor había sido mermado, el rostro de Lucy dibujó una sonrisa.

Entonces se sentó en el suelo, respiró profundo, cruzó las piernas, y comenzó a flotar, ahí arriba, hizo flotar las pelotas de playa, una a cada lado, luego las fusionó entre sí, formando una gran bola que lanzó hacia los asistentes, pero que hizo dividirse en montones de pelotitas que cayeron por todas partes.

Aun le quedaban dos minutos. Se sentó en el centro del estadio, y decidió esperar, en la pantalla frente a ella, estaban todos, creación y control del fuego, creación y control del agua, levitación, y levitación de objetos, el último, transformación de objetos.

Eran siete, y eran suficientes.

—¿Es todo?—Preguntó Evie a Cristine.

—Sí, lo es.

—¿Cómo sé que hice 5?

—Tienes que contar, Evie, yo haré seis porque no estoy segura de si uno lo es o no, no he leído el libro, me dió mucha pereza.

—¿Y que pasa si haces más?

—No seas vanidosa, Evie Grehnne, con cinco son suficientes, seis si quieres asegurar, he escuchado que luego hay discrepancias entre las brujas, y todo resulta extraño, con juicios, y audiencias, todo muy aburrido.

—¿Te sientes lista?

—Voy a ir de todas formas en menos de dos minutos cuando acabe el tiempo de Lucy, poco importa si me siento lista o no.

—A veces eres bastante insoportable.

—Y tú inoportuna, pero igual te aprecio.

—La siguiente señorita en pasar, es Cristine Henderson, ella ha pedido música, interesante elección.—Dijo tras el micrófono, la maestra de ceremonias del evento.

Cristine caminó su excesivo temple característico, Evie no pudo evitar sentir algo de envidia.

Tan pronto llegó al centro del estadio, la música comenzó a sonar, Evie no conocía la canción, de echo, nadie en el estadio lo hacía.

Cristine comenzó a bailar con gracilidad.

—Es mi canción favorita.—Dijo.—Como lo es la de todos ustedes, ahora.

Y esa era la magia, de pronto Evie escuchó resonar en su cabeza Non je ne regrette rien, de Piaf, como sabía que hacían los demás, como la chica que era la cuarta en pasar, una inglesa, que tarareaba Yellow Submarine, de The Beatles.

Comenzó a aplaudir, y todas en la pequeña sala comenzaron a verle raro.

—Ahora necesito un voluntario, pero lo requiero con mucha rapidez, porque estoy corta de tiempo.

Y Susie Crewthon caminó al centro, mucho antes que todos. Cristine la tomó de las manos, inspiró profundo, y comenzó a trabajar.

—¿Su comida favorita es el pastel de carne?

Susie comenzó a reir, luego asintió.

—¿Y odia el jugo de manzana?

—Esa es muy obvia.—Dijo ella.

—El jueves 4 de septiembre, de hace 12 años, Lucy Crewthon se cayó de las escaleras, y se rompió un brazo, el derecho, el médico dijo que necesitaba reposo de tres meses, pero usted llegó con una desertora, Roberta Stevens, quien le curó con un brebaje basado en herbolaria, de tono verde azulado, y sabor a menta, un par de agarres firmes, y una chocolatina.

Los ojos de Leonor Crewthon hervían de furia, pero por la presión de la audiencia, Susie no tuvo más que asentir, Cristine no había cometido ningún error.

Lo siguiente en su lista, tras hacer murmurar a la audiencia, fue un círculo de fuego sobre el cielo, que tras arder arriba, hizo descender hasta el suelo formando un círculo de tierra quemada, con ella de centro.

No había sido sorprendente, pero estaba bien.

Sin perder el tiempo, Evie se percató de que sus pelotas para malabares habían llegado al aire, eran pequeñas, y las hacía moverse con gracilidad sin mover un dedo, la audiencia aplaudió, y sin dejar de mover las pelotas, erigió del suelo de tierra, una estatua de si misma, desnuda, que escandalizó a todo el estadio, provocándola reír.

Finalmente, desapareció, sin lograr desaparecer el traje, para reaparecer unos segundos después sentada en el suelo, esperando, tres minutos le habían sobrado. 

Evie se había comenzado a comer las uñas, cuando vió aparecer en la pantalla el conteo.

Siete.

Creación y control del fuego, control de objetos, control de la tierra, invisibilidad, lectura de mentes, y el otro por confirmar.

Cristine se lo había dicho, por confirmar indicaba un poder aun no nombrado, nuevo.

Para la presentación de Cristine, la de Lucy parecía ordinaria.

Los tres minutos parecieron segundos, y cuando Evie escuchó su nombre, tal como había preparado en su guión, se transportó hasta el estadio, ansiosa por comenzar.

Uno.

El hielo era su elemento, y había tenido un par de ideas distintas sobre como usarlo, pero se había decidido por la última ¿No?

Del suelo emergió un pequeño trono de hielo, Evie se sentó sobre él, luego hizo pequeños tronos para cada persona en la audiencia, incluyendo el consejo, mil doscientos veintitrés tronos.



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En el texto hay: brujas, magia, hadas

Editado: 07.08.2021

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