Dos hombres se lanzaron sobre Amigo intentando evitar sus filosos dientes; el Guardián luchó todo lo que pudo para proteger a su niña, a la que veía acorralada con un árbol enorme a sus espaldas, el cuchillo en su mano derecha y dos hombres bloqueando su camino.
El metamorfo estaba desesperado por llegar a ella pero sus intentos de cambiar de forma eran en vano. Se retorcio, pataleo, intentó morder y nada dio resultado; sintió un piquete en su cuello y la vista se le nubló.
El quinto hombre. El que llevaba el arco, le disparó un dardo tranquilizante al protector.
–Esas marcas peculiares en el rostro de ese perro no son comunes, ese espécimen debe valer mucho–
–¡Amigo! ¿Que le hicieron malditos?– gritó Karasi entre llantos.
–Lo mismo que a tí si no te callas– dijo el tipo de la sonrisa asquerosa– Ella no nos sirve, matémosla y nos libramos de una carga–
–Si le hicieron daño a Amigo jamás se los perdonaré–
–Esta chiquilla tiene agallas, está rodeada y aún así nos enfrenta jaja. Tu amigo está bien, por ahora, pero cuando lo vendamos seguro usen su cabeza para adornar alguna pared pero no te preocupes, enterraré el resto de su cuerpo junto al tuyo–
Karasi saltó con los ojos llenos de lágrimas y su rostro rojo por la ira y cortó el brazo del charlatán en un veloz movimiento de su cuchillo.
El tipo soltó su espada pero le encestó un puñetazo en la mejilla que hizo que la niña callera al suelo algo aturdida.
El hombre tomó nuevamente su espada y caminó hacia la pequeña con el arma elevada sobre su cabeza. Cuando dirigió un ataque mortal a la niña, la espada salió volando y quedó enterrada en el suelo a dos metros de distancia.
Del otro lado estaba el arquero en posición de batalla.
–¿Por que demonios no me dejaste matar a este gusano?– gritó el espadachín furioso –¿A caso no viste lo que me hizo?
–Muerta no nos da ganancia-
–¿Y quien carajos te crees tu que eres?–
El arquero sacó otra flecha de su aljaba y le apuntó a la cabeza.
–Soy el hijo del jefe y a la única persona que pusieron a cargo de este grupo, por lo tanto van a seguir mis ordenes hasta que lleguemos con el resto–
–¿Te crees mejor que los demás? Hijo del jefe jaja, si solo eres un bastardo, ni tu madre te quiso-
Ni bien terminó de escupir estas palabras una flecha cortó su mejilla a lo largo, derramando una gran cantidad de sangre.
–La próxima va entre los ojos– dijo el chico.
Tenía unos 17 años, mucho más joven que los otros.
–¿Alguien más quiere objetar sobre mis órdenes?–
–No señor Alvéy– contestaron los tres restantes en coro.
Todos sabían que el jefe no quería al chico, pero tampoco era idiota; sabía muy bien que era el mejor guerrero que tenían. Se lo había demostrados a la corta edad de 10 años, cuando le salvó la vida al padre y a muchos de su aldea, luchando solo contra unos saqueadores que invadieron aprovechando que la mayoría de los hombres no estaban.
Alvéy se paró junto a Karasi –¡levantate!– le ordenó.
La pequeña lo ignoró.
La tomó del brazo con fuerza pero sin dañarla, la giró para atar sus manos a la espalda y en un susurro le dijo.
–No podré mantenerte con vida si sigues así. No voy a permitir que te dañen o a tu mascota, pero no te alejes de mí–
La niña lo miró a los ojos con ira, pero ver tanta tristeza reflejada en su mirada la confundió. Él no era como los demás.
–La niña va conmigo– ordenó al ver que el charlatán la quería atar a su caballo.
–Veremos que haces para protegerla frente al jefe Kane cuando éste vea que estas interesado en ella la pondrá en una hoguera como hizo con la bruja de tu madre– bufó el problemático.
Alvéy tomó una daga que traía en su cintura y con un ágil movimiento, casi imperceptible la colocó en el cuello del hablador haciendo presión.
–Casey, permíteme advertirte una última vez. No me desafíes y no vuelvas hablar de mi madre, que seas mi medio hermano no me impedirá matarte, después de todo el único al que necesitan es a mí. A Kane no le molestará tener un hijo menos, te reemplazará enseguida con alguno de los otros tantos que tiene- dijo el muchacho presionando su daga con más fuerza y haciendo brotar un hilo de sangre del cuello de su hermano –¿Te quedó claro?– Casey tragó con dificultad y movió su cabeza de arriba hacia abajo asintiendo muy lentamente.
–Nos vamos– ordenó Alvéy –Debemos reunirnos con el próximo grupo.
El arquero cabalgaba a una distancia de tres metros por detrás de los otros hombres llevando a Karasi sentada delante de él; al bajar la mirada notó que la pequeña estaba preocupada.
–No te angusties, solo está dormido, antes de llegar con mi padre veré la manera de liberarlos, puedo controlar a estos tontos, pero no a él– su tono de voz era melancólico y suave, totalmente diferente al que usaba frente a sus hombres.
–¿Por qué estás con ellos? Tu no eres igual– preguntó Karasi.
–Es lo único que conozco y para lo único que sirvo–
–La familia de tu madre ¿también es como ellos?–
–No los conozco, mi madre fue asesinada cuando era pequeño y apenas la recuerdo. Tampoco recuerdo que Kane la matara y aunque nunca me trató bien, es mi padre y hasta que corrobore lo que dice Casey lo seguirá siendo, solo sé que mamá le servía en las tareas del hogar a él y su esposa–
–Lamento lo de tu madre. ¿Que pasará contigo si nos ayudas a escapar?–
–Eso no importa, no dejaré que lastimen a más personas inocentes, nosotros somos saqueadores no asesinos. Al menos yo no lo soy–
–Ven con nosotros, no puedes quedarte con ellos– él solo se mantuvo en silencio con la mirada fija al frente.
Cabalgaron toda la noche.
En el día solo se detuvieron a comer algo y continuaron su camino.
Por lo que comentabam entre ellos, debían llegar al atardecer al punto de encuentro con el otro grupo, que por lo que entendió habían ido a cazar a un animal raro.