Itzcoatl solo tuvo que enterrar una de sus escamas en mi brazo para darme ese tipo de poder. Dolió, pero lo pude soportar. Cuando abrí los ojos, vi a una niña muy parecida a ella.
—Ella hará todo lo que le pidas, pero tiene mis ojos, así que ten por seguro de que te estaré vigilando y me aseguraré de que sigas el plan al pie de la letra. Mientras te preparas, yo me encargaré de la preciosa joya.
—Te lo agradezco Itzcoatl —trataba de contener mi emoción y el dolor en mi brazo.
—Ahora vete.
Hice una pequeña reverencia. Nunca había sentido tanto poder recorrer mi cuerpo, me sentía revitalizada, fuerte, rápida... invencible. Llegué al castillo en la mitad del tiempo. Había tanta energía en mí... Pero claro, tanto poder fue en vano, la voz de Itzcoatl resonaba en mi cabeza y me consumió y supe que no era capaz de controlar su escama cuando casi fue tarde. Si Roxana volvía a hablarme, tendría que agradecerle el que me haya sacado de aquel trance, de lo contrario, me hubiese convertido en la dragona que mató a su propio padre.
—Bueno —dijo la aparición de Itzcoatl—. Nadie me sirve, me voy de aquí.
Me tomó del brazo y arrancó la escama de su lugar, sin siquiera abrirlo primero; se la llevó con todo y piel. Grité hasta que la garganta dolió tanto como el brazo. Me hice un ovillo en la nieve, que ya se había teñido de rojo.
—No puedo creerlo —Roxana aún no se iba de su sitio. Levanté la mirada; se cubría el rostro aunque era obvio que estaba llorando —Eso es lo que querías desde un principio ¿No?
—Oye... yo no —Me costaba trabajo hablar.
—Era obvio, lo sé, es sólo que creí... creí que podíamos ser amigas. Llevarnos bien. Pero tú siempre me odiaste, siempre quisiste que me alejara, me odias. Desde que regresaste has querido que me fuera, fue lo primero que me dijiste esa vez ¿No? —Nada me hizo sentir más miserable que esos ojos zafiro brillante— “Vete, nadie se dará cuenta” “Papá no tiene por qué enterarse” Eso dijiste ─Acusó.
—Ro... —Comencé a toser y me cubrí rápidamente la boca. Eso no era bueno, la sangre no se supone que tenga que salir por la boca ¿Verdad? Creo que papá me dio una buena paliza antes.
—¿Cómo pude ser tan... ja, ja... tan tonta? —Sus ojos inundados de lágrimas fue lo último que vi antes de quedar inconsciente.
Sí, quería hacerme la fuerte y vencer a papá; sí, no quería cuidar de Roxana y claro que quería sentirme importante ¿De qué me sirvió? Un brazo desgarrado, veneno en el estómago y no sé cuántos golpes más. No lo entiendo, creí que me sentiría mejor conmigo misma al hacer esto pero ahora me siento tan... pequeña ¡Odio eso! ¿Por qué me siento así? ¿Por qué me sentí mal al ver a esa humana llorar? Maldita sea. La odio, bueno, no la odio; odio que me confunda, no me gusta estar confundida, por eso no me gustan los humanos, se guían por las emociones en lugar de la razón...
Un fuerte olor a hierbas me despertó. Abrí los ojos, pero tuve que cerrarlos de nuevo debido a la luz que me atravesó hasta la cabeza.
—Argh —Quise mover mi brazo derecho para cubrirme la cara, pero estaba atrapado en un cabestrillo.
—Me alegra que ya se haya levantado, Señorita Lena —Era la voz de Plata.
—¿Dónde estoy? —Mi voz se oía ronca.
—En su alcoba. Ha dormido por cuatro días.
—¿Qué? ¿Y papá?
—El Señor sólo durmió dos días, por él no se preocupe, está como nuevo.
—Me alegro —Abrí poco a poco los ojos. Plata estaba con su máscara puesta, como siempre, y el kimono recogido, seguramente para facilitarle el trabajo de enfermera.
—Sé que no es momento de repimiendas, pero fue muy bajo mandar a alguien para envenenar a su padre y tomar ventaja con el poder de un dragón Ancestral. ¿Sabe que Roxana tuvo que llavar a ese muchaho lejos para evitar que se desconjelara aquí?
—Lo sé, lo siento.
—Señorita, no soy yo con quien tiene que disculparse —Una punzada en mi estómago.
—¿Dónde está ella?
—En el manantial —Frotó un paño con agua fría en mí frente y el olor a hierbas de hizo más fuerte —Se la ha pasado ahí todo el día desde que usted está en cama. Ha comido poco y casi no duerme.