Hasta ahora Lena no me ha dado razones para volverme a enojar con ella. El desliz que tuvo hace unos días en el manantial no me importó mucho porque, a fin de cuentas, ella se había preocupado por mí. Y creo que eso fue lindo, aunque aún no podía confiar plenamente en ella. Me gustaba estar con ella, sí, incluso era divertido ver cómo se expresaba cuando le explicaba algo; la chica seria que se expresa con los ojos. Y espero que algún día podamos ser amigas, sin mentiras de por medio.
El invierno estaba por terminar, me agradaba aquello porque en la primavera las aves migratorias pasaban justo sobre el castillo y muchas veces lo usaban para descansar. También la comida volvía a ser la que más me gustaba y evitaría la carne seca y salada que Plata guardaba en los almacenes.
Hoy, por influencias que he tenido del Youkai desde pequeña, me encontraba recolectando bayas silvestres, campanillas de invierno y hojas de pinos; era una tradición hacer una corona de ramas y adornarla con las flores y bayas para recibir a la Dama de la Primavera y los espíritus que la acompañaban. Lena estaba ayudándome, en verdad no tenía idea de que las dos teníamos algunas costumbres en común, solo que nombradas de diferentes formas: el recibir la primavera, las cosechas de otoño y los juegos de verano eran lo mismo. Además, fue bueno estar acompañada en esta ocasión.
—Rox, creo que ya es suficiente, no necesitas esas castañas.
Me había subido a un árbol, intentando agarrar unas castañas, eran raras de encontrar y no iba a perder mi oportunidad.
—¿Rox? ¿Ahora nos ponemos motes? Bien, entonces tú eres… —Como si el destino no quisiera que dijese algo, la rama se rompió. Lena me atrapó, había caído boca abajo por lo que creo que mi trasero quedó en su cara.
—Eres… muy fuerte —dije algo pasmada por lo ocurrido.
—Y tú muy pesada —Se agachó un poco para dejarme en el suelo. Me puse de pie rápidamente.
—Lo lamento ¿Te lastimaste? —Lena ya no usaba el cabestrillo, pero aún tenía el brazo vendado.
—Estoy bien ¿Y tú?
—Conmocionada, pero mira lo que tengo —Levanté las dos castañas que había tomado.
—Hubiésemos roto la rama y nos pudimos haber evitado esto —apuntó—Pero la princesa quería subirse al árbol —dijo a modo de regaño.
—Oh vamos, tenemos las castañas. Así que valió la pena.
Terminamos de hacer la ofrenda, entre lo que Lena y yo recolectamos, logramos hacer una bonita corona de ramas y bayas. Las castañas las coloqué en el centro, dispuestas a la vista de todos.
—Quedó bien —dijo Lena. La vi rascarse una mejilla y luego doblo su brazo para hacer lo mismo con su espalda— deberíamos dejar esto frente a las puertas del castillo para cuando la Dama de la Primavera llegue.
Silbé y tanto Velvel como Natch regresaron a nosotras; montamos, Lena aún tenía dificultades por su brazo y espero que se recupere pronto porque si no tendré que escucharla quejarse todos los días.
Mientras regresábamos, y como ya se nos hizo costumbre, nos pusimos a conversar y bromear de lo que sea que se nos ocurriese.
—¿Irás a ver las luces de la Primera Noche? —pregunté.
—¿Luces? ¿Te refieres a la aurora? Claro que iré.
—¿Vamos juntas? Será divertido.
—Claro. —Aún se rascaba fervientemente el cuerpo. Supuse que había tocado alguna planta venenosa durante nuestra colecta —Es un hermoso espectáculo.
—No sabía que usabas la palabra "hermoso" para algo que no fueses tú —dije con burla.
—Oh vamos, no soy tan orgullosa. Podría nombrar varias cosas hermosas sin dificultad.
—Me gustaría oírlas —reté.
—Las gemas, las estrellas, el sol.
—El sol es una estrella, Lena —Hizo una mueca.
—Bien, entonces, las luciérnagas, el brillo del agua en el manantial, el fuego, tú, la aurora, algunos metales, el amanecer... Eh —Se dio cuenta de que la estaba mirando fijo— ¿Qué?
—¿Qué… dijiste? —Lena meditó en lo que había dicho. Sus pupilas se expandieron.
—Bueno...
—Como dije, los dragones se sienten atraídos por las cosas brillantes. —Bergen, con su tranquilo caminar, salió de entre algunos arbustos.
—Hola Bergen —Saludé… «Oh diablos, seguro tengo las mejillas rojas»
—No lo dije en serio —Se excusó Lena—. Es esta comezón que me distrae.
—Eso si te lo creo —admití.
—Supongo que dentro de poco mudarás —apuntó el fauno.
—Sí. Espero que sea después de la primavera, sino, tendré problemas.
—Creí que también mudabas después de verano, igual que Sigurd —dije.
—Papá y yo no somos iguales, Rox, igual que los humanos, los hijos se parecen a sus padres, pero hay cosas que comparten con uno y otro y cosas que no. Salí a mi madre, que hace ecdisis a finales de invierno.