Evolet

Capítulo 11. Un cálido latido.

Habían pasado ya varios días desde que Lena me “enseñó a entender a los animales” y creo que cada vez me iba peor, no entendí nada, por más horas que pasé en los establos con los renos, por más que me la pasé con las aves, nada.

Lena, cuando no se burlaba de mí, me animaba a seguir intentándolo. Hoy un poco cansada de la rutina, miraba junto con Karîm la última parvada de gorriones azules irse del casillo.

—Allá van —Suspiré— Me hubiese gustado que te hubieses curado más rápido. —Acaricié su cabeza con un dedo. Karîm era un ave bastante tierna, me picaba la cabeza para animarme, trinaba para que me despertara y parecía que de verdad quería que lo entendiese. No sé por qué—. Podríamos llevarte, pero no podría quedarme para cuidarte y no puedo salir mucho.

—¿Interrumpo un monólogo, o de verdad estás hablando con él? —Lena habló desde el marco de la puerta.

—No me molestes —reí.

—¿Puedo pasar? —Asentí— Ya te dije que no va a ocurrir de la noche a la mañana, te va a tomar un tiempo. Además, si te fuerzas va a ser peor —Recargó los codos en la mansarda, viendo el mismo paisaje que yo.

—Me has dicho eso tantas veces.

—Y tu gurda —dijo con una sonrisa que me provocó uno de mis múltiples saltos en el pecho.

—¿Qué quieres que te diga? Así soy.

—Y así me… agradas —Fijó la vista en la montaña que se levantaba frente a nosotras.

Karîm trinó.

—Tienes razón, Karîm. Vamos al manantial, hace días que no sales del castillo.

—Lena, he salido muy seguido últimamente. Creo que es mala idea.

Hizo una mueca. Algo no le gustaba.

─Rox, estar encerrada no es bueno para un ave.

─¿Me estás diciendo pájaro?

─Gallina sería un mejor concepto, pero además de eso, te estoy diciendo que estar en esta jaula de oro no te va a traer nada bueno. Hay que salir ─Insistió.

─Pero ─Me quedé viéndola. Lena tenía esa chispa en sus ojos que disimuladamente me suplicaba que aceptara. Me había dado cuenta de que, conmigo, sus ojos eran negros y combinados con esa chispa, veía la aurora sin ser de noche. Era hermosa. Suspiré─ ¿A dónde quieres ir?

Su sonrisa se hizo más amplia.

─Vamos al valle ─dijo emocionada.

─¿Qué? No, no, no, Lena. Eso está cerca del pueblo.

─Nada de eso. Iremos un poco antes de llegar al pueblo. Verás, en primavera, cuando es más cálido, los aldeanos evitan ir porque hay muchas banshees.

─¿Es menos peligroso acercarnos a esos espíritus?

─Ellas sólo aparecen en la noche, Rox, los aldeanos no lo saben ¿Vas a buscar otra excusa?

─¿Va a ir Karîm?

─No, porque un caballerito no puede ver señoritas con poca ropa. Lo divertido del valle es que hay un lago, podemos nadar e incluso pescar, será divertido.

Y por alguna razón, aquello de “con poca ropa” me emocionó y a la vez me asustó.

─Tengan cuidado ─dijo Sigurd al despedirnos.

─Lo tendremos, padre, no te preocupes ─Contestó Lena.

─Cuídala ─Advirtió Plata.

─Tendrán que cortarme las alas antes de tocarla.

Lena se adelantó unos pasos y se transformó. No sabía que iría montada en ella.

─¿No prefieres ir en reno? ─dije nerviosa. Ella gruñó ¿Se estaba burlando de mí?─ Bien…

Me ajusté la máscara y busqué por dónde subir. Lena había dejado una garra a mi disposición para poder escalarla. Con bastante dificultad lo hice. Tiré varia veces de sus protuberancias, resbalé por culpa de sus lisas escamas y estuve a punto de caer, pero logré sentarme en su cabeza. Me aferré a un par de protuberancias que tenía sobre la cabeza. Eran apenas dos bultos que no se veían a simple vista.

─¿Estás segura de que es buena ideeeee…?

Sus alas dieron un golpe al suelo y se elevó por los aires. Sentí como si me golpearan con toneladas de aire en mi cabeza, mis piernas comenzaron a resbalar y me aferré tanto como mis sudorosas manos me lo permitían. Oía el golpe de las alas de Lena en el aire, como una sábana gigante que nos hacía avanzar a gran velocidad en el cielo. Lena gruñó.




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