En nuestro camino rumbo al bosque, Roxana no decía ni una palabra. Sostenía la brida con apenas una mano y miraba el camino frente a nosotras. Karîm, que estaba sostenido en el hombro de Roxana, trinó.
─El avecilla tiene razón ¿Qué te pasa? ─Pregunté. Ella levantó la mirada.
─¿A mí? Nada.
─Claro que sí, eres un mar de verborrea y ahora estás muy callada ¿Qué te pasa?
─Nada ─insistió.
─Rox. ─No me contestó─ Roxanita. ─Ni siquiera volteó a verme. Hice que Velvel se adelantara y le impedí el paso a Natch─ Roxana ─Insistí.
─No es nada… es ─Suspiró─ Creo que vi a mi madre.
─¿Qué? Pero si ella está… bueno ─Me crucé de brazos─ Ya sabes.
─Mis padres murieron, Lena, no tienes por qué censurarlo. Soy una pobre huérfana.
Bajé del reno y me acerqué a su montura, tomé una de sus manos y la miré a los ojos.
─Roxana, no eres una “pobre huérfana” eres una Princesa y merecedora del trono, porque en tu corazón no hay avaricia ni soberbia. Tú misma lo dijiste “No vuelvas a llamarte de esa forma, porqué para mí eres más que eso” ─ Me mostró una vaga sonrisa─. Ahora dime ¿Qué fue lo que viste? ─ Bajó la mirada
─Ya te lo dije. A mi madre. No estoy hablando del presente, sino el pasado, creo que fue el día en el que me entregaron a Sigurd.
─Eso es imposible, los humanos no crean recuerdos a esa edad. Los dragones sí.
─Estaba a punto de ahogarme y dicen que antes de morir uno ve su vida pasar frente a sus ojos, tal vez fue por ello.
Aquello me llenó de un gélido escalofrío; Roxana estaba a punto de morir y yo estuve a punto de perderla y eso hizo darme cuenta de algo: ¿Qué sería de mí si Roxana se va, si se la llevan, o peor, si se enamora de alguien más y me deja? No quiero que se la lleven, me quedaría muy sola y eso no me gusta.
Sin pensarlo, recargué mi frente en sus piernas.
─No te vayas, por favor. No me dejes ─Apreté su mano. Ella me tomó de la quijada para que levantara el rostro.
─No podría irme, me quedaría muy sola ─Inclinó la cabeza para quedar frente con frente. De cerca, sus ojos azules se veían más brillantes.
─¿Y si te hartas de vivir aquí? ─Pregunté.
─Entonces, nos iremos las dos.
─¿A dónde? ─La tenía muy cerca.
─Tu viajaste a muchos lugares ─Me acariciaba las mejillas─, elige uno.
─Hengelbrock.
─Graciosa ─Acercó más la cabeza, no pude evitar mirar sus labios, tan delgados y a la vez con una pinta muy dulce.
Entonces Karîm trinó y el muy descarado se lanzó de las piernas de Roxana al suelo.
─¡Karîm no hagas eso! ─regañó, asustada. Nos separamos, ella bajó de Natch y yo fui a levantar al tonto gorrión que aleteaba en el suelo─. Pudiste haberte lastimado.
El ave trinó varias veces.
─Ave tonta ─dije─ Está bien que estés emocionado, pero no te precipites.
─Pobrecillo ─dijo ella─ Ya quieres volar.
Se inclinó para darle un beso en su pequeña cabeza.
Ave sinvergüenza, levantó su pico y recibió los labios de Roxana. Mi rabia se detuvo al vislumbrar una estela de humo que salía del animal.
─¡Roxana, aléjate!
Soltó la pequeña nube de humo azul en la que se había vuelto el ave. Ella apenas se dio cuenta de lo que pasaba cuando yo ya la tenía detrás de mí. Retrocedí y Roxana hizo lo mismo. El humo se disipó tan rápido como un parpadeó y dejó en su lugar a un muchacho de porte barbián, vestido con ropas azules que le quedaban algo grandes debido a su complexión delgada. Su cabello era negro cenizo, tal vez gris, y lo usaba muy corto. Llevaba un atisbo de barba de chivo justo debajo del labio inferior y sobre su labio superior se asomaba, muy tímidamente, una sombra de un bigote. Sus cejas eran muy pobladas y debajo de ellas tenía dos ojos marrones, brillantes de lágrimas.
─Gracias ─dijo el muchacho con un sollozo.
Me lancé a él por instinto. Caímos al suelo; lo tomé de los brazos y le gruñí. Mis garras lo atraparon en la nieve y mis dientes se fruncieron con amenaza. Él me miró horrorizado.
─¡Lena! ¡Déjalo! ─Roxana tiró de mi capucha.