Bueno, bueno. Creo que olvidé comentar en el capítulo anterior que tengo preparado, sólo para ustedes, una pequeña sección de microcapítulos que voy a publicar a lo largo de la semana. Ojo: estos capítulos afectan (muy poco) la historias y el orden de narración que estoy llevando (Roxana, Lena, Roxana, Lena) se va a restaurar al finalizar este mini maratón.
Sin más preámbulos ¡Disfrutenlos!
Lena
Los pantanos no eran mis lugares favoritos, una, porque a las brujas les encantaba vivir en lugares como estos, en segunda, había agua por todos lados y no podía sentarme en ningún lugar, además, olía mal. Tal vez Eithne y Roxana no lo notaban, pero mi nariz era más sensible y por ende, me mareaba el olor.
─Es por eso que no puedo concentrarme ─Me crucé de brazos. Eithne quería que empezara a practicar mi camuflaje.
─Excusas, chica, excusas ─Encontramos un árbol hueco donde podíamos descansar, nuestras voces hacían eco y Eithne se sentaba en la orilla, con los pies hacia afuera─. Los dragones que viven en Scaird practican todo el día todos los días.
─Adivina qué: No soy de Scaird.
─Pero eres un dragón.
─Aun así, eso no te convierte en mi entrenadora, no voy a obedecerle a una niñita del azabache ─Se giró con ojos amenazantes.
─¿Ah sí?
─Sí ─Solté humo.
─Suficiente ─Roxana nos exaltó. Estaba acostada al fondo del hueco; la razón por la que habíamos hecho una parada fue por sus “días de florecimiento”; sentía un poco de dolor y al parecer estaba de mal humor. Gritar frente a ella no fue buena idea─ Ustedes dos se la han estado pasando peleando desde que salimos de Jang.
─Lo siento ─dije de inmediato.
─No lo sientas conmigo ─Hizo una mueca de dolor y se dio la vuelta.
─Iré a revisar el área ─corté─ Quiero ver las cabañas flotantes, tal vez encuentre comida o algo para tu dolor.
─Te acompaño ─dijo Eithne─ Voy a caminar por las paredes si me quedo.
Salimos del tronco, y en una balsa improvisada que Eithne había hecho, viajamos un trecho hasta encontrar las cabañas, no eran muchas y en su mayoría se asomaba gente de vista no muy agradable. Paseando por ahí, nos encontramos con una anciana en cuyo puesto mostraba un par de pociones y ungüentos. Escondía su rostro en una capucha a lo igual que yo, sólo que yo me había confeccionado una capa nueva con la piel de un carnero; ajustaba mis cuernos para que parecieran los del animal y podía ver a través de sus ojos. La anciana de seguro se lo cubría para esconder su piel llena de escamas verdes y ojos amarillos.
─Buenas tardes, viajeras ─Tenía la voz rasposa y gruesa.
─¿Qué es lo que vende, señora? ─Pregunté.
─Curas para el dolor, ungüentos para el veneno de bayas, soluciones para los callos de los pies y algunos artilugios anfíbicos para respirar bajo el agua.
─Cosas necesarias para un viajero ─Eithne se tambaleó para acercarse.
─Así es, niña del azabache. Todo por un precio razonable.
─Podemos conseguir algo para el dolor ─Sugirió─. Nos será de gran ayuda, más para Roxana y a mí en el futuro ─Revisó sus bolsillos, hice lo mismo y aunque entre las dos conseguimos juntar doce pekines, la señora lo rechazó.
─Es muy poco ─Se excusó.
─Son doce pekines ¡Doce! ─Me quejé.
─Ocho más y haríamos un Coli ¿No cree que es mucho?
─No estoy cobrando mis servicio y el producto, jovencitas. Soy una bruja de la niebla aunque no lo creas.
─No puede ser ─Me quejé─ Quiere decir que estás pagando por vivir aquí ¿No es así? Por eso el precio.
─Así es, niña de la luna.
─¿Qué pides, entonces? ─Terció Eithne. La anciana sonrió y no vi ningún diente en su mandíbula.
─En estas aguas pantanosas yace un corcel hermoso, negro como la noche y de ojos rojos como el infierno, lo que quiero es su brida: Una brida de Kelpie.
─¡JA! ─Me crucé de brazos─ Con todo respeto, señora, usted está loca.
─¿Qué es un “Kelpie” ─Preguntó Eithne.
─Una muerte segura, eso es lo que es.
─Es un corcel de agua, querida niña, un hermoso corcel cuyas bridas pueden usarse para montones de cosas.
─Y cuya piel es más pegajosa que la brea ─Apunté─, si lo tocamos, nos arrastrará al fondo y no hay forma de escapar de él más que cortándose la mano. No necesitamos pasar por esas molestias, gracias. ─Empujé la cabaña para alejarnos y remé hacia la siguiente cabaña.