La presencia de Itzcoatl sólo provocó que me echara sobre ella. Renné y Barkan tuvieron que sostenerme para que no le hiciera nada. Eso provocó que la sangre se me escurriera por los agujeros.
─Tranquila, niña de la luna, vengo en paz y sin intenciones de hacer nada ¿No por ello este lugar es llamado Ataraxia? ─Cerró los ojos y sonrió.
─¿Qué… haces...?
─No puedo hablar contigo estando así. Haz caso de lo que te diga Renné y cuando puedas hablar, ya sabes dónde encontrarme.
La dragona con cuerpo de niña se dio la vuelta y caminó lentamente hasta la salida. Desde ahí pude ver sus dos pares de alas llenas de plumas, una de ellas, destrozada en su totalidad.
─Lena ¿Ese es tu nombre? ─La dragona albina hizo que me volviera a sentar. Asentí con la cabeza.
─La hija de Sigurd y Lana ─aclaró Barkan, dirigiéndose a la albina ¿Los recuerdas? Les diré ahora mismo que…
Me giré al hombre de canas, apenas y pude soltar unos gruñidos al tiempo que negaba con la cabeza.
─Gran Barkan, creo que por el momento debemos curarla. Ella sabrá qué hacer después ─insistió Renné al ver que no me quedaba quieta.
─Como gustes.
Entre varios dragones sanadores mis heridas fueron tratadas. La verdad es que si algo tenía que doler, nunca lo sentí. Me bañaron con varios líquidos que hacían que saliera mucho líquido amarillo, propio de una infección. Me hicieron comer asquerosos remedios que ayudarían a mis entrañas a cerrarse y poco a poco mis cuerdas vocales se regeneraron. También tuve que usar varios artilugios hechos con las escamas de varios dragones ancestrales para apartar los espíritus, tales fueron unos brazaletes de platino que debía usar en las muñecas, un collar de bronce con forma de garra, unos anillos plateados que fueron ajustados en mis ahora desiguales cuernos y como si no estuviese suficientemente agujereada, me perforaron la nariz para colocarme un pequeño nathni dorado con incrustaciones de obsidiana y unida a una cadenita aferrada a mi oreja derecha.
Todo aquello requirió veintisiete días de tratamiento. ¡Veintisiete eternos, aburridos y agonizantes días en los que no vi la luz ni del sol ni de la luna! Cuando Renné dio por terminado mi tratamiento y me dio autorización de salir, (pero no de transformarme), estuve a punto de abrazarla.
La noche estaba fresca, había bastante aire, nadie creería que estaba en un volcán ahora. Recorrí los caminos, fui al templo para pedir por Roxana y agradecer el que ambas estuviésemos bien. Oía los ronquidos de un montón de dragones y la sombra de los nocturnos recorrer el cielo negro, el cual se podía ver por la circular chimenea.
«Duerme, niña, duerme. Ven con nosotros, duerme. Entra al fuego eterno y fusiónate con tus antepasados, duerme»
─Cállense de una vez ─gruñí. Oía menos esas voces, pero seguían ahí.
─En lo personal, no me gusta el nathni ─Reconocí la voz de Itzcoatl. Me giré para encontrarme con la niña de cabello castaño y ojos peculiares. Sonrió al verme─ Me alegra que te hayan dejado quedarte con las joyas de todos modos. Te servirán en un futuro.
─¿Qué es lo que quieres, Itzcoatl? ─dije amenazante.
─¡Ya hablas! me alegra ─admitió.
─¡Itzcoatl!… ─bramé.
─Sólo quiero saber cómo está tu joya, ya sabes, la niña de las estrellas.
─Está en Hengelbrock ─contesté.
Itza abrió los ojos, brillantes como dos chispas de fuego, amarillo y violeta.
─¿Cómo dices? ─Sus pupilas se contrajeron.
─No quiero hablar de ello ─Aparté la vista para no caer otra vez─ Por el momento sólo quiero volver con ella.
─No puede ser… ─la oí maldecir en varios idiomas, muchos de los cuales no conocía─ Debes ir por ella ─dijo alterada─. Corre peligro estando allá.
─¿Por qué te preocupas por ella? ─Cuestioné─ Antes incluso quisiste llevártela ¿por qué?
─Ella no es cualquier humana, jovencita, es especial. Ella tiene una joya que muchos codician y por ello le han caído varias desgracias.
─¿De qué hablas? Ella solo tiene un collar de azabache, nadie podría estar tan desesperado por un pedazo de…
─Drakos Sepelite ─soltó─ ¿¡Sabes qué es!? Las escamas más codiciada por todos los seres mágicos Las escamas de los dragones originales ¡La razón por la cual los Ancestrales seguimos aquí!: ¡para cuidarlas y que no caigan en malas manos!
─¿Cómo…? ─La noticia me había dejado helada─ Eso es una leyenda.
─Las leyendas contienen verdades. Esa escama solo atrae más ¿por qué crees que le agrada tanto a los mágicos? ─cuestionó─ ¿O por qué crees que se le hizo tan fácil aprender a oír al animal? ¿Por qué crees que no se le dificulta hablar con un dragón? O mejor ¿Por qué crees que esa bestia la está buscando? ─Tomó mi quijada y me jaló hacia ella─ Ella tiene esa escama en el pecho y pueden lastimarla si sigue allá.
No pude decir nada por un rato, sólo atinaba a oír la respiración frenética de ambas.