Ya me estaba empezando a dar igual si me veían llorar o no. Dejé caer varias lágrimas al ver escena tan bonita. Roxana, mi querida Roxana tenía una radiante sonrisa al estar rodeada por sus padres que, a lo igual que ella, no podían dejar de llorar.
Los entendía. Entre ellos se preocuparon por el bien de todos, Roselyne dejando a salvo a su hija con nosotros, Darren, ocultándose para no dar pista de la naturaleza de Roxana y mi Rox… bueno, aunque no era muy fiel a su sangre real, estuvo muy al tanto de lo que se hacía en el reino.
─Has crecido mucho, mi pequeña Evolet ─dijo Darren, acariciando el cabello de su hija, que lo miró confundida.
─¿Evolet?
─Tu nombre, hija mía ─contestó Roselyne, que estaba un poco ronca─ La estrella que más brilla, “Evolet”
─Mi padre ─Me atreví a interrumpir─. La bautizó por desconocer su nombre de nacimiento.
Los tres fijaron su vista en mí, creo que había olvidado que me encontraba ahí. Por un momento me arrepentí de interrumpir, pero Roxana me hizo una seña para que me acercara.
─Aquí en Scaird se acostumbra llamar a los niños con la inicial “E” ─Explicó Darren.
«Ahora entiendo por qué de “Eithan, Edmund, Efrem, Erul, Evan, Erick, Efrah, Edom y Eithne”» pensé.
─Me gusta ─dijo Roxana con desenfado─. Podré usar los dos nombres. El primero, de mi familia adoptiva, el segundo, el de mi familia biológica, mi sangre.
Al decir aquello, Darren miró con orgullo a su hija.
─Hablando de dragones ─Roselyne habló con anhelo─ ¿Dónde está tu padre, Lena? Me haría muy bien verle.
Borré mi sonrisa. Roxana me tomó de las manos y me dio un beso en los labios, aquello hizo que sus padres se miraran impresionados, pero al parecer, comprendieron.
─Sigurd nunca ha sido muy abierto con esta clase de relaciones ─dijo la reina─. Pero no quería perder la amistad que tenía con él, por eso nunca le dije nada ─Recargó su cabeza en el hombro de su marido─. Tampoco a Lana, que probablemente se lo tomará peor.
─Se lo tomó ─afirmé─. La verdad es que no me importa. Si ustedes, Majestades, me permiten quedarme con Roxana hasta que ella ya no lo quiera así. Les prometo que la cuidaré con mi vida y la haré la mujer más feliz de los siete reinos.
─Por favor, Lena, no nos hables con formalismo ─Pidió Darren, que aunque sonriendo, se veía incómodo.
─Además ─continuó Roselyne─, si en todo este tiempo has sido un apoyo para Roxana ─Miró a su hija y le hizo un guiño─ no veo por qué no pueden estar juntas. Lena, hazla feliz, por favor.
─Lo prometo ─Roxana me volvió a dar un beso. Sonreí como tonta.
─Bueno, bueno ─Itzcoatl entró de la nada─ Ya acabó el momento familiar, que bonito. Ahora vamos a quitarse esa escama de tu cuerpo ¡Pero ya!
Trató de jalar a Roxana de las manos, pero esta se resistió.
─Yo… Lydia me dijo que… ─frunció los labios─ que podría morir si…
─¿Qué? ¡Ah, eso! Ya lo sé ─Miró a los reyes, que parecían tan preocupados como yo─ Dejaré un fragmento, uno lo suficientemente pequeño como para que sigas viviendo, aún tienes un cuerpo humano después de todo, pero eres muy fuerte.
─Aun así…
─Niña, no tienes otra opción, esa tal Lydia va a buscarte apenas se recupere de lo que le hicieron ─Soltó una carcajada─ Va a estar muy molesta. Aunque esos jovencitos hicieron bien en detenerla.
─¿Qué tengo que hacer? ─preguntó, aún preocupada.
─Tú, nada. Sólo irte de aquí para que tus padres descansen. No creo que quieran ver como vuelvo a abrir a su hija.
Miré a los reyes. Se habían puesto tensos. Luego miré a Itzcoatl, hasta ese momento no había notado una lágrima de sangre que le recorría la mejilla.
─¡Itza tu ojo!
─¿Qué? ─Se llevó una mano al pómulo y vio su sangre en los dedos, luego dibujó una sonrisa un tanto macabra, provocando que su pupila se hiciera un hilo─ Alguien ya me descubrió ─rió─… y está furiosa: ha roto el colibrí.
Soltó un par de risas y se fue de la carpa en la que estábamos, no sin antes advertirnos de que si no la seguíamos, iba a arrancarle la escama ahí mismo.
─Me quedaré con ella todo el rato ─prometí a los asustados padres de Roxana; ella, por otro lado, se acercó de nuevo a sus padres para darles un beso.
─Estén tranquilos. Estaré bien.
─Ya me han tenido separada de ti mucho tiempo ─dijo Roselyne con melancolía.
─Otra hora no nos hará mal ─trató de bromear Darren.
─Volveré, lo prometo ─Les dio un abrazo.
Salimos, pues, a la carpa que estaba a un lado. Ahí, Evan, Erul y Edom, estaban preparando todo. Tenían lista una cama, varias vendas y un par de botellas llenas de líquidos de colores. Una de esas botellas tenía un olor bastante fuerte a hierbas y otro lo reconocí como remedio para curar heridas de dragón (saliva tratada con hierbas)
─Acuéstate aquí ─indicó el tranquilo Evan.