Evolución prohibida

Sujetos de interés

Por la mañana se despertó alterado por haber soñado con el incidente. Todavía era temprano para él, pero los intentos de continuar durmiendo eran en vano, así que decidió salir al pasillo y disfrutar el aire. Allí se encontraba Leia, apoyada en la barandilla, mirando a la nada. La luz del amanecer resplandecía en ella, dejando notar su belleza y haciendo sonrojar a Yuji cuando lo miró sonriendo, pero recuperó la compostura de inmediato. Se postró en la barandilla para fumar.

—¡Yuji! Te levantaste temprano. —se acercó apoyándose en él—. ¿A qué se debe? ¿Querías verme?

—Para nada. Tengo que ir a cierto lugar.

—Entiendo, estarás ocupado. Pues yo también. —tenía la mirada desviada. —hoy te ves raro.

—¿Más de lo normal?

—No es eso. Nunca noté que tuvieras músculos, sin remera es notorio.

—¿De qué hablas? Yo no tengo… —se miró el torso. —músculos… Lo siento, debo irme. —dijo apresurado y regresó al departamento.

—Es muy raro… Y eso me gusta.

Se vistió con su ropa de todos los días, tomó su celular y se marchó olvidándose cerrar la puerta. Leia intentó avisarle, pero él no alcanzó a entenderla, por lo que siguió de largo. Pedaleando, llamaba a April, pero no atendía. Recordó que era temprano y ya estaba en la tienda: ella se encargaba de la administración de todas las sucursales del sector.

Apenas llegó a la casa de Isumo, comenzó a golpear la puerta con mucha fuerza.

—¡Ahí voy! —gritó corriendo—. ¿Qué sucedió?

Le enseñó su abdomen y brazos.

—¿Quieres presumir? ¿O qué?

—¿Presumir? ¿De qué hablas? Yo nunca hice ejercicio, hasta ayer no he tenido ni una pisca de músculo.

—Ya veo… Entra para hablar más tranquilo. —miró alrededor y cerró la puerta. —siéntate ahí, ¿Una cerveza? —le extendió la lata.

—Sí, por favor. Esto es agobiante y necesito relajarme.

—Así que… Nunca has tenido esos músculos.

—Para nada.

—Tal vez se deba a tu cambio de fuerza repentina.

—¿Tú crees? Pero, ¿Cómo?

—¿Sentiste algo antes de obtener este poder?

—¿Como qué?

—No lo sé, ¿O te pasó algo más? Algo tuvo que suceder. —miraba hacia la nada con seriedad—. ¡Cierto! En tu grabación comienzas a retorcerte, ¿Por qué fue eso?

—Comenzó a dolerme todo el cuerpo.

—¿Te pasa seguido?

—Nunca. Fue después de… —quedó en silencio. —después de no tomar mi medicamento.

—¿Tus medicamentos? ¿Qué es lo que tienes?

—Lo tomo prácticamente desde que tengo memoria, es para que mi cuerpo no se atrofie o algo así. No me acuerdo muy bien.

—¡Entonces es eso! ¡Tu cuerpo se ve así por esa condición! Están tan comprimidos y duros que te crean los músculos hasta tal punto que te da súper fuerza. Y las pastillas rechazaban eso.

—¿Dices que esas pastillas eran para reprimir está fuerza?

—¡Así es! ¿Sientes algo cuando está fuerza aparece?

—Si el hormigueo cuenta.

—Entonces cuando sientes eso ahí puedes usar tu fuerza y resistencia, ¡Esto es una locura!

—Somos muchas personas que nos medicamos, ¿Crees que todas esas tengan habilidades?

—Mejor dicho, poderes. Y tal vez sea así, tal vez haya muchas personas como tú, hermano. Este gobierno de mierda está quitando los poderes a los tuyos con los malditos medicamentos. Tenía razón que la medicina era una mierda.

—¿Eres alguien conspiranoico, verdad? —lo miraba con extrañeza.

—Si te refieres a que no me creo nada del gobierno y que ellos ocultan cosas, entonces sí. Pero esto sí se puede considerar más real que cualquier otra cosa. Hay que sacarlo a la luz de inmediato.

—No, ¿Eres idiota? Si hacemos eso, la gente enloquecerá y dejará de tomar sus medicamentos. Imagina si no todos tienen poderes, ¿Qué crees que les sucederán? Podrían empeorar con lo que sea que tengan.

—Tienes miedo de que el gobierno te persiga, ¿Verdad?

—Sí, es cierto. Pero no es por eso.

—No tienes que temer, tienes un cuerpo imparable y muy fuerte.

—Que pueda resistir un bate no significa que soporte un cuchillo. O peor, una bala.

—Entonces comprobémoslo.

—¿Por qué no compruebo mi fuerza en ti? ¿Te parece?

—Déjate de bromas.

—Dime qué pasó con la grabación, ¿Pudiste arreglarla?

—¿Por quién me tomas? Claro.

April se encontraba en la oficina de la tienda, dónde trabajaba Yuji, administrando el dinero y el almacenamiento. Dos hombres uniformados de negro, con aspecto amenazante, ingresaron.

—¿Son oficiales? —preguntó la empleada.

—Necesitamos ver las cámaras ahora mismo.

—No puedo dejarles hacer eso, lo siento.

—¿Tienes idea de con quiénes te metes?

—Mejor llamo a mi superior. —dijo yendo hacia la oficina.

—Haz lo que tengas que hacer, pero nos dejarán ver las cámaras.

April salió demostrando mucha seguridad y firmeza.

—¿Qué buscan, señores?

—Queremos ver las cámaras de seguridad.

—¿Las cámaras? ¿Y se puede saber por qué?

—¿Por qué te pusiste nerviosa?

—No lo estoy. Y contesten a mi pregunta.

—Bien, no es de tu incumbencia el por qué queremos ver las cámaras. Entréganos las grabaciones.

—Eso no puedo hacerlo, señores. Ni siquiera sé si son oficiales.

—No hace falta demostrar nada.

—Llamaré a la policía si no se marchan ahora mismo, además si fuera el caso de ser de alguna agencia, necesitan el permiso para revisar. Alexandra, marca a la policía ahora mismo.

—Claro.

Su compañero apoyó la mano en su hombro.

—Bien… —suspiró. —no hace falta hacer eso. Nos marcharemos por esta vez.

—Bye… Alexandra, si vuelven llama a la policía de inmediato, ¿Entendido? Y avisa al del turno nocturno sobre esto.

—¿Qué hay con el de la tarde?

—Le aviso cuando llegue, tú no te preocupes por eso.

—Bien.

Apenas regresó a la oficina tomó su celular, notando las llamadas perdidas de Yuji. Se preocupó al instante y lo llamó.

—¡Yuji!




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