Ex Mortis

CAPITULO 5.

La caída de Altair por el balcón deja asombrados a los tres demonios que se quedan viendo con sorpresa, dentro del pecho de Tony crece la admiración, él sabe que no cualquiera es capaz de enfrentarse a la gente que amó de esa forma y valora el acto tan heroico que Altair hizo; él es el primero en correr hacia el balcón con los otros dos demonios detrás. Los tres solo alcanzan a ver cómo el agua es alborotada por el peso de los dos cuerpos al tocar su superficie y hundirse en ella. Tony con desesperación decide saltar también sin esperar a que cualquiera de los dos hermanos lo sigan; extiende sus alas membranosas y negras, se posa a lado de la alberca mientras ve el agua manchada de sangre, busca con desesperación la silueta de Altair, pero su mirada se termina desviando hacia el otro lado de la alberca donde un hombre fornido y una adolescente de cabellos rubios lo ven con detenimiento.

¡Demonio! ¡No tienes nada que hacer aquí!— Grita la niña mientras abre un termo metálico y se acerca al borde de la alberca como buscando algo. —¡Maldita sea! Tendré que meterme para recuperar su esencia.

—Así que ustedes son los culpables de todo esto… vaya, esperaba a alguien más atemorizante— Tony camina por el borde y ve fijamente a ambas criaturas que están custodiadas por más híbridos recién sacados de sus tumbas.

—Creo que no entendiste, ¡Largo de aquí!

              Grita de forma exigente la rubia, parece desesperada por la actitud que adopta Tony, se queda hincada, apoyada en el borde de la alberca con ambas manos mientras si mirada sigue siendo de incertidumbre y coraje hacia el demonio sin darse cuenta de que su destino esta a punto de cambiar y que una figura difusa en el agua manchada de sangre se acerca cautelosa, depredándola. Sorpresivamente un par de mano salen del agua, una carga una daga y la otra se aferra al cuello de la rubia invitándola a entrar al agua en contra de su voluntad. La híbrida parece no ser consciente de lo que pasa, con admiración se da cuenta que quien la ha hundido es Altair, que no pierde tiempo y apuñala el cuerpo de la jovencita derramando más sangre que se mezcla con el agua mientras los gritos del fortachón que acompañaba a la rubia se hacen sordos debajo del agua. Las puñaladas no dejan de travesar el cuerpo de la chica hasta que por fin se relaja y su mirada se extravía, solo entonces, cuando el forcejeo se detiene; sale del agua Altair, caminando lentamente subiendo por los escalones de la piscina mientras el vestido se pega húmedo al contorno de su cuerpo y su mano saca arrastrando de los cabellos el cuerpo inerte de su víctima.  

                Tony y los otros dos demonios que tardaron en unirse a él ven el espectáculo con asombro, aunque percibían que Altair es una mujer de armas tomar, jamás se imaginaron con que fuerza es capaz de responder, además de esa sangre fría al enfrentar a sus enemigos. Se quedan estupefactos viendo como Altair deja caer el cuerpo de la rubia en el suelo, sus ojos centellean, parece llena de rabia y a punto de estallar; Tony descubre como un color violeta quiere nacer en sus iris y su corazón da un vuelco recordando al amor alguna vez creyó perdido.

—Bien, tienes dos opciones grandulón, pelear contra mí o ir con tu jefa y decirle que estoy de regreso y que voy por ella— Altair hace una muestra de arrogancia y confianza, se siente eufórica y capaz de matar a todo un ejercito, como si de repente se sintiera indestructible.

              La mirada del hombre fortachón se vuelve de confianza, pareciera que no tiene miedo a sus intimidaciones y de repente el cuerpo de su rubia compañera empieza a convulsionar, pero a Altair no parece sorprenderle, pone su pie en el cuello de la chica y voltea hacia Tamir extendiendo su mano, pidiendo algo que parece Tamir comprender, él de inmediato saca su cimitarra y la arroja a modo de que pueda cacharla por la empuñadura. Altair toma por el cabello a su víctima y la arroja contra una palmera de dátiles, el cuerpo choca y antes de que se separe del tronco, Altair la atraviesa con el arma y la deja clavada a la palmera. De nuevo la mujer cuelga la cabeza, ha muerto por segunda vez en el día, pero no es la última, con un suspiro brusco y hasta cierto punto desesperado, levanta el rostro, regresando a la vida y ve hacia todos lados, parece desubicada y sus manos agarran la cimitarra con desesperación, poco a poco su cuerpo vuelve a ser consciente del dolor que su filo provoca.

Así que… ¿Qué eliges?— La arrogancia de Altair está fundamentada, se siente capaz de destrozar a cada enemigo frente a ella y tiene razón, cada día en ese campo de batalla, cada día como militar le dio confianza y fuerza, gallardía y técnica, podrás tener muchas ganas de pelear, pero si no sabes cómo, de nada te sirve —Vamos, te espero— Altair sonríe de oreja a oreja y el fortachón parece haber tomado la decisión, da media vuelta y junto con sus hombres emprende la retirada dejando atrás a su compañera. Si hay algo que más le moleste a Altair es la cobardía, eso la enferma, la intoxica de rabia. —La sangre es la moneda del alma ¿No?— Le pregunta a la joven rubia que ya no hace ni el mínimo esfuerzo por tratar de zafarse, en cada movimiento podía sentir el filo de la cimitarra cortando sus entrañas, más le valió dejar de intentarlo.— Dime… ¿Cuántas almas viven en ti? ¿Cuántas veces te tendré que matar?— las palabras de Altair le dan horror, sus labios se retuercen y sus ojos empiezan a soltar lágrimas de desesperación, sabe que su destino será terrible, solo ella está consciente de cuántas veces tendrá que saborear la muerte antes de que ella llegue en verdad.




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