Ex Mortis

CAPITULO 6.

Las aves salen huyendo, así como un grupo de hombres sale corriendo con lo que parecen ser un par de alas, alas grandes y doradas, cuando están dispuestos a meterlas en la parte trasera de una camioneta, un hombre de tez morena y ojos verdes sale de entre las sombra, que su único objetivo era visitar a una vieja amiga como cada noche empieza a disparar con rabia, ningún tiro falla, cada hombre alcanzado por su furia cae herido y con ellos el paquete que llevan, este se desfunda y caen al suelo el par de alas, pareciera un infortunio que plumas tan hermosas se vean manchadas con la suciedad del suelo.

—¡¡MALDITOS HIJOS DE PUTA!!

              El hombre, cuyo apodo es Caipora, ex militar y gran amigo de Tyra Sheppard se enfrenta a cada enemigo sin temor a ser herido, como si fuera indestructible. Los hombres caídos vuelven a levantarse y él solo cambia de cartucho para volver a dispararles y matarlos de nuevo. De repente la puerta de la casa se abre y su objetivo cambia, una mujer demasiado delgada con los ojos llenos de furia lo ve con desprecio y mientras grita levanta su mano hacía él lanzándolo por los aires alejándolo del lugar.

¡Rápido! ¡Guarden las alas y vámonos ya!— un hombre joven sirve como su guardaespaldas y la cubre todo el camino hasta la camioneta. Antes de que logren meter ambas alas a la furgoneta de nuevo Caipora decide levantarse y correr con pistola en mano para seguir disparando.

               Los agredidos emprenden la fuga, la camioneta acelera y quema sus llantas dejando una de las alas atrás, tirada en el pavimento, algo sucia e inerte. Caipora solo puede ver cómo el auto se aleja lentamente, sin placas ni nada que sea fácil identificar. Toma el ala y la levanta en brazos como si fuera la damisela en apuros que acaba de rescatar. Entra lentamente a la casa, pisando tranquilamente en la oscuridad del recinto.

Si sigues viva… lamento decirte que estarás manca— Claramente su frase es una broma, confía en las habilidades de su amiga, sabe que no es un enemigo tan fácil de vencer, pero al acercarse al único cuarto con luz se da cuenta que las cosas pueden cambiar de un día para otro.

               Su sorpresa es tal que deja caer el ala al piso cuando ve a Lucifer en el suelo, rodeado por un charco de sangre y con su amiga en los brazos, el hombre, por no decir monstruo, parece estar llorando desconsoladamente, se aferra al cuerpo de la rubia que tiene la mirada lechosa y carente de brillo perdida en el techo.

Carajo…— el pobre Caipora parece sentir que su alma se despega del cuerpo, no es consciente de lo que ve, no alcanza a comprender que esa mujer fuerte, valiente y aparentemente indestructible yace en los brazos del hombre que más amó en vida, y está muerta, con los ojos turbios y la piel pálida, lo único que aún brilla son sus rubios cabellos.

Tyra… mi hermosa Tyra, ¿Por qué me haces esto? ¿No fue sufrimiento suficiente la primera vez que te perdí? ¿No me lastimaste lo necesario cuando te alejaste de mí?— la voz de Lucifer suena lastimosa y eriza la piel de Caipora, la escena es triste y melancólica; la mano de Lucifer no deja de acariciar la frente de Tyra mientras su mirada desborda dolor, las lágrimas de sangre se amontonan en sus ojos y caen sobre el cuerpo de su amada.

                Por último antes de que los demás interrumpan en ese último momento de intimidad, Lucifer se inclina hacia el cuerpo que lentamente se empieza a enfriar y le da un suave beso en los labios, un beso que ya no es correspondido, un último adiós que ella jamás sabrá que existió, Tyra se va como llego a este mundo, sin nada y en medio de dolor, un sinfín de pensamientos se amontonan en la mente del viejo demonio quien busca la posibilidad de en algún futuro volver a coincidir, por lo menos con su reencarnación, aunque sabe que ya no sería la misma, sabe que no sería la mujer de la que se enamoró, aún así ¿Valdría la pena volverla a buscar? De repente las luces elevándose hacia el techo lo sacan de su ensoñación, Tyra empieza a deshacerse entre sus brazos, su cuerpo se desintegra y ese grupo de luces como luciérnagas se elevan y desaparecen, los brazos de Lucifer se quedan vacíos extrañando el peso de su amada y de nuevo se vuelve a sumir en el dolor.

«Altair»

—Puedo preguntar ¿Por qué demonios nos sigues?— desde que salimos de la casa de Desiré, su hermano Tamir, decidió que sería buena idea seguirnos, “ayudarnos” lo cual no se me haría malo si no fuera por el hecho de que intento violarme haciéndose pasar por Tony, el cual, por cierto, está intentando comprar unos boletos de avión.

—Por que necesitan de toda la ayuda posible, su encomienda no es tan sencilla ¿Sabes?— está recargado sobre el asiento de forma desinteresada, me ve con arrogancia e interés, solo logra ponerme nerviosa.

—Sigo sin entender cómo es que tú nos serás de ayuda— me muestro intolerante y poco flexible, simplemente me molesta su presencia y como es que se anexó el solito.

—Lo sé, dejaste en claro allá que eres una peleadora extraordinaria, y no solo eso, usas la magia con habilidad, sabes muy bien como hacer que tus propios enemigos paguen por la magia que los matará— sus ojos brillan con interés atemorizándome más y lo nota; se levanta del asiento y echa un vistazo a Tony quien sigue hablando con la señorita de la ventanilla. —Yo, quisiera pedirte perdón por lo de anoche, creo que me sobre pase.

—¿Tu crees?— no puedo evitar ser hiriente, no lo tolero.




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