«Altair»
La luz del día comienza a aclarar el cielo, hemos caminado por bastante tiempo sin hablar, ella parece distante, me encantaría saber que es lo que está pensando. Llegamos a un hotel de esos donde la habitación se paga por hora; el tipo de la recepción nos ve con morbo y le entrega la llave a Tyra mientras nos examina de arriba abajo.
La habitación no es tan horrible como creí, es bastante espaciosa y parece limpia de fluidos asquerosos, me siento en la cama y prendo la televisión mientras mi compañera hace unas llamadas desde el teléfono de la habitación; en cuanto cuelga bajo el volumen de la televisión dispuesta a entablar una conversación con ella.
—Y… ¿Ahora qué?— no sé si sea la mejor forma de hablar con ella, tal vez debería de ser más específica.
—Iremos a Florencia.
—¿Florencia? ¿Para qué?
—Tenemos que hablar con Caín.
—Wow… ¿Caín? ¿Por qué?
—Para que nos unamos a los Caín sectatore, que nos dibuje su marca.
—¿Su marca?
—La marca de Caín.
—¿Qué?
—¿Has leído la biblia, niña?— Tyra empieza a desesperarse, se recarga sobre el tocador y me ve con el ceño fruncido.
—No. No es algo que acostumbráramos hacer— le respondo con sinceridad y ella algo exasperada parece querer explicarme.
—Yo tampoco lo hacia— se sienta a mi lado con algo de nostalgia, se ve triste, se ve anhelante de un pasado que está muy lejos y solo puede saborear en recuerdos que parecen borrarse lentamente, lo sé porque también me pasa y cuando eso sucede pongo la misma cara.
—La marca de Caín, un símbolo que porta él, dibujado en su carne por el creador cualquiera que intente dañarlo conocerá la ira de Dios, esa marca no las pone Caín volviéndonos una extensión de él, si morimos, el que nos mate se irá al infierno con nosotros.
—Ese Caín no deja nada al azar.
—Piénsalo, es un seguro. Nadie puede matar a sus hombres sin morir en el intento.
—Entonces si Ágata me mata…
—Se muere contigo— completa mi frase que se quedó flotando en la habitación del hotel. No es la forma en la que esperaba hacer las cosas, pero si no tengo suerte enfrentándola, por lo menos sé que de una u otra forma se irá conmigo. —Aquí tengo lo necesario para salir del país, tenemos que tomar el avión en un par de horas, si quieres dormir más vale que lo hagas ahora— sacude los boletos de avión frente a mí, su rostro muestra seguridad y una sonrisa se dibuja en sus labios.
—No tengo sueño, más bien dudas— vuelve a guardar los boletos en una de las maletas que le dio esa rusa y se recarga en el tocador. Me ve fijamente esperando que continúe —¿entonces tu crees en Odín?
—¿Esas son tus dudas? ¿Es en serio?— frunce el ceño y aunque pareciera molesta una sonrisa que pronto se vuelve risa se forma en su rostro —Jajajaja todo lo que está pasando y ¿En serio? ¿Esa es tu duda?
—¡Oye! ¡Es en serio! No me imagino una vikinga enamorada de un Dios cristiano.
—Mala elección de palabras, Lucifer no es un Dios.
—¡Bueno! Pero el punto no es ese.
—Mejor duérmete y no molestes— dice Tyra con una sonrisa en sus labios. Me dejo caer hacía atrás sobre el colchón y me quedo con la mirada fija en el techo.
—¿Lo extrañas?
—Cada segundo.
—¿Por qué no hablas con él?
—Por que no soy quien cree que soy y lo acaba de descubrir, ahora sabe que cada segundo conmigo fue una mentira. Podría pensar que se está viendo benevolente al no quererme matar o torturar en el infierno por mi traición.
—¿Lo crees capaz de hacerte daño?
—Es claro que está herido y a un animal herido no se le molesta— se recuesta a mi lado y las dos nos quedamos viendo el techo hasta que de repente me quedo dormida.
*****
Cuando soy capaz de abrir los ojos veo por la ventana que los rayos de sol que iluminan el firmamento, esos colores azules y morados pintan las nubes; me siento en la cama y sacudo un poco mi cabeza, trato de quitarme de encima todavía esa sensación de cansancio, no sé cuánto dormí, pero no fue lo suficiente. Volteo en todas direcciones y no veo a Tyra ni las maletas que traía, salgo de la cama y empiezo a caminar por todo el cuarto, está vacío; ¿Esa maldita me dejó? Una rabia empieza a crecer desde dentro de mi estómago y pienso lo peor. En eso alguien toca a la puerta y un alivio se apodera de mi alma, lo más seguro es que sea ella, no la creo una traicionera para dejarme abandonada. Camino despreocupada y en cuanto mi mano está a punto de tocar el pomo de la puerta y abrir un escalofrío me pone la piel de gallina; no es ella, lo sé, no lo es. Me acerco lentamente a la mirilla sin hacer mucho ruido y cuando estoy a punto de ver a través de ella, la puerta sale volando, me empuja hacia atrás mientras se hace pedazos, cuando caigo al piso las astillas caen a mi alrededor.
—Cuantos años te busqué y por fin te encuentro, pequeña— escucho esa voz profunda que solo oía en mis pesadillas. Levanto la mirada y veo a mi padre, a Moloch, caminando encima de los restos de la puerta que él acaba de destruir. —No creí que tu madre fuera a quedar embarazada y cuando me enteré pensé que te abortaría, creí que entendería que tu nacimiento era un desastre de la naturaleza, un error, pero te protegió hasta el último día de su vida.
Editado: 04.10.2020